31: Un beso en la nuca, solo para tres

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C A P Í T U L O 31

Un beso en la nuca, solo para tres

A la mañana siguiente desperté con un enorme dolor de cabeza. Busqué en la gaveta al lado de la cama, intentando encontrar un envase con pastillas para aliviar el dolor de cabeza. Fallé en el intento. La habitación era muy hermosa, sí, pero no tenía nada más que las comodidades para que no me sintiera tan sola. Me senté en la cama, entrelacé mis dedos en mi cabello y suspiré agobiada repetidas veces. El día de ayer había sido una completa locura.

Bajé y no tropecé con Eiser, Akira o Iker, tan solo veía a los organizadores de la fiesta de mi hermano moviéndose de un lugar a otro; poniendo guirnaldas fluorescentes y cualquier tipo de decoración desorbitada que diera la visibilidad que él estaba buscando. Una vez en la cocina, revisé entre los armarios y gracias al cielo encontré un pomo de Advil, tomé una de esas cápsulas y seguí caminando por la casa, inspeccionando todo. Descubrí una piscina en un par de habitaciones siguientes, tenía sillas esparcidas por los alrededores y una mesa con un enorme mantel.

Quise meterme un rato en la piscina, nadar hasta notar que mis problemas habían desaparecido, pero a cambio volví a la playa, me senté en la arena y dispuse a pensar. Perdí la noción del tiempo y me di cuenta que estaba atardeciendo. Había pasado un día entero alejada de todos, bajo la sombra de una palmera, en la arena blanca, escuchando y viendo las olas del mar.

Unos días después, toda la casa era un caos. La fiesta estaba a pocas horas por así decirlo de celebrarse. Tuve una última charla con Sophie, para puntualizar cada momento y cuando entré nuevamente a la casa, me topé con la única persona que no esperaba ver. Asier, Asier Miller estaba deambulando por los alrededores. Pensé que se había escapado, que intentaba huir, pero luego me percato de esa toalla sobre sus hombros, de sus vendas en los dedos y el sudor bajando por su cuerpo completamente tatuado.

Me quedé mirándolo, observando cada detalle de él, intentando comprender cómo podía ser mi primo casi idéntico a mi hermano. Tenía que ser algo hereditario que los hombres de la familia Miller tuvieran tatuajes por todo el cuerpo. Lo seguí cuando me percaté de que estaba yendo en la misma dirección que yo, a la segunda planta de la casa. Me colé en su habitación y distinguí una cierta igualdad con la mía. Tenía solo los objetos necesarios, no era muy escandalosa y con baño propio.

Asier cerró la puerta, pero no le pasó seguro, intuía que se daría un baño luego de seguramente haber estado entrenando. Mi curiosidad por hablar con él, por primera vez, según recordaba fue mayor que el deseo de salir huyendo de allí. Sin premeditación me adentro en su habitación y me sorprendo cuando mis teorías fueron las correctas. Asier se estaba dando una ducha y yo estaba de camino hacia el baño para interrogarlo.

—Le dije a Jimin que los salvaría, pero creo que contigo en el juego no será necesario —le dije, sonando demasiado atrevida—. Porque supongo que todo esto que estás haciendo es solo una farsa para salvar a Sophie de mi hermano.

—Tendrás problemas si ellos te descubren aquí. —Esa fue su respuesta mientras veía el agua corriendo por su espalda. No pude evitar no mirar los tatuajes de su espalda, tan grotescos y hermosos—. ¿Te gustan?

—Son extraños —confesé cruzándome de brazos—. Asier, ¿cómo puedes estar tan tranquilo?

—No lo estoy. —Me apoyé en el cristal que separaba la bañadera del resto de la habitación, miré a un punto blanco frente a mí—. Me siento frenético, necesito que esto salga bien, no quiero fallos.

—La atraje hacia ti, para que todo estuviera a su voluntad. Ella de igual forma vendría a rescatarlos, así que creo que lo mejor será seguir tu plan, el que me contó Jimin.

El placer de pecar (Bilogía Placeres)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora