•|Dos: «¿Nueva vida?»|•

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Blake.

Abro la puerta de Azteca y me siento en el asiento del conductor. Veo como Zayleen entra en su coche y como Quinn corre hacia el mío para sentarse en el asiento del copiloto.

—Hasta para meterte en un coche eres lenta, maldita sea —protesto cuando se digna por fin a sentarse.

—No vas a morir por ser más amable conmigo, ¿lo sabías? —pone los ojos en blanco.

—El problema es que no quiero ser amable contigo —fijo los ojos en la carretera mientras arranco.

Pensé que el silencio duraría todo el viaje, pero parece ser que aquí nuestra querida Quinn solo sabe hablar. Mejor dicho, solo sabe joderme.

—Blake —me llama, pero no la miro.

—¿Qué quieres ahora? —bufo.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—No.

—¿Por qué le has puesto nombre a tu coche? —¿me ha oído?

—Te he dicho que no podías preguntarme nada. ¿Acaso eres sorda? —frunzo el ceño.

—Te he oído perfectamente. Ahora responde.

—Le he puesto nombre porque sí. Comprarme este Cupra Ateca gris ha sido mi mayor orgullo. Después de Nyx, claro —explico, aunque no debería.

—Genial, Nyx era mi siguiente tema —habla emocionada—. Entonces... ¿es tu hijo, no?

—Sí —suspiro cansado.

—¿Cuántos años tiene?

—Seis años. ¿Paras ya?

—Nop —suelta una risita—. ¿Quién es su madre?

Aprieto la mandíbula y el volante con fuerza. Ese tema debe quedarse guardado en una caja que ni Quinn ni yo deberíamos abrir. Este tema debe ser un tema tabú, prohibido.

—No quiero hablar de eso —replico en tono duro.

Quinn Moore parece no tener filtro a la hora de callarse porque vuelve a ignorarme y a seguir preguntando.

—Oh, venga, ¡tengo curiosidad! ¿Vive con vosotros?

—Quinn, te he dicho que no quiero hablar de eso.

—Blake, es una pregunta sencilla...

—¡He dicho que no! —alzo la voz y con eso consigo que se calle.

Veo de reojo que se sobresalta, pero no me arrepiento. ¿No entiende lo que es no? Debería saberlo mejor que nadie, ya que ha sufrido abusos.

Nos quedamos en silencio durante todo el trayecto hasta que llegamos al centro comercial. Sigo a Zayleen hasta el aparcamiento y aparco el coche junto al suyo. Apago el motor, me quito el cinturón y hago el amago de abrir la puerta, pero la mano de Quinn sobre mi brazo me retiene.

—Lo siento —murmura en voz baja.

Asiento levemente con la cabeza y abro la puerta, quitando su mano de encima mío. Zayleen se acerca a nosotros contoneando las caderas.

—Vamos a ponerte sexy, querida Quinn —Zayleen le pasa los brazos por el cuello y la abraza.

—Zayleen, sé cómo son tus gustos de ropa —le lanzo una mirada severa—. Quinn no es como tú.

—En eso tienes razón, yo visto mejor —se gira hacia Quinn—. Sin ofender.

—No, no te preocupes, si tienes razón... —mira al frente con la mirada perdida.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora