Capítulo 5

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Nunca me había sentido de aquella manera en mi vida. Veía todo lo que sucedía a mi alrededor en cámara lenta y como si un velo translúcido se extendiera entre el mundo y yo. Estaba completamente alejada y excluida porque no podía soportar lo que allí afuera estaba sucediendo; ni siquiera había pronunciado una palabra desde aquella tarde. ¿Qué sentido tenía? Nadie me escuchaba, nadie quería creer lo que les estaba diciendo: que Quinn no estaba muerto.

Me negaba a aceptarlo, era imposible. Él no podía estar muerto porque me había prometido que regresaría; y aunque yo misma me sentía muerta por dentro, como si algo hubiera sido arrancado de mi interior, él no estaba muerto porque siempre cumplía sus promesas. Me lo había prometido, me había prometido que regresaría. Tenía que hacerlo.

Pero por más que lo repitiera una y otra vez, hasta yo misma escuchaba el engaño patético con el que intentaba convencerme. Y sin embargo seguía intentándolo porque ¿Qué haría yo sin él? Él, Quinn, quien había sido la primera persona que me había rescatado de la soledad, que se había entregado completamente a mí, que me había dado todo su amor incondicional y había creído en mí como nadie más lo había hecho, cuando nadie más lo había hecho. ¿Cómo podía afrontar la verdad cuando ésta era tan dolorosa, tan desesperanzadora? ¿Cómo podía aceptar que todo lo que vería de él nuevamente serían fotos y recuerdos que se desvanecerían con el tiempo? ¿Cómo podía pensar siquiera que eso era todo lo que me quedaba? Dolor y recuerdos, eso era todo. Un dolor infinito que se sentía como si alguien estuviera aferrando mi corazón dura e incesantemente, y recuerdos que esperaba alguna vez me trajeran algo de felicidad, también.

En los casi siete días que habían pasado desde aquellas trágicas palabras, no había hecho mucho realmente. Me había limitado a cumplir con mi trabajo, aunque por primera vez la felicidad ajena me provocara más dolor y nostalgia que cualquier otra cosa; pero yo no habría podido abandonar así como así aquello por lo que había luchado, ni siquiera cuando me habían dicho que me tomara un tiempo para asimilar lo que había sucedido. No podía dejar lo único que remotamente me distraía de mi propia vida. Había alejado a todo el mundo de mí, no porque a partir de ahora quisiera enterrarme en mi soledad y revolcarme en mi miseria, sino que simplemente no podía soportar ver la lástima en sus rostros y mucho menos oír sus pobres intentos de consuelo; no eran más que un recordatorio constante que realmente prefería evitar. Así que solo estaba yo, durmiendo en un sillón todas las noches porque la cama me parecía inmensa y fría sin Quinn a mi lado; aunque quizás exageraba al decir que dormía, ya que las pesadillas que apenas habían aparecido durante los últimos dos años estaban recuperando el tiempo perdido sin remordimientos.

Trozos de la conversación que había mantenido con Dorian regresaban una y otra vez, viéndome a mí misma desde afuera; viendo mi desesperación y mi desolación al escuchar aquellas fatídicas palabras, viendo la vaga ilusión que intentaba mantener, la falsa y quebradiza esperanza de que nada de eso estuviera sucediendo.

- ¡Él no puede estar muerto! ¿Entiendes? ¡No! – Le había gritado a mi amigo una vez que el shock inicial había desaparecido, escuchando mi propia voz estridente e histérica.- ¿Los viste… los viste matándolo?

- No, pero lo hirieron y había mucha sangre, Leila; y luego… ellos simplemente se lo llevaron cuando nos empezamos a replegar… No pudimos hacer nada por él.

- Si no los vieron matándolo significa que todavía está vivo. ¡Quinn puede estar vivo, Dorian!

Pero no me habían dejado mantener aquella idea, viendo el brillo casi desquiciado que había aparecido en mis ojos, siendo movida completamente por la desesperación.

- Leila, estuvo trece años prófugo y se convirtió en el más buscado de los Recogedores. Claro que está muerto, ¿Por qué lo habrían mantenido con vida?- Y había sentido esas palabras como golpes físicos, haciendo que comenzara a temblar.

- Por mí, no lo mataron por mí. Brodock lo quiere como señuelo porque sabe que iré a buscarlo.

- ¡Basta! No todo lo que hagan los Recogedores gira en torno a ti, Leila. Ellos encontraron a Quinn, tuvieron la oportunidad de matarlo y lo hicieron. 

- Eres un insensible.

- No, no lo soy… ¿Crees que no me importa lo que le pasó a mi amigo?

- Si te importa, no lo demuestras. Eres un insensible.

Luego me había marchado simplemente, sin darle la oportunidad de que me respondiera si así lo hubiera querido. Sabía que había sido injusta con Dorian, pero había necesitado echarle la culpa a alguien, intentar racionalizar mi propio dolor; aunque no había funcionado, tampoco. Y ahora, en consecuencia de mis palabras, las últimas que había pronunciado, él se había ido con un grupo de personas inocentes y ajenas a la situación en una supuesta misión de rescate; lo había hecho solo por mí, mientras yo hacía oídos sordos a quienes me suplicaban que los detuviera, ignorando las miradas de incredulidad, decepción y furia que recibí cuando atravesaron la puerta sin mirar hacia atrás.

Si algo les pasaba a alguno de aquellos que habían ido en busca de un consuelo para mí, a aquellos que se habían movido solo para satisfacer mi egoísmo, sería la única y legítima culpable. ¿Qué me estaba sucediendo? ¿Cómo había permitido que se fueran, a pesar de las lágrimas de Thiago, el niño pecoso cuyo hermano veía marcharse por segunda vez en unos pocos días? ¿En qué me estaba convirtiendo? No quería ser aquello en lo que se estaba tornando mi dolor: insensatez, egoísmo, irracionalidad; un monstruo incapaz de sentir empatía por los demás. Yo no quería eso, no podía permitirlo.

Me sentía tan perdida que incluso no me encontraba a mí misma. ¿Desde cuándo me pasaba eso? Siempre me habían pasado cosas malas, toda mi vida había sido así, pero al menos me había tenido a mí, había sabido quien era y que era lo que hacía. ¿Qué tenía de diferente esta vez? ¿Qué era Quinn a quien no vería más, que era él a quien había perdido? Era posible. O tal vez era que realmente había pensado, había querido creer que había tenido suficiente desgracia en mi vida y finalmente comenzaba a disfrutar de las cosas buenas. Quizás había sido una terrible mezcla de las dos opciones lo que me había desestabilizado de una manera en que ninguna otra cosa lo había hecho. Quería saber cuánto tiempo me duraría esa sensación tan desagradable, cuanto tiempo tendría que soportar aquella sensación de vacío dentro de mí y a mi alrededor, el dolor de saber que todo lo que me había permitido soñar no sucedería nunca jamás porque aquel con quien había consolidado esos sueños ya no estaría a mi lado. Quería saber si alguna vez podría pensar en Quinn sin que mi corazón sufriera, y en su lugar recordarlo con una sonrisa por todo el amor que me había dado. Quería saber si eso alguna vez sería posible.

Allí estaba, parada en el balcón de mi habitación a pesar de la temperatura que empezaba a helar y la brisa que anunciaba el comienzo del invierno, pensando en todo aquello aunque en el fondo intentando evitar esos temas. Pero me era imposible, así como me había sido imposible llorar. En siete días aún no había podido llorar la muerte de Quinn ni siquiera en el sentido más literal de la expresión. Me sentía entumecida, como si necesitara algo que me hiciera entender del todo lo que había pasado; necesitaba certeza, aunque quizás eso terminara de matarme a mí también. Sin embargo también necesitaba escapar de la realidad, aunque tampoco el aire helado que se colaba entre mis escasas ropas lograba distraerme mínimamente de lo que me esperaba en el mundo. Había tantas cosas que hacer, tantas palabras que decir, tantas explicaciones que escuchar… y yo queriéndome alejar de todo, estando tan cansada. Pero sabía que eso no solucionaría nada. Lo único que me quedaba era seguir adelante, al menos intentarlo; hacerlo por mi familia, por mis amigos, por el Hogar. Quizás algún día podría llorar aquellas lágrimas que se me atragantaban en la garganta, tan cargadas de amargura y dolor.

- Leila, regresaron.- Murmuró mi hermana a través de la ventana, haciéndome llegar lo que sucedía en el salón.

Me estremecí. 

Quizás algún día podría escuchar esa palabra sabiendo que Quinn ya no formaba parte del plural. Algún día.

Sobrevivir sin ti [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora