𝖀𝖓𝖋𝖆𝖎𝖙𝖍𝖋𝖚𝖑

Cap 37

Sin rumbo y mirando uno a uno cada escaparate de cada tienda la encontró, estaba de espaldas, subida en una escalera tomando un gran ramo de rosas rojas, era ella estaba seguro, su melena rojiza la caía por los hombros.

La gente iba y venia, las calles abarrotadas, el tiempo se congelo para el, solo podía seguir observándola, un cuerpo choco con el, despertó de sus pensamientos y solo le dio tiempo a ver a la persona con la que había tropezado pidiéndole una rápida disculpa y seguir con su camino.

El volvió a mirar el escaparate, intento dar un paso hacia la puerta pero enseguida retrocedió, ¿miedo? Mucho, preguntas sin respuestas, terror, pánico... le temblaban las rodillas...

El cielo oscureció, las primeras gotas de la primavera comenzaron a caer, todos los trausentes comenzaron a correr refugiándose en los locales y él... él se alejo, como hacia cada día desde hacia dos semanas.

Iba allí, la observaba unos minutos y después se iba sin ser descubierto...

¿Cuando llegaría el día en el que tuviera el coraje de enfrentarse a ella?

**
Dulce decoraba el escaparate mientras tarareaba una famosa canción del momento.
Llevaba trabajando en la floristería seis meses, todavía la dolía pensar en ello, tocándose dulcemente el vientre, recordó que si no fuera por su bebe, no lo habría superado.

Pero ahí estaba, nueva vida, nueva ciudad, un trabajo…

Tessa salió en ese momento de la trastienda, miro rápidamente al escaparate y desvió la vista hacia Dulce, sus labios dibujando una gran sonrisa.

-Esta precioso Dulce.

Ella sonrió, recordando que a Tessa siempre la encantaban sus escaparates. Su jefa era una mujer regordeta y de baja estatura, pero todo lo que la faltaba de altura lo tenia de gran corazón, su pelo, tintado de rubio, ocultaba las canas que ya tenia por la edad.

Desde el primer momento que la vio se encariño con ella. Dulce acababa de llegar a la ciudad, mientras por la mañana buscaba desesperadamente un trabajo, por las noches se alojaba en el motel mas barato, llevaba diez días allí y nadie quería dar trabajo a una mujer embarazada, el dinero se iba acabando y ella estaba desesperada.

Agotada decidió descansar calculando mentalmente cuantos días mas podría pagar el motel, el frío otoñal estaba calando en sus huesos y una fina lluvia comenzó a caer, una mujer se sentó junto a ella.

-Niña debería irse a su casa -dijo la mujer.

Dulce la miro, no sabia si reír o llorar. Levantándose dio las gracias a la mujer y tomo su maleta. La mujer la volvió a llamar, invitándola a entrar en su tienda a tomar un chocolate caliente, charlaron animadamente durante horas, para cuando se quisieron dar cuenta había anochecido, meses después Dulce seguía allí.

Dulce volvió al presente, Tessa la estaba hablando mientras se colgaba el bolso al hombro.

-Perdón, ¿Que decías?

-¡Ahi niña tu siempre en las nubes! -suspiro Tessa- Voy a la tienda de la esquina, necesitamos comida para la cena, no tardare, tu siéntate un rato, llevas horas trabajando en el escaparate, no es bueno para tu estado estar tanto rato de pie.

Dulce sonrió, Tessa era lo mas parecido que había tenido a una madre, desde que paso el accidente en el que sus padres murieron.

La anciana se marcho, Dulce volvió a mirar al escaparate, decorado con margaritas, rosas y claveles de todos los colores, estaba hermoso, pero faltaba algo... Fue a la trastienda y tomo una maceta con tulipanes amarillos, que darían el color que faltaba.

Al salir vio como la gente ya se fijaba en el escaparate, se quedaban unos segundos mirando y luego seguían caminando.

Su vista se encontró con la de un hombre, era el único que no miraba al escaparate... la estaba mirando a ella, Dulce se acerco, intentando adivinar por que seguía sus movimientos.

Un escalofrió recorrió su columna vertebral, la vista se nublo, sus manos temblaron y la pequeña maceta cayo al suelo en mil pedazos.

No, no podía ser, el no...

Respiro hondo, muchas veces lo había soñado... pero los cristales que habían caído sobre sus pies, eran una idea clara de que no estaba soñando esta vez, bajo la vista a sus pies, sucios por la tierra y con pequeños rasguños por los cristales.

Contó hasta tres temiendo levantar la vista y volver a encontrarse con aquella mirada...

Uno...

Dos...

Tres...

Temblorosa alzo la vista...

Las lagrimas corriendo por su rostro...
no estaba... de nuevo su imaginación la estaba jugando una mala pasada...