C A P Í T U L O 04
Akira Hashimoto
Alice Moss
Tiempo actual...
Unos años atrás, cuando acepté convertirme en la infiltrada de Amelia, no tenía idea de cuánto podría cambiar mi pensamiento. En ese entonces, con veinte años, solo quería ser su orgullo, necesitaba demostrarle que todas sus enseñanzas habían valido la pena. Luego me tocó enfrentar los dos años más duros de mi vida, pasé mi adolescencia aprendiendo un idioma extraño solo para poder comunicarme con los demás, asistí a escuelas para niños ricos, e hice grandes amigos. Con veintiuno comencé a olvidar todo lo que mi niña interior quería y empecé a disfrutar de esos gustos que tanto le había escuchado decir a mis "hermanas" de la mansión.
Mi perspectiva cambió y no sabría decir si para bien o para mal. Ya no me hacía ilusión rebuscar en un podrido pasado cuando mi realidad era totalmente diferente. Eiser era totalmente distinto a cómo me había explicado Amelia, al menos en lo de ser un tipo déspota y asesino; ya que ese hombre era demasiado mujeriego. Con el paso de los meses me había acostumbrado a ver entrar y salir mujeres de la casa, así mismo me adapté a estar la mayor parte del tiempo sola ya que él siempre está de viajes de negocios. Sabía que esos viajes no eran más que una tapadera de sus posibles delitos, pero intentaba dejar de pensar en eso solo para mantener una vida estable.
Algo bueno que ocurrió a partir de los viajes de Scorpius fue mi acercamiento a Iker, aunque al principio me reusaba a hablarle ya que lo veía como un tipo inútil que solo quería aparentar ser un ser superior. Luego de que Eiser le pidiera como favor personal que me cuidara, nuestras vidas cambiaron drásticamente. ¿Sabes que es tener una persona con la que puedas contar para absolutamente todo? Ese sin dudas es Iker. Es el mejor amigo que nunca pensé tener, el hombre que se ganó toda mi confianza y por el cual haría lo que fuese.
Por estas pequeñas razones, odiaba encariñarme con las personas. Si desde un primer momento hubiese alejado mis sentimientos, si mi corazón no reaccionara cuando Eiser me mira y sonríe al despedirse de unas de sus conquistas, si Iker no fuera como un ángel caído del cielo, si él dejara de hablarme dulcemente, si evitara quererme como lo hace, quizás todo fuera diferente y yo estuviese cumpliendo mi misión. En todos estos años, mis nervios se han mantenido a flor de piel, con el temor de que Amelia me localice y me pida informes de lo que se suponía que debía hacer. Pero es que... ¿cómo le explico a mi madre que he llegado a entender a mis enemigos?
Soy patética.
Con veintitrés años me he convertido en una vergüenza, he vivido como una reina, rodeada de mimos y cariños que solo han servido para hacerme una chica pija con miedos e inseguridades. Es que he pasado por tanto en estos últimos seis años que me sería imposible contarlo todo. Empezando por mis estúpidos sentimientos que han llegado al límite al tener sueños húmedos con el único hombre del cual no podía enamorarme. Mi cabeza es una encrucijada, vivo constantemente pensando en cualquier despropósito solo para mantenerme alejada de mi destino.
Uno siempre sabe cuándo el tiempo de paz está a punto de culminar, y yo tenía claro que si atendía esa llamada, nada volvería a ser como antes. Había estado evitando hace cuatro días el incesante ruido proveniente de mi móvil que me indicaba una videollamada entrante con un número desconocido. Hace cinco minutos comenzó a sonar y vibrar de nuevo el teléfono, yo estoy de pie frente al escritorio, viendo cómo se ilumina la pantalla mostrándome ese largo y extraño número con un código que no pertenece a Seul. Mis dedos tiemblan un poco cuando los acerco para iniciar esa conversación.
—¡Dios, Alice! Estaba muy preocupada por ti —gritó eufórica Amelia a través de la pantalla. Le sonreí temerosa y alcancé el móvil mientras salía de mi habitación y me trasladaba a un lugar seguro donde nadie pudiese escucharnos.
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El placer de pecar (Bilogía Placeres)
Teen FictionLos amores eternos pueden terminar en una noche, los grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos. *** Alice Moss se dió cuenta muy tarde que además de encantarle el cuerpo de él, de fascinarle su alma, su maldad y la forma tan loca de hacerl...