39: Cambio radical

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C A P Í T U L O 39

Cambio radical

Alice

10 de septiembre

Jueves

2:00 pm

Habían pasado algunos días desde que vi a Iker en el parking de la universidad con esa chica. En todo este tiempo, él no ha puesto un pie en la casa donde se suponía que debíamos vivir. La primera noche, llegué un poco ebria, luego que salí de ese lugar, fui a un bar. Necesitaba tomar, para ver si así quitaba de mi corazón, esa melancolía que hacía por no dejarme en paz. El local estaba prácticamente vacío, aunque siempre se mantenían la clase de personas que no dejaban que el alcohol se alejara de sus vidas. Miré el reloj y marcaba casi las doce del mediodía. Mi estómago estaba vacío, aun así, me senté en la barra y luego de un tiempo de miradas extremas hacia mí, decidí pedir algo.

Salí de ese lugar de mala muerte casi a las nueve de la noche. Todos me miraban confundidos y muchos hablaban por lo bajo, cuchicheando. Ni en este país, ni en ninguno, es bien visto que una mujer estuviera desde horas tempranas bebiendo sola. Por supuesto no faltó el inteligente que se acercó a mí para acompañarme a casa o seducirme. Por suerte, son personas un poco decentes y con un no por respuesta, les bastó para dejarme ir en paz. Conduje hasta la casa a una velocidad adecuada, gracias al cielo, no tuve ningún accidente y los oficiales de policía no me detuvieron para verificar la licencia o alguna estupidez más.

Al entrar a mi hogar, los recuerdos me invadieron y me desestabilicé por completo. Le di un tirón a la puerta y me lancé al suelo a llorar. Raramente todo estaba oscuro, lo normal fuera que Iker o Akira estuviesen aquí. Pero no, algo me decía que estaba sola, nuevamente. La cama fue mi escapatoria para olvidarme de este augurio de día. A la mañana siguiente, con una resaca impresionante, bajé las escaleras de la segunda planta. Tenía la esperanza de que ellos estuviesen en la cocina o viendo televisión. Otra vez estaba sola.

Ese día no fui a la universidad, simplemente me quedé en la cama. Vi varias películas románticas y una que otra de terror. Daba lo mismo cuál fuera, siempre terminaba lamentándome, creía inconscientemente que cada una de ellas quería transmitirme un mensaje. Un vaso de agua y un poco de sopa fue el aperitivo del día. Pasaron unos días más en los que no tenía deseos de nada. Mi vida es una mierda. No tengo a mi hermano, no tengo amigos, no tengo a nadie. Solo podía refugiarme en mi llanto y en la música que ponían por la radio. En esos días tampoco tuve ningún acercamiento con Iker. No había venido tan siquiera a preocuparse por mí. Tampoco quise pensar en dónde se estaría quedando porque claramente estaba con Hye. Y Akira, suponía que después de tratarlo como la mierda aquel día y de abofetearlo, terminó abandonándome también.

El tono de llamada de mi celular, hizo que volviera en mí. Le eché una mirada a la pantalla iluminada y para nada fue sorpresa saber que la universidad trataba de localizarme. Algo raro, porque sabía por experiencia de otras personas que a ellos no les importaba la asistencia, solo el pago de matrículas. Por lo menos ellos, ya sea por obligación, se estaban preocupando por mí. La llamada finalizó y solo puedo decir que no interioricé nada de lo que me dijo el director. Él es un hombre muy educado y creo que verdaderamente estaba preocupado por mí. El tono en su voz, sus palabras de anhelo, me tranquilizaron un poco y por primera vez en tanto tiempo, me sentí bien.

—¿Señorita Miller? —No respondí, aún me costaba adaptarme a ese apellido—. ¿Se encuentra bien? Escuche, ha faltado por una semana entera a pesar de que las clases iniciaron recientemente —suspiró preocupado—. ¿Sucede algo? —negué—. ¿Entonces por qué falta? Sus notas bajarán radicalmente y es una pena. Usted es una de las mejores estudiantes de la universidad. Usted tiene un límite de ausencias, si lo sobrepasa, podría perder el año. Recapacite y venga de inmediato a verme.

El placer de pecar (Bilogía Placeres)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora