Más tarde ese mismo día, estaba en el salón conversando con una pareja que estaba interesada en adoptar un niño; este trámite era extenso y asediante, pero una vez que se comprometían e iniciaban las acciones legales correspondientes eran más que bienvenidos en el Hogar para que visitaran a su futuro hijo. Esta pareja en particular era realmente agradable (ella, odontóloga y él, técnico de electrodomésticos), y hacía tres semanas que habían comenzado a luchar con los trámites de adopción por Nico, el niño que habíamos rescatado de las garras de Astoria durante la última misión. El pequeño había reaccionado favorablemente a los tratamientos que había probado la doctora Gray y parecía estar en perfecto estado a simple vista, solo un niño de once años al que le habían tocado unas malas cartas en la vida; sin embargo, si mirabas más cerca y cuidadosamente podías ver las cicatrices físicas y emocionales, aquella distancia en su mirada que no terminaba de desaparecer. Tener una familia lo ayudaría a reinsertarse en la sociedad definitivamente y superar por completo (o al menos intentarlo) los hechos más traumáticos que incidían en su vida y sus relaciones. Era por esto que amaba mi trabajo.
Mientras me despedía de la pareja, Eloy (quien había estado correteando entre nosotros durante un rato, haciendo volar un pequeño avión) se aferró a mis piernas por detrás como si algo lo hubiera asustado; no le presté demasiada atención ya que él solía tener ese tipo de actitudes cuando veía a alguien que no conocía previamente, y el Hogar siempre tenía gente que iba y venía y que podía llegar a no conocer. Sin embargo, un sollozo agudo interrumpió cualquier intento de conversación o cavilación que se hubiera cruzado por mi mente. Allí junto a nosotros había una niña aferrada a la mano de una muchacha que no debía ser mucho más grande que yo, llorando mientras le echaba miradas heridas a mi hermano; claro, le había molestado que el niño se escondiera de ella, pero no sabía que no era algo personal sino que él era así simplemente. Me apresuré a pedir disculpas por la situación, si bien era un poco absurda, y Eloy (para sorpresa de todos) se acercó a la niña tímidamente.
- Disculpa, no quería molestarte.- Le murmuró mientras la pequeña se enjugaba algunas lágrimas con el ceño fruncido.
- No me gusta llorar y no me gusta que la gente no me quiera.- Le confesó, compungida.
Bueno, eso era algo extraño que decir. Me puse de cuclillas frente a ella y me presenté en un intento de despejarla de su disgusto y, ya que estaba, salvar del apuro a mi hermano, quien me había lanzado una mirada suplicante que me había hecho reír; pobrecito, tan inocente y tímido, no estaba preparado para tratar con mujeres, sin importar la edad de estas. Dos cosas de la niña me habían llamado la atención: en primer lugar, la joven que sostenía su pequeña mano no había hecho ademán de consolarla o siquiera haber notado lo que sucedía, demasiado ensimismada en lo que fuera que ponía esa expresión ausente en su rostro; y en segundo lugar, el cabello salvaje que le enmarcaba la cara redonda y llorosa: solo había visto en una persona aquel color rojo furioso, y no era algo que me trajera buenos recuerdos, precisamente. Pero no podía ser, esta niña dulce y sensible no podía tener nada que ver con el monstruo de cientos de pesadillas. “No me gusta que no me quieran.” Lo había dicho como una certeza, asegurando que las personas la rechazaban; por eso se había puesto a llorar cuando Eloy se había escondido de ella. Pero, ¿Era posible? ¿Cómo? Bueno, sabía “cómo”, el caso era otro: yo no podía siquiera imaginar a Brodock con una… hija. No, era completamente absurdo pensar en eso. Era simplemente imposible. Verifiqué que la sonrisa siguiera en mi rostro.
- Me llamo Gianna…- La muchacha le apretó la mano en un gesto claro de advertencia, siendo el primer movimiento alevoso que le veía hacer; estaba reprimiendo un apellido, y mi teoría cobró fuerzas.
- Un gusto conocerte, Gianna.
- Yo soy Eloy.- Bueno, mírenlo, mi hermanito el valiente. La pequeña pelirroja sonrió por primera vez ante la evidente aceptación, dejando ver que le faltaba uno de sus dientes delanteros.- ¿Quieres que te muestre el lugar?
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Sobrevivir sin ti [#2]
General FictionSegunda parte de "Sobrevivir de tu mano" "Y el dolor que sentía, como si un cuchillo se estuviera enterrando en mi corazón agotado, prácticamente gritaba aquello que no quería escuchar. Que él no volvería." Cuando fuiste parte de la pesadilla, ¿Cómo...