•|Dieciséis: «¡Feliz cumpleaños, Nyx!»|•

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Blake.

Empiezo a despertarme pero permanezco con los ojos cerrados. Noto que Quinn no está sobre mi pecho. ¿Por qué siempre se aleja de mí? Sólo quiero dormir abrazado a ella. Hacía tanto tiempo.

Me doy la vuelta y, a tientas, busco su cuerpo para atraerla de nuevo a mi pecho y abrazar su cintura. Pero mis manos solo tocan las sábanas. Abro los ojos y me siento demasiado rápido. Hago una mueca ante el mareo que me causa la acción, pero se me pasa rápido al ver que Quinn no está en la cama.

Una sensación de temor se instala en mi vientre mientras estiro la mano para coger mi teléfono. Al encenderlo, veo que me ha mandado un mensaje.

Reina: voy un rato a casa de Evelyn. No te pongas como loco, estaré bien ;)

Suspiro, algo más tranquilo, aunque el miedo sigue latente. Me ha mandado el mensaje hace más de media hora, si no ha vuelto en diez minutos pienso salir a buscarla. Podría haberle pasado algo de camino a casa de su amiga.

Desearía que me hubiese despertado. ¿No entiende que hay un maldito asesino persiguiéndola? Podría haberla acompañado y haberme quedado en el coche.

Miro por la ventana; encima ha ido caminando con la de nieve que está cayendo. Dios, qué mujer tan cabezota.

Para matar el tiempo, me doy una ducha rápida y bajo a la cocina para desayunar —y para abordarla lo más rápido posible cuando llegue— unas tostadas con mermelada.

Mis ojos se dirigen cada dos segundos a la pantalla de mi móvil, esperando que se ilumine con algún mensaje o llamada.

Nervioso, decido mandarle un mensaje.

Yo: ¿vienes ya? ¿Estás bien? Llevas casi una hora fuera, dime que no te ha pasado nada.

Sin respuesta.

Termino las tostadas lo más rápido que puedo, casi atragantándome; friego el plato y comienzo a ponerme el abrigo.

Me da igual que se enfade conmigo; no me responde y me estoy imaginando lo peor.

Abro la puerta de golpe, encontrándome a Quinn a punto de meter la llave en la cerradura. Mi cuerpo se destensa, dando paso a un alivio inimaginable.

Está bien, mi reina está bien.

—¿Estabas usando la técnica de desaparecer por la mañana después de haber tenido una noche increíble? —opto por bromear, porque la alternativa es enfadarme con ella y no me apetece.

Sonríe, esa maldita sonrisa que hace que esté a sus pies.

—Jamás haría eso —pasa por mi lado, quitándose el abrigo y frotándose los brazos. Luego me mira y pone una sonrisa boba—. Hola.

Y como un idiota, le respondo con la misma sonrisa.

—Hola.

Camino hacia ella, abro los brazos y espero a que se cuele por ellos. Cuando lo hace, la aprieto con fuerza contra mi pecho, inhalando el olor de su cabello.

—No vuelvas a hacerme algo así. Me despiertas y re acompaño, pero no vuelvas a irte sola, por favor.

—No ha pasado nada —murmura.

—Pero podría haber pasado algo.

—Quiero tener libertad —apoya la barbilla en mi pecho y me mira.

—Lo sé, pero es peligroso, reina —suspira con un asentimiento de cabeza.

—Voy a cambiarme.

—Voy contigo —me lamo los labios, imaginándola desnuda de nuevo.

Ojos Rojos [+18] [Libro I & II]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora