•|Diez: «Confesiones y besos»|•

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Quinn.

Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando me dirijo al baño. Tengo un mal presentimiento.

Miro en todas direcciones; siento que alguien me observa. Probablemente sea Blake, ¿no? Es muy protector.

Camino a paso rápido y nervioso hacia el baño, esquivando a cada persona con la que me cruzo. Quiero salir de aquí ya.

Empujo la puerta que da a los lavabos de chicas y cierro con cerrojo en cuanto entro. Me recargo sobre ella y suelto un suspiro profundo.

Avanzo hacia uno de los lavabos y me apoyo sobre el mármol. Me observo en el espejo; el maquillaje que me ha hecho Blake me hace parecer segura de mí misma, pero mis ojos dicen completamente lo contrario.

Dejo la copa de champán a un lado, abro el grifo y me paso agua por la cara; Blake me dijo que el maquillaje es resistente al agua.

—Vamos, Quinn, tú puedes hacer esto —me digo a mí misma—. Eres fuerte, demuéstralo.

Asiento con la cabeza a mi reflejo y hago mis necesidades. Después, me lavo las manos y cojo de nuevo la copa de champán, dirigiéndome a la puerta. Inhalo pesadamente mientras la abro y salgo al pasillo; las luces están tenues y me provocan escalofríos. Solo son luces.

Acelero el paso, caminando por el estrecho pasillo, y cuando estoy a escasos metros de girar la esquina que da al salón donde está todo el mundo, un hombre aparece tambaleándose y andando hacia mí.

Vale, no tiene por qué estar yendo hacia ti. Puede que vaya al baño. Pasa de largo y ya.

Hago lo que mi subconsciente me aconseja; camino a paso seguro, intentando calmarme a medida que nos acercamos el uno al otro.

Llegamos a la misma altura y el hombre me observa. Evito sus ojos, nerviosa. Me dispongo a seguir mi camino cuando habla; arrastra las palabras pero distingo su voz profunda.

Me ha... violado.

—Oye... ¡Yo te conozco! —sonríe como si fuera algo bueno.

Está borracho, no va a recordar de donde te conoce. Finge que no le habías visto en la vida.

—No... creo que me confundes con otra persona —respondo lo más calmada que puedo.

Mis palabras parecen enfurecerle, pues frunce el ceño, me agarra con fuerza del brazo y me acorrala contra la pared. La copa de champán se me cae de las manos por la violencia que usa y se rompe en el suelo, esparciéndose por la cara alfombra. Su cuerpo se pega al mío y yo temo lo peor.

Los recuerdos regresan a mi mente como torbellinos: las drogas que me suministraban; la habitación vacía, oscura; el grupo de personas que entraban, sus violaciones, los golpes que recibía, mis lágrimas, el intento de suicidio, la falta de comida y bebida. Todo regresa en el peor momento.

Mi mente no lo soporta y hace que mis ojos derramen lágrimas.

—Sí, sí que te conozco. Reconocería este cuerpo en cualquier parte. Te he follado, ¿verdad? —pronuncia apretando los dientes y con su cara muy cerca de la mía.

—No —cierro los ojos, dejando las lágrimas caer.

—No lo niegues, preciosa. Sé que sí.

—¡Me violaste! —grito, abriendo de nuevo los ojos. Se asombra, pero recupera rápidamente la compostura.

—¡Eres Quinn! —se ríe—. Chad nos dijo que estarías aquí. Ha sido muy tonto de tu parte venir.

¿Chad? ¿Está aquí? La fiesta... ¿es una trampa? El pánico recorre mi cuerpo; tengo que librarme de este imbécil y avisar al resto, ¡nos van a matar!

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora