•|Tres: «28 centímetros»|•

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Quinn.

La cabeza me duele, tengo ganas de vomitar y estoy cansada. Abro los ojos en un intento de sentirme mejor, pero la fuerte luz se clava en mis ojos, provocando que los cierre de nuevo y que gima de dolor.

—Quinn... —su voz es un susurro, pero es lo que necesito para abrir los ojos de nuevo.

Giro la cabeza y le veo sentado a mi lado, cogiéndome la mano. Su cabello moreno cae despeinado sobre unos ojos azules que se han tornado preocupados. Me permito detallarle bien. Lleva unos pantalones rotos negros junto a una cazadora verde oscura, desabrochada, dejándome ver la camiseta negra que se ajusta a sus pectorales.

Por muy borde que sea, nadie puede negar que el tío está bueno.

—Blake... —mi voz sale ronca y me cuesta hablar—. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?

—Oye, relájate —me toca el hombro y gentilmente me empuja para que me tumbe de nuevo, ya que había empezado a levantarme—. Estás en el hospital.

—¿En el hospital? —repito y él asiente—. ¿Por qué?

—¿No te acuerdas?

Frunzo el ceño y obligo a mi cerebro a recordar. Aparecen imágenes en mi mente. Sí, sí que recuerdo algo.

—Te fuiste. Caliope me avisó de que iba al parque con Nyx, y luego... —aprieto los ojos—. No recuerdo nada más.

—Te tomaste un bote entero de pastillas de éxtasis —abro la boca—. ¿Por qué no me dijiste que eres drogadicta?

Siento como mis músculos se tensan.

—No es algo que le vaya contando a todo el mundo —me defiendo.

—¡Pero yo soy tu...! —se calla. Le miro con una mirada interrogatoria para que continúe la frase—. Yo soy tu amigo.

—¿Somos amigos? —me extraño.

—Compañeros, más bien. Me lo tendrías que haber dicho.

—Lo siento, ¿vale? No quería que me mirases con pena, no estoy orgullosa de ello —agacho la mirada.

—¿Y estás orgullosa de haber estado a punto de morir? —su voz se vuelve dura—. Estabas inconsciente en el suelo, Quinn, ¡maldita sea!

—¿Me... me trajiste al hospital? —¿quién sino?

—Sí. Te atendió tu amigo. Caleb.

—Cayden —le corrijo—. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Joder, ¿nunca te cansas de preguntar? —niego deprisa con la cabeza. Mala idea, eso hace que me maree más—. Un día.

—¿Y llevas aquí un día?

—Soy como tu ángel guardián —me muestra sus dientes blancos.

Más bien es como un demonio.

Aprecio que se haya quedado a mi lado esperando a que despertara. Al fin y al cabo estamos conviviendo juntos porque tiene que protegerme, es lógico que se quedase en el hospital.

Imágenes de lo que pasó aparecen fugazmente y entrecortadas en mi cabeza, y... Un momento... Miro al policía.

—Blake, ¿me dijiste algo en otro idioma?

—No —le miro a los ojos; no sé por qué, pero siento que me miente—. Bueno, voy a...

Se levanta, pero la frase queda a medias cuando el golpe de la puerta contra la pared tapa el sonido de su voz.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora