Capítulo 13

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- Mantén la guardia alta, concéntrate.

La voz de Bastian tenía un dejo de autoridad pero no dejaba de ser amable; ciertamente seguía siendo tan bueno como antes en cuanto a técnicas de pelea y defensa personal, pero sus métodos de enseñanza eran ahora un poco más benévolos.

Estábamos en lo que un tiempo atrás había sido el salón de los espejos y que ahora era una sala de entrenamiento. Yo había dejado de lado mis propios ejercicios para observar como Rachel se enfrentaba en una pelea de práctica con quien se había convertido en su entrenador. Al principio había estado en desacuerdo con la idea de que mi hermana utilizara esta sala (por todo lo que implicaba), a pesar de que había sido idea suya; no quería que se involucrara más de lo que ya estaba en el mundo oscuro y terrible de la lucha contra los Recogedores. Sin embargo, Bastian había intercedido por ella convenciéndome de que no era una mala idea que aprendiera defensa personal; después de todo, Brodock la conocía y nunca se era lo suficientemente precavido. Ante semejante argumento lógico no tuve más remedio que aceptar, y él se había ganado una aliada en Rachel. Así que allí estaba ella, el sudor corriéndole por los lados del rostro enrojecido por el esfuerzo, algunos mechones escapándose de la cola de caballo, mientras trataba de esquivar los golpes (suaves y controlados) que le lanzaba Bastian y luego intentaba derribarlo. Era bastante buena en realidad, aunque era evidente que aún era una principiante.

- Deberían dejarme ir a la misión, podría ser de ayuda.- Dijo jadeando a la vez que se agachaba para evitarse un moretón en la mandíbula.

- Ya hablamos de esto, y la respuesta es no igual que las diez veces anteriores.

- ¿Por qué? ¿Es por la edad? Casi tengo 15, y si vamos al caso tú tienes solo 19.- Rachel se había girado hacia mí, indignada, y como respuesta a su distracción recibió un golpe a un lado de la cabeza.- ¡Oye! Eso no vale, estaba hablando con Leila.

- ¿Y tú crees que a los Recogedores les importará? Tienes que poder estar atenta a las diferentes situaciones que se desarrollan a tu alrededor. A la vez.

- Pero soy muy buena, todo lo que necesito es práctica.

- Exacto, y por lo tanto necesitas tiempo y paciencia.- Bastian lucía cada vez más azorado a medida que avanzaba la discusión, pero me limité a escuchar lo que tenía que decir.- Además, lo llevas bien con un tipo al que le falta una mano. Los Recogedores tienen dos, y en caso de que les faltara alguna extremidad, tienen armas suficientes para compensar esa falencia.

- Nunca podré demostrar nada si no me dan la oportunidad.- Ahora Rachel se estaba poniendo furiosa, su temperamento jugándole una mala pasada.

- ¡No tienes que demostrar nada, Krum! Tú debería estar paseando con tus amigas como cualquier adolescente normal en lugar de estar entrenando para pelear con unos monstruos.

Krum. Él la había llamado Krum.

- Pues entonces no soy normal.- Esta declaración me impactó, así como la mirada ardiente que brillaba en los ojos de mi hermana.- Además, ninguno de los dos puede decirme nada ya que a mi edad tampoco tenían una vida “normal”. Así que si lo que te preocupa es que tu historia se repita, dilo de una vez para que pueda dejarte tranquilo: en primer lugar nunca me aliaría a los Recogedores, así que tampoco los traicionaría. Deja de volcar tus frustraciones en mí y afronta por ti mismo tus fantasmas.

Y dicho esto, los ojos fulminantes clavados en Bastian, se marchó de la sala de entrenamientos dando un portazo. La única vez que había visto a Rachel tan enojada fue cuando me había recriminado siete años de ausencia una noche en un Centro, luego de que nos reencontráramos hacía ya dos años; definitivamente, la situación sacaba lo peor de ella. Y sin embargo no había descargado su furia en mí (como era habitual), sino en Bastian. ¿Por qué? Nos quedamos sin hablar, el silencio siendo un enorme vacío después de los gritos de mi hermana, y luego él se puso a golpear una bolsa de arena con la única mano que le quedaba de manera incansable. Realmente estaba muy frustrado si se sometía a ese ejercicio agotador y sin sentido, pero no le dije nada y yo también continué mi entrenamiento. La actividad física me gustaba, me hacía sentir bien; me recordaba que estaba viva y que podía usar esa vida para hacer algo bien por la humanidad. También me ayudaba a controlar mis emociones: utilizaba mis extremidades e incluso mi respiración como un cable a tierra, me permitían descargar el desasosiego, la furia y la impotencia que en ocasiones me sobrepasaban y era incapaz de controlar. Pero no era la violencia lo que me devolvía a mi propio eje, ni tampoco era mi intención agotarme al punto de ser incapaz de pensar en nada; el ejercicio era movimiento, y el movimiento, por más extraño que fuera, me conectaba conmigo misma y con todo a mi alrededor. Me hacía ver más allá de la autocompasión y el dolor, me recordaba que tenía un objetivo, un trabajo del que dependían muchos; me hacía reparar en el mundo en sí en lugar de mí misma. Quizás eso era lo intentaba hacer Bastian mientras golpeaba insistentemente como si su vida fuera en ello. Tal vez, todo lo que pretendía era desenfocarse de sus emociones, mantenerlas a raya… Si así era, me resultaba desconcertante, ya que desde el día que había atravesado las puertas del Hogar, él se había mostrado siempre en calma y controlado a pesar del enorme peso que llevaba sobre sus hombros y de las pesadillas que debían asediar su mente; ningún hombre podría soportar eso y permanecer cuerdo, pero él estaba sereno casi permanentemente, lo que lo hacía parecer como si estuviera muerto. Porque quizás era así, quizás algo se había muerto en su interior mientras estaba en las Islas. Quizás él mismo había matado aquella parte de sí mismo para poder sobrevivir. Y sin embargo allí estaba, claramente fuera de sí con una vena resaltando furiosamente al ritmo de su pulso acelerado en su garganta y los ojos oscuros como pozos brillando con cierta demencia. Bastian estaba descontrolado, obviamente, pero ¿Por qué ahora y no antes? Evidentemente, algo que había dicho mi hermana había encendido alguna clase de interruptor dentro de él, pero yo también le había dicho cosas desagradables e hirientes y nunca había reaccionado con más que resignación o tristeza. Así que ¿Por qué estaba así de furioso y frustrado? ¿Qué era lo que en realidad le sucedía? Ciertamente era algo más que las palabras en sí; era la emisora misma lo que había molestado a Bastian. ¿Qué era lo que tenía Rachel, qué la hacía diferente ante los ojos del muchacho para hacerlo reaccionar? Era curioso y desconcertante.

Sobrevivir sin ti [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora