26: Lilliam

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C A P Í T U L O 26
Lilliam

Dagmar

Mi garganta se cerró, la comida no me pasaba. ¿Por qué se le ocurrió hacerme esa pregunta después de tantos días? Todo en mi mente comenzó a dar vueltas, ella había hablado con alguien. Toda mi vida había sido sumamente cuidadoso para que Alice estuviera desvinculada de mis problemas. Ella no debía saber nada.

Sonreí.

Le di mi más sincera sonrisa para luego pasar mi mano por su muslo y apretarlo mientras ella me correspondía enseñándome sus más que perfectos y blancos dientes.

—¿Entonces me contarás? —volvió a repetir.

Tragué saliva y asentí. Se lo había prometido, pero claro, no le daré el último detalle de cada uno de mis secretos. No puedo contarle a qué me dedico exactamente, no me lo perdonaría.

—Escucha bien, no sé quiénes fueron los que te secuestraron, tampoco sé por qué buscan una contabilidad B que no existe —comencé a explicarle camuflando un poco la verdad—. La contabilidad B o dinero negro procede de actividades ilegales como tráfico de armas, tráfico de drogas —suspiré inconscientemente—, tráfico de personas, prostitución, juego de apuestas, contrabando y otras muchas actividades que no son declaradas a hacienda y que generan enormes cantidades de dinero.

—Esas personas buscaban una memoria USB en la que tú tenías tu dinero negro —negué con la cabeza—. ¿Cuál de todos esos negocios es el tuyo Eiser? —tragué en seco.

—¿Me crees capaz de eso? —ella sonrió, por supuesto que lo hacía—. Tengo suficiente dinero con la industria de cosméticos como para tener que dedicarme al lavado de dinero.

—Entonces no entiendo por qué me secuestraron y por qué pensaron que yo sabría dónde tú tendrías ese USB —ella toma un poco de agua, veo como baja por su garganta y después aparta mi mano—. Era una mujer la que estaba al mando de todo.

—¿Habías escuchado su voz antes? —obviamente no, Alice nunca ha tenido contacto con la hermana de su madre y por su bien, jamás lo hará.

—No —me miró fijamente, buscando que palabras exactas decirme—. No es que hablara mucho. Creo que trabaja con un hombre, la sentí hablar con un chico de voz gruesa, pero no pude ver sus rostros.

—¿Sabes si Dante estuvo en la misma habitación que tú? ¿Le hicieron preguntas a él? —Algo no estaba bien, si Lilliam lo que intenta es descubrir mi contabilidad B, entonces no entiendo para qué secuestrar a Dante.

—No recuerdo mucho, cuando desperté, estaba amarrada de manos y pies a una silla, en una habitación con aire acondicionado —mordió su labio inferior, estaba intranquila, como si hablar de eso le trajera recuerdos negativos—, pero creo que mantenían a Dante en otro cuarto ya que nunca escuché su voz.

Esto era muy extraño, demasiado extraño para mi gusto. Sabía que ese peli azul no podía quedarse quieto. Pero... ¿Con Lilliam? ¿Cómo se conocieron?

—¿Me escuchaste? —Tocó mi brazo y giré a verla.

—No, lo siento —sonreí—. Me distraje por un momento. Alice, no hablemos más del secuestro, eso me pone un poco eufórico. —Cerré mis ojos por un momento queriendo relajar mi cervical que se mantenía tensa—. No quiero ni imaginarme lo que pasaste.

—De acuerdo —su tono de voz era pausado, se estaba comportando un poco extraño ya que normalmente Alice hace demasiadas interrogantes—. Bien, mi segunda pregunta es algo que desde siempre he tenido curiosidad, un tema un poco delicado y que me gustaría saber absolutamente todo. —Mi corazón se estaba acelerando mientras veía cómo llevaba un pedazo de conejo a su boca—. ¿Quién es mi madre y por qué me abandonó?

El placer de pecar (Bilogía Placeres)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora