Estaba sola en mi habitación, en mi vieja habitación. No había podido quedarme en el Hogar por mucho tiempo más, así que me había ido durante un tiempo a la casa de mis papás; y desde el momento que había llegado, me había encerrado queriendo estar completamente sola. Ya no lloraba al menos, me había agotado de todas las maneras existentes y posibles. La realidad y la comprensión me habían drenado hasta dejarme vacía.
Por otro lado, no podía dejar de mirar el delicado anillo que rodeaba mi dedo, sabiendo que jamás sería capaz de quitármelo. Aquella visión me hacía sentir mejor y peor al mismo tiempo, era un consuelo y una horrible confirmación. Tenía ganas de romper cosas, de gritar a todo pulmón, de expresar y soltar toda la furia, la resignación, la impotencia y el dolor que me embargaban, pero estaba demasiado cansada para nada de eso; me había convertido en una cárcel de mis propias emociones, y eso me terminaría matando lentamente. Porque aunque me sintiera como si estuviera muerta, sabía que no era así; y aunque quisiera quedarme tendida en la cama para siempre sin hacer otra cosa que mirar el techo y retorcerme en mi angustia, sabía que había cosas mucho más importantes que mi triste vida. Sabía que tendría que salir adelante, por más que no tuviera una mínima idea de cómo hacerlo. Y tampoco nadie podía explicarme.
Apenas habíamos llegado a la casa, mis papás me habían dado una pequeña charla, sus expresiones mostrando una eterna congoja.
- Cuando estabas por nacer, leímos todos los libros existentes sobre los hijos: nos preparamos para saber qué decirte ante una pelea con una amiga, una ruptura con tu novio, una mala calificación en el colegio… Pero nada ni nadie nos preparó para consolar a nuestra hija de 19 años si su novio moría.- Me había dicho mamá, con lágrimas propias en sus ojos.- Quisiéramos saber que decirte, que hacer. En realidad quisiera no tener que saberlo, que nada de esto hubiera sucedido. Pero la vida es dura, lo sabes.
- Sobre todo la tuya. Quizás si tus elecciones hubieran sido diferentes…
Ante esas desafortunadas palabras de mi padre me había quedado helada, no queriendo creer lo que había dicho. Mi padre nunca había sido bueno para expresarse, y tampoco para entenderme.
- ¿Estás diciendo qué es mi culpa? ¿Qué Quinn está muerto porque yo me escapé de casa? ¿O porque decidí hacer algo importante por la sociedad en lugar de quedarme de brazos cruzados como tú?
- No, cariño, nosotros…
- Pero es verdad. Fui yo la que lo arrastró a esta locura, fue por mí que formó parte de las misiones. Yo tengo la culpa, ¿Verdad? Quería culpar a alguien por lo que había pasado, y siempre fui yo esa persona… Quinn está muerto por mi culpa.
Y nuevamente había roto en llanto, siendo incapaz de soportar aquella revelación.
En el fondo sabía que no tenía la razón, que yo no tenía la culpa de lo que había sucedido, pero mi interior estaba tan desordenado y adolorido que mi mente no podía procesar correctamente la situación; simplemente me había rendido ante unas emociones tan fuertes como una marea furiosa en plena tormenta. No podía pensar, tampoco quería hacerlo. Era muy fácil dejarse llevar.
En algún momento, luego de que me quedara finalmente dormida con algunas lágrimas aun cayendo por mi rostro, mis padres se habían marchado de mi habitación. Cuando me desperté y me encontré completamente sola me sentí un poco abrumada y triste, pero también, me sentí algo aliviada: la conversación con mis padres había sido extraña, consoladora y desesperante por igual, pero así era todo con ellos. Algo que, si me ponía a pensar, era lógico: era la primera vez que tenían una hija de 19 años, y las cosas se complicaban aún más si se le agregaba el hecho de que me habían creído muerta durante 7; y tampoco era algo insignificante el que fuera la líder de un sitio que se dedicaba a enfrentar a una organización asesina. Bueno, todo en mi vida era así de complicado y retorcido, y lamentablemente arrastraba conmigo a todos los que me rodeaban. El anillo que tenía en mi mano en ese momento no era más que una confirmación.
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Sobrevivir sin ti [#2]
Fiction généraleSegunda parte de "Sobrevivir de tu mano" "Y el dolor que sentía, como si un cuchillo se estuviera enterrando en mi corazón agotado, prácticamente gritaba aquello que no quería escuchar. Que él no volvería." Cuando fuiste parte de la pesadilla, ¿Cómo...