Capitulo 24.

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No tenía idea de cuánto tiempo había pasado, cuando despertó sintió una presión en sus manos, le pesaban, no podía enfocar bien pero había otro cuerpo a un lado suyo, sus muñecas y tobillos tenían algo que parecían grilletes atados a cadenas, lo abrazaban por la espalda de una forma particularmente conocida y distinta al mismo tiempo: de la cintura y bajo el cuello; sintió la respiración; su cuerpo dolía, no tenía idea cuánto tiempo había estado dormido; recordaba el golpe, luego nada, lo siguiente era este momento confuso, escuchaba roncar suave a quien lo acompañaba; siguió sintiendo e intentando forzar su visión, era una cama, estaba seguro, sentía las sábanas sobre él, se dio cuenta que no tenía camisa, zapatos ni calcetines, se movió un poco, tenía un pantalón grande, se notaba,

-¡Gatito, mi gatito!- escucho como un murmullo

Intento mover las manos, intento estallar, no podía, pero no se sentían como esas esposas que controlaban sus explosiones, pensó que con algo de esfuerzo podía volarlo todo, intento pero nada pasaba, el cuarto era frío, sentía un aire helado corriéndole por la piel que no estaba cubierta por las sábanas, tenía que lograr salir de ahí, volvió a pensar, calculaba,

-gatito, estás despierto por fin, no te preocupes, lo calcule todo-

Si actuaba como siempre no iba a salir de ahí, tenía que darse tiempo para ubicar el momento exacto y la forma de liberarse; dejó de pensar en las sensaciones de su cuerpo, aquello era lo más aterrador que había experimentado; no era una batalla o una guerra, no había una ganancia para Dabi, era eso extraordinario, era lo que le decía en las cartas y podía romperlo, eso que en verdad podía romperlo; le acariciaba el pecho y le dejaba mordidas en la nuca, no dijo nada, se quedó quieto,

-Gatito, gatito- 

era lo único que escuchaba, intento tronar los dedos para ver si de casualidad una mecha le salía, un ligero estallido aunque fuera del tamaño de una cerilla, cualquier cosa,

-¿quieres comer?-

Katsuki movio la cabeza afirmando, no tenía idea de cuánto tiempo llevaba ahí y a decir verdad tampoco tenía hambre, pero le daba tiempo para pensar a solas y eso podía ser la diferencia, lo soltó, el peso de ese cuerpo se levantó de la cama, como un fantasma, lo vio ponerse una playera y pantalones, la puerta se abrió y se quedó solo, se giró para inspeccionar el lugar, una ventana teñida de negro en la pared sobre su cabeza, una cama matrimonial, ¿dónde estaba?, un escritorio y una puerta; había intentado escuchar, no tenía candados podía moverse un poco pero no lo suficiente para hacer nada; volvió a chasquear los dedos, estaba sudando frío, eso podía ayudar, el lugar se veía viejo y desgastado, tal vez un edificio abandonado; las cadenas no estaban soportabas a la cama sino a las paredes, dos grandes piezas de metal reforzadas, intentó jalarlas pero la fuerza no le fue suficiente.

La puerta se abrió de nuevo, ¿por qué se veía tan jodidamente feliz?, como un niño pequeño, era muy parecida a la mirada de su mitad y mitad cuando recibía algo que nunca había probado o veía algo que debió ver de niño pero no pudo, ¿por qué estaba tan jodidamente feliz?, su cuerpo le dolía completo, la posición de sus brazos era demasiado molesta, Dabi traía una bandeja con un par de platos, un vaso,

-tengo mucha sed-

-claro, claro, mi gatito lleva mucho tiempo sin comer y sin agua, espera-

Toya le daba de comer y beber en la boca, aquellas cosas en sus manos apenas y le permitían moverse realmente, pero ahora podía bajar los brazos, mantenía las manos unidas pero aquella pesada cadena ya no lo contenía;

-¿me vas a tener encadenado por siempre?- aguantar y no empezar a gritar era una labor titánica

-¡vamos gatito, te quiero pero no soy un imbécil!-

Un estallido (todobaku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora