45: Otra víctima

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C A P Í T U L O 45

Otra víctima

Desconocido.

14 de septiembre

Lunes.

9:00 pm

Escuchaba a Celine Dion porque su voz me recordaba a los ángeles. Titanic un clásico, algo parecido ocurriría en la mañana siguiente. Lo presiento. La suave melodía resonaba en la lóbrega habitación. Un sótano pequeño, sin ninguna ventana para ventilar. También estaban las diminutas ratas que le hacían compañía a esas zorras. Un apelativo cariñoso que les puse a mis niñas malas. Ella estaba tan hermosa, tan indefensa. Sus sollozos eran gloria para mis oídos. Ella estaba encadenada en la pared, sin ropa. Sus manos y piernas estaban extendidas a lo largo y ancho del muro.

Desabroché el cinturón de mi pantalón y me acerqué lentamente a ella, silbando la parte alta de My Heart Will Go On. Sus labios temblaban y sus piernas hacían por cerrarse. Eso solo hacía que me dieran más ansias por poseerla. Hice un ademán con mi mano mientras deslizaba el cinturón por su cintura, llegando hasta su intimidad. Uno. Dos. Tres. Suspiré y alcé mi mano para darle el primer latigazo. Ella mantuvo silencio, sólo movió su cabeza a un lado. Esto hizo que el aroma de su cabello invadiera mis fosas nasales. Huele tan bien, su piel es tan blanca, sus labios tan carnosos. ¡Me estaba volviendo loco!

Ella es tan preciosa, tiene un cuerpo perfecto, es tan sumisa, pero es una idiota. Y eso me enfadaba. Por su culpa todo podría haberse ido a la mierda. Su vista seguía cada una de mis acciones. Tomé una silla algo oxidada y la puse delante de ella. Me senté a horcajadas en la misma, apoyando mis brazos en el respaldar y mi rostro sobre estos. Observé cómo de su labio salía sangre, ella la saboreó y luego escupió. La chica ha estado encerrada en este sótano hace más de dos días. Atada, sin poder mover sus extremidades, solo recibiendo dolor y sexo salvaje.

—¿Por qué no hablas, cariño? —pregunté con una sonrisa burlona.

Ella sólo me observó con asco. Maldiciéndome en voz baja. Eso solo hizo que mi ego y mis deseos por causarle daño crecieran.

—Lo que sea que tengas que decir, dilo en alta voz. ¡Déjame escucharte! —le sugerí con una sonrisa.

—¿Cómo confié en tí? —De sus ojos cayeron algunas lágrimas.

—¡Fácil! —solté una carcajada—. Eres una chica que se fijó en el chico malo e inalcanzable.

—Estúpido, egocéntrico, maltratador. —Lancé la hebilla del cinturón directo a su rostro. Este golpeó su labio, rasgándolo aún más.

—No. Te equivocas. —Me levanté de la silla y me acerqué para limpiar la sangre que comenzaba a manchar el suelo—. Nunca te obligué a nada.

Con mi dedo índice hice un camino de sangre desde su cuello hasta su clítoris. Tardé unos minutos para que estuviera bien delineado y luego chupé mi dedo frente a ella. Le sonreí y volví a azotarla.

—¿Quieres divertirte un poco? —Agarré violentamente uno de sus pezones y lo mordisquee fuertemente, causando que ella gimiera entre placer y dolor—. ¿Por qué eres tan zorra?

—¡Cállate! Eres un asqueroso. —Llenó mi rostro de fluidos salivales y sonreí cínicamente.

—¿Por qué no me habías mostrado esta faceta antes? Me gusta más. —Limpié mi mejilla y luego saqué de mi bolsillo una navaja—. Hagamos que el momento antes de que mueras sea inolvidable. ¿No?

Me arrodillé frente a ella, sus ojos seguían cada uno de mis movimientos. Estiré mi mano hasta su muslo y lo acaricié. Una lágrima cayó en mi frente cuando el filo de la cuchilla comenzó a rasgar su blanca piel. Ella comenzó a gritar mientras yo hacía líneas paralelas a lo largo de su pierna. La sangre comenzaba a brotar y descendía hasta el suelo, dejando varios puntos rojos. Las heridas son superficiales, no hace falta sutura.

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⏰ Última actualización: Aug 12 ⏰

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El placer de pecar (Bilogía Placeres)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora