Quinn.
Llevo una semana desaparecida. No he vuelto a casa y no tengo prisa en hacerlo. Robo comida, me ducho en algún gimnasio y duermo en cualquier banco de la calle. Esto es horrible y ya no aguanto más, así que voy a regresar a casa.
Lowell insistió en que hoy tenía que recuperar toda la memoria. Dijo que era muy importante. No le hice muchas preguntas, aunque sonara raro, porque yo también quiero saber la verdad.
Es de noche y hace frío. Camino con paso apresurado por las oscuras calles de Howells, abrazándome a mí misma.
Cuando llego a mi casa, me paro frente a la puerta, indecisa. ¿Llamo? ¿Entro sin más? ¿Me habrán echado de menos? ¿Les habré preocupado? Bueno, la verdad es que no me importa. Después de lo que me ocultaron, se merecen sufrir.
Dentro se escuchan voces. Agudizo el oído y reconozco las tres. Pongo los ojos en blanco antes de llamar.
—¡Quinn! —a mi madre se le llenan los ojos de lágrimas cuando me abre la puerta.
Sintiéndome como la peor hija del mundo, paso por su lado casi sin dirigirle la mirada. Escucho como cierra la puerta y me sigue apresuradamente. Ambas entramos al salón, donde mi padre y Blake están hablando.
—Quiero que te vayas —es lo único que digo.
—¿Quinn? —Blake se pone de pie y se acerca a mí—. Estaba... estaba muy preocupado. No sabía dónde buscarte ni dónde...
—No necesitaba que me buscases. Quiero que te vayas, Blake. Ahora. Lárgate de mi casa.
—Quinn —miro a mi padre, que me advierte con la mirada.
—Tú te callas —no sé de donde ha salido esta Quinn, pero me gusta. Jamás me habría atrevido a hablarle así a mi padre.
Blake aprieta los puños y la mandíbula. Me lanza una mirada fría antes de caminar lentamente hacia mí. Se para a mi lado y baja la voz para que solo yo le oiga.
—No te fíes de ellos, reina —le miro, está serio y no tiene cara de estar bromeando. Roza ligeramente su hombro con el mío y, al rato, escucho la puerta cerrarse.
Trago saliva; puede que echar a Blake no haya sido buena idea. Le he hablado mal a mi padre, he ignorado a mi madre, y la advertencia de Blake no me hace sentirme segura.
—¿Quién te has creído que eres, Quinn? —mi padre se pone en pie con la intención de venir hacia mí, pero mi madre se interpone.
—Déjala, está enfadada y tiene todo el derecho. Pero no volverá a pasar, ¿verdad? —la mirada de mi madre me indica que debo darle la razón.
—No puedo prometer nada —mi padre se enfurece más—. Iré a mi cuarto.
—No. No irás a ninguna parte —mi padre me hace un gesto—. Síguenos.
Algo desconfiada, les sigo cuando ambos se dirigen a la puerta. Rodean la casa, entrando en el jardín trasero. Caminan directamente a... ¿la cabaña?
Hace años me dijeron que ya no podía entrar en la pequeña cabaña porque iban a guardar allí lo necesario para cuidar del jardín y, que al haber herramientas, era peligroso que entrara. ¿Para qué me llevan ahí?
¿Me van a matar? No, espera, si me fueran a matar no estaría aquí hoy. ¿Entonces qué? ¿Me van a dar una clase de jardinería?
La advertencia de Blake se repite de nuevo en mi mente.
Mi padre abre la puerta. A través de ella solo se ve oscuridad, y la luz de la noche no ayuda. Ambos entran y yo me quedo fuera un segundo antes de decidir entrar también.
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Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]
Misterio / Suspenso[COMPLETA] «Un terrible asesinato. Un único testigo. Protegerte será su única obsesión.» *** La vida de Quinn, una chica con miles de problemas, cambia radicalmente cuando sin querer, una noche, presencia los horribles crímenes de un asesino en seri...