C A P Í T U L O 11
¿En verdad la quieres?
Recapitulemos...
En ese día ocurrieron algunas cosas un poco raras, después del desayuno, Eiser salió de la casa y no regresó hasta la noche para que fuéramos directamente al restaurante donde cenaríamos. Pero, mientras estaba en la casa, a solas con Akira, decidí continuar mi misión, era el momento perfecto dado el hecho de que estaba de vacaciones luego de haber cualminado el tercer año de universidad.
Y... Respecto a eso, al menos puedo estar orgullosa de estar convirtiéndome en la persona que siempre quise ser, aunque no sabría si llegaría a ponerlo en practica alguna vez.
Akira no me hizo mucho caso, para ser sincera, me ignoró completamente pasando por mi lado, cogió un cigarrillo mentolado y lo prendió bajando las escaleras del porche para dirigirse al jardín. Lo contemplé desde la ventana, viendo sus negras ropas tan ajustadas que lo hacían lucir como un sicario. La luz que incidió en mis ojos procedente de las lentejuelas de sus botas de cuero, me hicieron cerrar los ojos algunos segundos.
Cuando comencé a perderlo de vista, fui al jardín, prácticamente a hurtadillas, dejándome guiar por el perfume que ondeaba de su cabello medio suelto. La otra mitad estaba recogida en un moño con dos palillos chinos. Vi que llevó una de sus manos a su boca para agarrar el cigarrillo y después lo arrojó a un lado.
Me escondí detrás de unos arbustos cuando él se tiró debajo del árbol que creció frondoso al lado de la ventana de mi habitación. Abrió sus piernas y colocó sus manos detrás de su cabeza, cerró sus ojos y se quedó así por unos cuantos minutos. No supe por qué, pero quedé cautivada al verlo así, tan deshibibido, como si fuera un hombre indefenso.
Pero para nada lo era, estaba completamente segura de ello, y él lo dejó claro cuando esa bella mariposa se posó en su mejilla y de un solo agarre destrozó cada minúscula parte de su cuerpo. Mi corazón latió agitado de repente, el viento dejó de dar golpecitos en mi cara justo cuando Akira levantó su voz para hablarme.
—¿Vas a seguir espiándome? —dijo, todavía con los ojos cerrados. No salí de los arbustos, era imposible que me hubiese visto, sin embargo, esa roca que lanzó hacia mí me hizo retroceder haciendo que cayera al césped.
—¿Estás loco? Podrías haberme lastimado —farfullé, muy de mala gana.
—Tienes buenos reflejos, me he dado cuenta, así que suponía que no tendrías problemas en esquivar una roca.
Salí de mi escondite y me dirigí hacia él, me detuve frente a sus piernas abiertas y lo miré entero.
Y entonces, cuando abrió sus ojos y sus iris negras coincidieron con las mías, sentí una sensación extraña apoderándose de mi cuerpo. Mis mejillas se calentaron sin explicación, y lo vi reír de medio lado.
Cínico.
—¿Eso quieres decir que me has estado espiando también? —Akira carraspeó su garganta, y esa vez sonreí yo, lo había atrapado, o más bien, había descubierto alguna de las cosas que mi hermano le obligaba a hacer.
—Eres como una hormiga, escurridiza, diminuta y demasiado inteligente para mi gusto.
—Me han dicho cosas peores —afirmé con una sonrisa que al parecer se le contagió—. ¿Qué haces aquí?
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El placer de pecar (Bilogía Placeres)
Teen FictionLos amores eternos pueden terminar en una noche, los grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos. *** Alice Moss se dió cuenta muy tarde que además de encantarle el cuerpo de él, de fascinarle su alma, su maldad y la forma tan loca de hacerl...