C A P Í T U L O 42
La chica misteriosa
Ella me conoce. Me llamo Daiser. Le agradecí internamente a esa desconocida, que al parecer es bastante cercana a mí, ya que me extraña. Gracias es eso pensé por un momento en que ella podría ser más útil de lo que esperaba. Le dediqué una sonrisa y observé su trasero con disimulo mientras me guiaba a mi correspondiente mesa. Empujé mi mejilla con la lengua mientras alzaba una ceja. ¿En serio? ¿La mesa más solitaria y oscura de todo el lugar? Ella acomodó su chaleco y colocó su cabello detrás de su oreja. Lucía muy hermosa y determinada. Suspiré. Ella me conoce, pero yo no tengo idea de quién sea. Solo algo está claro, la utilizaría.
—¿Hoy vino solo o espera algún acompañante? —Se acercó un poco a mí y pegó ligeramente su pecho a mi hombro. Sabía lo que hacía, y solo seguiré su juego.
—¡Quiero lo de siempre! —le dije indiferente. Ella comprendió el tono de mi voz y no hizo más ninguna pregunta.
Sus pies dieron media vuelta luego de haber anotado mi orden y caminó hasta que su cuerpo se escondió tras la mampara. Antes de perderla de vista por completo, me sonrió socarronamente. Entendí la indirecta. Puedo tener pérdida parcial de la memoria, pero sé cuándo una mujer desea ser follada. Pasaron alrededor de diez minutos en los que no hubo presencia de ella por el restaurante. Aún seguía tras la mampara. Me levanté decidido y caminé hacia ese lugar. Aflojé mi corbata cuando estuve a punto de pasar. Entro y lo primero que veo es un largo pasillo que se dividía en dos habitaciones. Me había fijado cuando allané ese perímetro, que los dependientes llevan los platos sucios hasta una ventana que hay al lado del mini bar. Allí se deben de lavar y pulir. Supuse, que en la habitación derecha, estaría ese lugar, mientras que en la otra, estaba la cocina.No dudé un segundo y me dirigí al cuarto de lavado. Entro en la habitación y veo a dos personas, cargadas sobre el lavaplatos. Las piernas de la morena estaban entreabiertas. Sus ojos estaban cerrados y el dedo de él se deslizaba por encima de su braga. Esta habitación tiene una sección que divide la parte de lavado con la del pulido. Me dirijo lentamente hacia un ángulo donde podré ver el espectáculo y al mismo tiempo no ser visto. Menuda sorpresa me llevé cuando la vi a ella escondida, observando como una pervertida, teniendo los mismos instintos primitivos que yo.
—Después de todo resultaste ser una voyeur —me pongo tras su espalda, pegándome a ella—. Dejémoslos que se diviertan — le susurro —
Instantes después, el sonido de las otras dos personas se hace completamente notorio mientras ella y yo continuamos viendo todo su espectáculo. Ella se dirige a mi entrepierna, sé lo que intenta, sé lo que quiere, pero no estoy dispuesto a concedérselo. No aun, no hoy.
—¿Cuándo sales? —le pregunté llevando a mi boca un trozo de camarón que encontré en un plato al que no le habían dado ni una probada—. Está bueno —dije con sorna.
Ella me quitó de la boca la otra parte y lo dejó caer nuevamente en el plato.
—Dentro de una hora —dijo y me miró atentamente—, y eso que acabas de comerte era supuestamente la cena de alguien que dijo que estaban crudos.
—Creo que no tienen idea del arte culinario —refuté y vi cómo me dejaba allí solo para volver a sus quehaceres—. Te voy a esperar una vez salgas, necesito que hablemos.
Ella asintió y yo me largué de allí para esperar mi cena.
(...)
La vi salir del restaurante con su mochila y caminó hacia su bicicleta a un lado del estacionamiento, la sacó del lugar antes de subirse y pedaleó calle abajo, justo donde yo estaba. Mis manos estaban dentro de mis bolsillos. Eran casi las once treinta de la noche. Cuando ella se percató de mi presencia, arrugó un poco sus cejas.
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El placer de pecar (Bilogía Placeres)
Teen FictionLos amores eternos pueden terminar en una noche, los grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos. *** Alice Moss se dió cuenta muy tarde que además de encantarle el cuerpo de él, de fascinarle su alma, su maldad y la forma tan loca de hacerl...