27: Revelaciones

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C A P Í T U L O 27
Revelaciones

Alice

¿Habría hecho las cosas de manera diferente de haber sabido que lo que ocurrió iba a pasar? No estoy segura. Cada maldita mañana me despierto pensando en él. A veces me siento agradecida porque todo fue demasiado hermoso aunque haya acabado muy rápido. A mi mente siempre llegan los momentos de pasión que pasé a su lado, lo único que veo es su hermosa sonrisa.

Soy una idiota.

¿Cómo puedo estar tan obsesionada con mi hermano? Entonces, comienzo a pensar en el sufrimiento que me causó, el dolor que me persigue por su indiferencia. Ha pasado un mes desde aquellos disparos, desde que llegué a Hesse, Alemania. El viaje fue turbulento, pero lo peor vino cuando Akira me llevó a esa enorme casa y me encerró, literalmente me encerró hasta que tuviera nuevas órdenes.

No entiendo que ocurre, mi cabeza está hecha una laguna de preguntas. La puerta de la habitación se abrirá en media hora, otra vez entrará Akira y pondrá encima de la cama una bandeja con el desayuno. Llevo más de una hora mirando el techo y las pequeñas estrellitas que están pegadas en el mismo, me muevo de un lado a otro, estoy intranquila, preocupada, siempre que pregunto acerca de Eiser nunca tengo respuesta alguna.

No sé si mi hermano está vivo o muerto.

Necesito saber qué ocurrió ese día, si realmente esa mujer es mi madre, si es ella la que quiere matarlo, quiero ver a mi padre, necesito saber en qué problemas está metido mi hermano, quiero ayudarlo y lo más importante, quiero saber a qué se dedica realmente.

—¡Alice! —escucho la voz de Akira tras la puerta. 

Gruñendo para mis adentros, levanto mi cuerpo de la cómoda cama y me siento en un pequeño sofá de cuero blanco a esperar que entre nuevamente. Se escucha el crujir de la puerta mientras es abierta, unos gigantescos zapatos negros se dirigen sin control hacia mí.

—Desayuna —me ordena poniendo la bandeja sobre mi entrepierna.

—No tengo hambre. —Mis impulsos fueron los de tirar la bandeja al suelo pero me resistí ya que él la toma y la pone sobre la cama.

—Muy bien, no desayunes. —Se acerca a la ventana y abre las cortinas, dejando entrar la tenue luz mañanera—. En diez minutos, alista todas tus cosas, saldremos a encontrarnos con alguien.

—¿Qué? —Me levanto exaltada—. ¿De verdad? ¿Mi hermano está ahí esperándome? —Una sonrisa se iluminó en mi rostro, era la mejor noticia que había escuchado durante mucho tiempo.

—La orden del señor Miller fue que luego de que pasara un mes, te incorporaras en nuestra lucha —lo vi maldecir, incómodo—. Es algo totalmente descabellado porque no te veo capaz de hacer algunas cosas, pero él confía en ti.

—¿Qué quieres decir?

—Sabemos todo Alice, siempre lo hemos hecho. Quizás no me corresponde a mí decirte esto, pero tienes que entender ciertas cosas si vas a trabajar con nosotros —asentí, no sabía muy bien a qué se refería pero el miedo de descubrir que siempre fui una infiltrada me estaba consumiendo—. Ya sabes que perteneces a la familia Miller, que eres su hermana —alzó su ceja mientras decía aquello con una voz discriminatoria—, y nosotros conocíamos perfectamente los planes de Amelia. ¿Te has preguntado por qué no te ha molestado más?

—¡No! —grité, sorprendida.

—Fue dada de baja hace ya un tiempo, y sus amigos del gobierno, al menos los que estaban investigándonos, también. Cualquier información referente a ti, o ellos, fue eliminada, por lo que no debes seguir husmeando en sus vidas más allá de lo que te contaré.

El placer de pecar (Bilogía Placeres)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora