Capítulo 34

8 1 0
                                    

El sonido de un golpeteo constante interrumpió mi letargo. Estaba en una celda diferente, eso era lo primero que noté. No sabía exactamente cómo podía diferenciarla en lo más mínimo en aquella oscuridad, pero lo hacía, y podía decir que estaba en otro lugar. Y además no estaba colgando inerte de unas cadenas oxidadas, si no que estaba tendida simplemente en el helado y sucio suelo de piedra agrietada. Me hubiera quedado una eternidad allí, más allá del olor y la humedad, pero el golpeteo estaba martilleando en mi cerebro dolorosamente, así que me senté con dificultad mientras esperaba a que mis ojos se acostumbraran a la prácticamente inexistente luminosidad. Después de la luz cegadora del laboratorio de los gemelos malvados, este era un cambio agradable y desconcertante a la vez. No recordaba haberme desmayado en absoluto, y de hecho, tenía una vaga conciencia de haber sido arrastrada de regreso al sector de las celdas, pero no había estado presente del todo, al parecer. Lo último que recordaba con claridad era estar siendo electrocutada por Amílcar. Eso y el inmenso dolor; en mi pierna principalmente, y en todo mi cuerpo. Entendía que me hubiera quedado inconsciente luego de eso, era completamente factible. Poco a poco, las sombras se iban dibujando frente a mis ojos: veía los barrotes, las cadenas colgando libremente desde el techo como si quisieran sujetarme, un bulto junto a la esquina del ínfimo espacio. Pero este bulto se movía. Parecía estar jugando con algo, lo hacía rebotar una y otra vez contra la pared, provocando el ruido constante que me había despertado. Me arrastré con dificultad hacia aquella pequeña persona, mi pierna completamente inútil ya que al menor movimiento un estallido de dolor me paralizaba por completo; coloqué una mano sobre el hombro menudo, con cuidado de no provocarle sobresaltos, pero se giró hacia mí como si me hubiese estado esperando. En la oscuridad podía distinguir que era una niña muy joven, con un cabello lacio cayéndole sin vida a ambos lados de su rostro redondo y unos ojos grandes que brillaban incluso allí abajo.

- ¿Estás bien?- Me preguntó con una voz pequeña, un susurro que hizo eco en las paredes cercanas.

¿Quién hubiera pensado que una niña preguntaría eso? Debía estar asustada por estar encerrada, sola en el mundo si los Recogedores la habían atrapado, y sin embargo me preguntaba a mí si estaba bien, El gesto, luego de tanto tiempo en compañía de Brodock y de Astoria y Amílcar, me conmovió y me hizo extrañar más que nunca el Hogar y a mi familia. Sí, no era un buen momento para ponerse sentimental, pero no pude evitarlo. Asentí en respuesta a la pregunta, pero luego me di cuenta de que ella probablemente no había visto mi movimiento en la oscuridad penétrate.

- Sí.- Le dije.- ¿Y tú? ¿Estás lastimada? ¿Te hicieron algo?

Percibí como se encogía de hombros, y me enfurecí. La niña no debía tener muchos años, y seguramente la habían torturado al igual que todos. Malditos.

- Al principio, sí.- Murmuró pensativa, y luego agregó con voz un poco más alegre.- Pero ahora mi papá me cuida y no les permite que me hagan daño.

- ¿Tú papá?

- Bueno, no es mi papá de verdad. Pero él me prometió que será mi papá cuando salgamos de aquí. Incluso me dijo que tengo una mamá muy linda y buena… Yo nunca tuve una mamá o un papá.

Me quedé en silencio. Esta niña estaba planeando un futuro idílico, y me enternecía. Me preguntaba quién sería capaz de prometer semejantes cosas a una pequeña en un lugar tan lúgubre; debía ser alguien con mucha esperanza. O tal vez solo se contentaba con alegrar a la niña. Ojalá fuera la primera opción. Lo cierto es que debía ser una buena persona, de todas formas: la única manera de lograr que los Recogedores desviaran la atención de un objetivo era poniéndose la diana sobre sí mismo, así que este misterioso padre debía estar soportando el doble de castigos y torturas con tal de que la pequeña no sufriera. Eso era en extremo noble.

Sobrevivir sin ti [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora