C A P Í T U L O 09
Errores y traiciones
Tiré sobre el escritorio unos portafolios mientras abría las ventanas del despacho de reuniones. Estiré mis manos y comencé a anudar las tiritas grises de la gran cortina, que estaba por así decirlo, llena de polvo. Observé por un minuto el gran árbol que daba justamente a la ventana de la habitación de Alice y sonreí al recordar la forma en la que escapó. Giré mi vista hacia su cuarto —que está contiguo a este—, y observé el gran ventanal abierto, se me hacía raro que lo hubiese dejado así cuando yo mismo me cercioré de que quedara clausurado cuando se marchó con Iker.
Solo es el viento.
Moví mi cuello de izquierda a derecha, logrando un traqueteo de este y luego giré mi vista a mi escritorio. Debía dejar las paranoias o solo conseguiría que mi cabeza doliera. Ayer el mismo Iker regresó y me dijo que Alice estaba a salvo, durmiendo plácidamente en su cama. Caminé a paso lento hacia los papeles que antes había tirado mientras miraba a Donovan.
Ella está sentada frente a mi silla, moviendo sus piernas a un ritmo estresante. Mi experiencia me dice que se encuentra nerviosa y quizás un poco lujuriosa, sin embargo, mis encuentros con ella solo serán estrictamente por trabajo. No es que Donovan no sea una mujer encantadora, porque lo es, solo que actualmente no tengo mucho apetito sexual y sé que si intento algo con alguna chica, terminaré excediéndome.
Cuando me senté, ella, como una perra en celo, enredó sus piernas con las mías, encajando las puntas de sus tacones en mis pantalones. Dibujé una falsa sonrisa mientras sacaba unos documentos y pensaba cuidadosamente mis palabras. No podía permitirme otro error.
—¿No me dirás nada, Miller? —dijo poniendo sus manos sobre los papeles, mostrándome los enormes anillos que llevaba en cada dedo índice.
Sus largas y verdes uñas artificiales captaron mi atención, no entendía mucho de la moda femenina, pero creo que combinar el verde con el rojo nunca ha sido una buena opción. Volví a centrarme en mi jugada y activé un interruptor en mi interior que sacaba mi lado más cabrón.
—¿Qué deseas oír? —mi voz salió ronca, cargada de impaciencia—. Es más que obvio que estás hermosa, podría decir que hasta más que ayer — noté cómo ella sonrió un poco ruborizada por mi cumplido.
—No me refiero a eso, solo quiero escucharte decir que te mudarás conmigo —farfulló y me obligó a mantener mi silencio por unos segundos.
—¿No crees que te estás apresurando demasiado? Aún nos estamos conociendo, además, esta reunión es por trabajo, creo que dejé claro ayer en la noche que no me gusta mezclar placer con oficio —retiré sus manos de los documentos previamente impresos y ella desenredó sus piernas de las mías.
—¿Por qué no pasaste la noche conmigo ayer? —ironizó y la ignoré recordando ese día. Luego negué con la cabeza alejando esos extraños pensamientos y volví a prestarle atención—. Pensé que después de que tu amigo se marchara, iba a disfrutar de tus caricias.
—Donovan —agarré su mano dulcemente y ella me sonrió—. Fui con Zeus a nuestro encuentro porque él era el indicado para comprobar que no me estuvieras engañando. —Apreté su muñeca mientras elevaba la comisura derecha de mis labios y noté como su rostro se desfiguraba por el dolor—. Necesito que me digas que alejarás el sexo del trabajo.
ESTÁS LEYENDO
El placer de pecar (Bilogía Placeres)
Teen FictionLos amores eternos pueden terminar en una noche, los grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos. *** Alice Moss se dió cuenta muy tarde que además de encantarle el cuerpo de él, de fascinarle su alma, su maldad y la forma tan loca de hacerl...