Capítulo 6

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Antes de bajar al salón, me detuve frente el espejo del baño. Cualquier otro día, en cualquier otra situación, me habría horrorizado por mi aspecto: oscuras ojeras por culpa de las interminables noches de sueño intermitente y repleto de pesadillas; la piel pálida y cetrina, resaltando aún más por el cabello oscuro; los ojos opacos y cerrados herméticamente, sin mostrar alguna emoción. Sin embargo, en aquel momento no me importó en lo más mínimo como lucía; estaba demasiado ocupada intentando convencerme a mí misma de que Quinn no estaría con los demás cuando bajara, intentando ignorar la vana y pequeña esperanza que se había formado en mi pecho contra mi voluntad. Y casi lo había logrado cuando llegué al salón, porque al no ver su rostro por ningún lado mi corazón no se contrajo más de lo que ya estaba.

La escena que se desarrollaba en el inmenso e inmaculado salón blanco era muy similar a la que se había llevado a cabo cerca de una semana antes: todos los allí reunidos vestidos del tormentoso negro de las misiones, sus rostros afligidos y rebosantes de fracaso. Incluso la presencia de Liv abrazada a Dorian se repetía. Me acerqué a ellos, dispuesta a disculparme por mi comportamiento de la última semana; ninguno de ellos habían tenido la culpa de lo que había pasado, y yo no tendría que haber descargado mi frustración y dolor sobre sus hombros.

-          ¿Cómo estás? – Me preguntó Dorian, sin rastros de rencor o furia hacia mí.

-          Bien.- Ninguno de los dos se tragó mi respuesta, mi propia expresión me delataba.- Lamento haber sido…

-          Está bien, entendemos.

Luego de la intervención de Liv, nos quedamos en un silencio incómodo en el que pocas veces nos habíamos sumido. Podía ver que ambos estaban nerviosos por algo, pero tampoco quería presionarlos para que me dijeran nada; no tenía ningún derecho por como los había tratado anteriormente, y había aprendido que muchas veces ellos se guardaban sus asuntos y secretos para sí mismos. Si querían contarme algo, lo harían en su debido momento. Y al parecer, ese momento había llegado.

-          Encontramos algo en la Isla, algo para ti.

-          No.- Negué, decidida y horrorizada por igual. Yo no quería nada que proviniera de aquel lugar nefasto.

-          Pero es tuyo.

Dorian sacó algo de su bolsillo antes de que pudiera negarme nuevamente a recibir aquello que había traído. Pero cuando vi el forro rojo brillante de la pequeña cajita no pude evitar extender mis manos temblorosas hacia mi amigo, quien se apresuró a ponerla entre mis dedos. Lentamente, el mundo desapareciendo por completo a mi alrededor, abrí la tapa dejando visible el fino anillo; la piedrita azul aún brillaba tanto como la primera vez que lo había visto, pero había algo en lo que no había reparado antes, una escritura en el lado interno. Mis ojos se llenaron de lágrimas que sabía no caerían al leer detenidamente las palabras: “Hasta el fin del mundo”. Solo eso, simple, sencillo y conciso como Quinn siempre había sido; y sin embargo tan cargado de un significado que solo nosotros podríamos entender.

Esas habían sido las palabras que había pronunciado cuando me había dicho que me amaba: “Entonces supe que te seguiría hasta el fin del mundo.” Y supe que a su vez, yo también lo seguiría a donde quiera que él fuera. Pero Quinn se había ido a un lugar al que yo no podía seguirlo todavía, y él no me podría seguir nunca más tampoco.

Me puse el anillo en el anular izquierdo, allí donde debía haber estado más de una semana atrás, simbolizando dolorosamente aquella respuesta tan anisada que nunca había podido dar. No me importaron las miradas sorprendidas y apenadas, no les presté atención; todo lo que yo podía hacer era ver el anillo brillando en mi mano y pensar que no sería más que un anillo común para los demás, y sin embargo para mí sería el objeto con más valor que jamás pudiera tener. Porque era el último regalo que Quinn me había dado y porque representaba aquella vida que siempre habíamos soñado pero que ya no podríamos tener. Sabía que no tenía derecho a sentir autocompasión, ya que el que había muerto era él; pero ese era el tema: él había muerto (quería creer que rápidamente y lo menos tortuoso posible) y el sufrimiento que podría haber estado sintiendo había terminado; yo había muerto pero mi sufrimiento seguiría presente.

Sobrevivir sin ti [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora