07: Concierto sorpresa

792 68 149
                                    

C A P Í T U L O  07

Concierto sorpresa

Intenté moverme, quise zafarme de su agarre y liberar mis muñecas; pero solo conseguí que sus grotescas manos me sostuvieran con brusquedad. No estaba siendo gentil, su tacto era rudo y su respiración aflorando en mi nuca estaba comenzando a erizar mi piel. No debía sentirme así, no tendría que gustarme, mucho menos cuando acababa de ser atrapada. Una de sus manos comienza a ascender por mi cintura hasta que se detiene en mi cuello.

La presión en esa zona limita mi respiración, él está siendo demasiado salvaje. Trato de gritar por la falta de aire y por el placer que me estaba provocando. Cierro los ojos y me dejo guiar por sus caricias, su pelvis se pega a mi trasero y comienza a moverse tan sensual que no sé si me va a reñir por entrar a su despacho o me follará encima del escritorio.

—Te ves muy tierno haciendo esto —farfullé sintiendo su respiración en mi cuello.

No dijo nada y solo me limité a morder mi labio inferior. Él me fascinaba. Un gemido ahogado se escapa de mi boca cuando mi cuerpo gira y mis ojos penetran las órbitas de los suyos. Esa sonrisa cínica se vuelve a formar en sus labios. Admiré ese color rosado que combina perfectamente con ese ondulado cabello negro que cae deliberadamente sobre sus ojos. En un movimiento tan rápido bajó mi diminuto short y pasó de estar paralizado a acuclillarse frente a mí. 

—¿Crees que soy tierno? ¿Eh? —susurró pasando la palma de su mano caliente por la cara interna de mis muslos, luego la llevó a mi trasero y golpeó fuerte mi carne haciéndome jadear—. Eres la primera mujer que me dice eso —se jactó y me cautivó de los pies a la cabeza cuando frotó su nariz en mis bragas—. Quiero escuchar la explicación que me darás después de que te haya descubierto husmeando en mis cosas.

—Solo pasaba por aquí y vi la puerta abierta, me dio curiosidad el color de la carpeta y quise ver qué escondía —le dije casi sin poder respirar, Eiser estaba olisqueando mis bragas mientras acariciaba mi trasero—. Me sorprende lo rápido que te pusiste ropa —ironicé recordando cómo diez minutos atrás se había quedado enfrentando a Akira con la mirada—. Y ahora, ¡suéltame!

Él alzó su ceja izquierda y se separó de mí sin comprender mi reacción.

—¡Desnúdate! —gruñó irguiendo su cuerpo obligándome a mirar hacia arriba por su tamaño.

Negué con la cabeza.

Una cosa es que ayer hubiésemos disfrutado de nuestros cuerpos, y otra muy diferente es que hace unos minutos me tratase como su hermana y que a los segundos siguientes quiera volver a follarme teniendo de espectador a Akira en la planta baja. Podré estar más caliente que una roca en el medio del desierto, pero no voy a permitir que él me trate como un objeto al cual puede manipular y usar a su antojo.

—Perfecto Moss —musitó con sarcasmo fingido.

Lo veo recoger la carpeta que había aventado al suelo y luego la colocó sobre el escritorio. Acto seguido ajustó su camisa negra y se dirigió a la puerta, solo que antes de que la cruzara agarré su brazo e hice que me observara fijamente a los ojos.

—¿Qué es perfecto Eiser? —soltó una pequeña risa irónica y acomodó su cabello mientras observaba altivamente el agarre de mi mano en su piel.

Entonces, lo solté.

—Cuando comiences a entender ciertas cosas y dejes de comportarte como una niña, háblame.

Me cruzo de brazos con el corazón latiéndome velozmente. Estaba enfadada, no entendía sus cambios de humor tan repentinos, como tampoco soportaba la idea de que me tratase como una niña cuando sabe perfectamente que soy una mujer libre e independiente.

El placer de pecar (Bilogía Placeres)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora