Capítulo 14

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Al día siguiente me desperté por la blanca luminosidad de un día nublado que entraba en mi habitación, y al instante el corazón me comenzó a latir más rápido; era la misma mezcla de ansiedad y nervios que me invadía antes de cualquier misión. En unas horas estaríamos adentrándonos en la boca del lobo; irrumpiríamos en la misma Isla de la que Quinn no había regresado para terminar lo que él no había podido hacer. Esta vez teníamos que triunfar, habíamos aprendido de los errores anteriores y nos habíamos preparado mejor y por más tiempo. Era hora de anotarnos un punto contra los Recogedores.

Me vestí completamente de negro, tal cual era costumbre y necesidad para este tipo de actividades, y rápidamente me hice la familiar trenza; así me veía cuando pensaba en mí misma: una chica de trenza con los ojos salvajes y expresión dura acostumbrada a correr. Aunque ahora, en lugar de correr lejos de los Recogedores, estaría corriendo hacia ellos. ¿Locura o instinto suicida? Más bien cansancio y ganas de cambiar las cosas. Bajé trotando las escaleras cargada de energía, saludando alegremente a todos los que me cruzaba en el camino; cualquiera podría haber pensado que me dirigía a una fiesta en lugar de a un pequeño cuarto para pulir los últimos detalles de la estrategia que habíamos planeado. Bueno, nunca me había considerado una persona normal, mucho menos ahora. En el camino me encontré con Dorian y Liv caminando de la mano; el gesto estaba tan lejos de ser romántico que incluso alguien que no los hubiera conocido se habría dado cuenta de que entre ellos no había nada más que un vínculo fraterno. Eran hermanos y siempre lo serían porque la vida los había juntado y así lo habían dispuesto. Ambos me hicieron la habitual inclinación de cabeza a modo de saludo y lo los imité, cualquier formalidad quedando anulada por las sonrisas descaradas y algún guiño. 

El día anterior, luego de que viniera en mi busca a la sala de entrenamiento, había tenido una discusión con Dorian acerca de mi rol en la irrupción a la Isla; yo había insistido en que quería formar parte del grupo de distracción y él se había negado rotundamente.

- Vamos, Dorian. Puedo ser de utilidad ahora que Quinn ya no puede acompañarte.- Le había dicho, sonando muy parecido a Rachel; tal vez Bastian tenía razón en que éramos muy similares, y no solo físicamente.

- Leila, es muy peligroso. No nos podemos permitir enviarte allí, al frente del pelotón.

- ¿Por qué no?- Dios, sí que era tozuda.- Nunca tuviste reparos en enviar a Quinn, y ahora él está muerto.

Sí, había sido un golpe muy bajo, lo admito; pero tampoco había funcionado. Dorian se había limitado a tomarme el rostro entre sus enormes manos y me había mirado directamente a los ojos con una serenidad y una pesadez contagiosa.

- Es por eso que no puedes tomar su lugar, no podemos perderte a ti también.

Y realmente me había desarmado con eso.

Así que la discusión había quedado allí. Ciertamente era mejor, ya que no habríamos trabajado bien si hubiésemos estado peleados; y eso hubiera traído graves consecuencias, probablemente. No solo para nosotros, sino para todos. Además, nunca había podido permanecer enojada con Dorian durante mucho tiempo, o con Liv; o con cualquiera, en realidad. La única persona que había llegado a odiar (exceptuando a los Recogedores y sobre todo a Brodock, claro está) era Bastian, y ni siquiera los seguía haciendo.

Entramos a la sala de reuniones, donde Alan, Marco y Marina ya nos estaban esperando, los últimos con una mueca casi idéntica que expresaba fastidio; siempre habían sido particularmente ariscos (por eso se llevaban tan bien entre sí a pesar de sus personalidades opuestas y no con los demás), pero en las pasadas semanas su humor había estado peor de lo habitual. Al menos hoy conocía el motivo de su aparente molestia: ninguno de los dos participaría de la misión ya que alguien debía quedarse a cargo del Hogar; la última vez nos habíamos quedado Liv y yo, así que no nos correspondía esa tarea, y ahora que Quinn no estaba no había posibilidad de que Dorian se quedara atrás por más buen estratega que fuera Marco. Quinn… la habitación parecía más grande sin su presencia. Pero mejor no pensar. Alan desplegó los planos del edificio sobre la mesa y comenzamos a confirmar los planes de acción sobre los garabatos trazados la última vez que habíamos utilizado los papeles. Mi madre era quien nos conseguía los medios oficiales para irrumpir en las guaridas de los Recogedores: después de todo, ella trabajaba en un edificio gubernamental cuyos archivos guardaban los planos de las decenas de instalaciones de la “Guardia Infantil”. Al principio, tanto mamá como papá se habían mostrado completamente en contra de la idea de estas misiones; claro, me acababan de recuperar, no querían que me expusiera a una situación de semejante peligro, no querían perderme. Pero ahora mamá colaboraba con todo lo que estaba a su mano si eso implicaba una mayor seguridad para nosotros. Los entendía, realmente; y me gustaba creer que ellos me entendían, también.

Sobrevivir sin ti [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora