•|Cuatro: «¡Bienvenido a casa, Dino!»|•

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Quinn.

La mirada gélida de Blake se alterna entre el perro, que está en brazos de su hijo, y en mí.

Puede que no haya sido buena idea rescatar al pobre cachorro pero, ¿cómo lo iba a dejar ahí? Además, es tan adorable... Quizá consiga ablandar el corazón de Blake.

—¿Has traído un puto perro? —trago saliva ante su tono de voz—. ¡Responde!

—S-sí... —tartamudeo—. Es que estaba... abandonado a un lado de la carretera.

Oigo sus pasos acercarse a mí. Agacho la cabeza, pero él coge mi barbilla con un dedo y la levanta. Sus ojos me traspasan.

—¿Y has pensado que era buena idea traer un animal abandonado a mi casa? —recalca bien que es de su propiedad.

—Yo... Lo siento —me muerdo el labio inferior.

Se aleja unos pasos de mí y mis pulmones vuelven a respirar. Se acerca a Nyx, que sigue acariciando al cachorro.

—Suéltalo, Nyx —ordena con tono firme.

—¡No! ¡Dino se queda! —alzo una ceja y reprimo las ganas que tengo de sonreír.

—¿Quién es Dino? —el ceño de su padre se frunce.

—Mi perro —responde Nyx orgulloso.

—¿Qué? No, ni de coña. No pienso dejar que te quedes con... —pone cara de asco— esa cosa.

—Ese vocabulario enfrente de tu hijo —le regaño, incapaz de aguantarme callada.

—¡Cierra la puta boca! —me apunta con el dedo índice. Joder, sigue enfadado.

—¡Papá, si vuelves a gritarle a mamá no te hablaré nunca más! —el pequeño frunce el ceño, viéndose adorable.

—¡Quinn no es tu madre, ¿en qué idioma te lo tengo que decir?!

—¡Si quieres, en al...!

—¡Suelta esa cosa ya! —le interrumpe Blake, dejándome con la curiosidad de saber qué iba a decir Nyx.

—¡No! —sin previo aviso, sus preciosos ojos de colores diferentes se llenan de lágrimas—. No tengo amigos, pero Dino sería el mejor. Por favor, papi.

Mi corazón se rompe. ¿Cómo puede ser tan adorable? ¿Ha dicho que no tiene amigos? Me agacho para estar a su altura y le quito el pelo de la frente con delicadeza.

—Nyx, ¿cómo no vas a tener amigos? Seguro que todos los niños de tu clase se mueren por serlo —sonrío con dulzura.

Nyx me mira y luego intercambia una mirada que no logro descifrar con su padre. Blake carraspea, y por un momento pienso que ya se le ha pasado el enfado. Pero compruebo que me equivoco cuando su voz sigue siendo dura.

—Nyx no va al colegio.

—¿Cómo que no? —me cruzo de brazos,
poniéndome nuevamente de pie.

—Es peligroso —me pone nerviosa que diga frases sin más y no explique las cosas. Luego se queja de que hago muchas preguntas, pero no las haría si fuera un hombre de más de tres palabras.

—Blake... —se me escapa una risa nerviosa—. Los colegios son peligrosos como cualquier otro lugar. Pero, ¿qué mal le puede hacer? ¿Pelearse con niños, hacer amigos, no hacer deberes, insultar a la profesora y enamorar a las chicas?

—¿Chicas? ¿También hay niñas de mi edad? —asiento lentamente—. ¡Quiero conocer a una que sea como mamá!

—Ya te he dicho que... —niega con la cabeza, cerrando los ojos, como si se diera cuenta de que es una pérdida de tiempo llevarle la contraria a su hijo—. Conocerás a chicas cuando seas más mayor —Nyx abre la boca para protestar, pero Blake se adelanta—. Y lo peligroso no es lo que le pueda pasar a Nyx, si no lo que él pueda hacer.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora