•|Siete: «El plan vívidus»|•

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Red.

—¿Te has vuelto loco?

Pongo los ojos en blanco. ¿Por qué Lowell es siempre tan exagerado?

Observo como pasea nervioso delante de mí, de un lado a otro, frotándose los ojos y pellizcándose el puente de la nariz. Su pelo negro está algo revuelto y cae sobre su frente.

Mientras él termina de tener su pequeña crisis existencial, me dejo caer en el sillón que tan amablemente bajó al sótano para mí.

—Loco es mi segundo nombre —bromeo, guiñándole un ojo.

—No me hace ni puta gracia, Red —se para, mirándome fijamente.

—¿Y yo me estoy riendo? —elevo una ceja, divertido.

—¡Sí! —toma aire—. Mira, simplemente no puedes aparecer así como así de buenas a primeras, ¿entiendes?

—No soy idiota, ¿sabes? Obviamente no me voy a presentar un día en casa llamando al timbre y diciendo: ¡Hey! ¿A que me echabais de menos? —bufo—. No soy un insensible.

—Déjame adivinar. Tienes un plan, ¿a qué sí?

—Querido amigo —me pongo de pie, caminando hacia él y apoyando una mano en su hombro—, yo siempre tengo un plan.

—Llamaré al resto. Tú espera aquí y no salgas bajo ningún concepto. Creo que Quinn está arriba con Lysenko, pero por si acaso no salgas —enfatiza bien la orden, sabiendo que no suelo hacerle ni puto caso.

—Sí, papá —le saco la lengua.

—A veces pareces un niño pequeño —suspira y se da la vuelta, subiendo las escaleras.

Vivir aquí abajo, en el sótano, no es que me guste mucho precisamente. Tengo que tener cuidado de no hacer ruido, apenas puedo salir de aquí, la tele no puede estar muy alta y la luz es una mierda. Prácticamente vivo a oscuras.

Es irónico, ¿no? Vivo en el sótano que hay en la mansión, sótano cuya existencia es desconocida para Quinn. Llevo, literalmente, un puto año aquí abajo y ella sin enterarse.

Pero ya es suficiente. Estoy harto de permanecer entre estas cuatro paredes oscuras. Quiero salir, ver el sol, tomar el aire, volver al trabajo y pasar el tiempo con la mujer que amo, ya que es a ella a la única a la que no he podido ver.

Aún recuerdo el día en el que Lowell, muy sutilmente, me comunicó que Quinn estaba saliendo con Lysenko. Qué poco tiempo de luto se tomó, ¿no? ¿Qué diría Blake si lo viera? Estaría muy decepcionado.

Me he controlado mucho, muchísimo, para no salir de aquí y matar a ese hijo de puta. ¿Enserio se atreve a estar con ella? Cojones tiene, eso no lo puedo negar.

Espero que haya disfrutado mucho de ella, porque su relación a partir de hoy va a durar entre poco y nada.

Dejo de mirar el suelo cuando escucho pasos apresurados bajando las escaleras. Lowell, Zayleen y Caliope aparecen en mi campo de visión. Esta última se lanza a mis brazos.

—¿Cómo estás? ¿Necesitas algo? —me aprieta contra ella.

—Sí, que me sueltes —me zafo de su agarre.

—Pero Red... ¡Llevamos mucho sin vernos! ¿No me has echado de menos?

—La verdad es que a ti no.

—¿Por qué eres así? —se le empañan los ojos. Ya está, ya llegó la Caliodramas.

—Caliope, ¿cuántas veces te lo tengo que decir? Lo nuestro se acabó hace muchos años. No pasará nunca más porque, sencillamente, fue un error. Amo a Quinn, ¿te queda claro?

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora