Viajar en tren me traía recuerdos del viaje que habíamos hecho Quinn, mis hermanos y yo hacía dos años cuando buscábamos a nuestros padres, de las horas pasadas yendo y viniendo para despistar a los Recogedores; de las siestas que Eloy y Evan dormían sobre mi regazo, un deleite por el descubrimiento de que existíamos; de Quinn, siempre sentado frente a mí con su mirada cálida y tranquilizadora, en ese momento tan cerca y a la vez tan lejos que me parecía imposible. Ahora lo sentía de una forma muy parecida: su recuerdo cerca pero él muy lejano. Me seguía gustando viajar en aquel transporte, observar las diferentes estaciones y devorarme con los ojos cada detalle estético con asombro y satisfacción. Era agradable moverme entre tanta inmensidad y belleza urbana, sobre todo sin tener que cuidar mis espaldas constantemente porque estuviera huyendo. Y el ruido de las cientos de conversaciones acumulándose con el permanente murmullo de las formaciones que entraban y salían era muy familiar y me contenía, extrañamente; podía llegar a ser muy molesto y agobiante, pero ¿Cuántas veces ese alboroto me había alejado de mis propios pensamientos y confusiones? El conjunto total había sabido ser una perfecta distracción del vértigo que había arrasado en aquel momento mi vida, habiendo llegado todo tan de golpe y sin previo aviso: la familia, el amor, la oportunidad, el miedo, la ansiedad. Quizás ahora no fuera tan diferente su influencia en mí, si bien las cosas habían cambiado, tal vez no tanto como creía pero lo suficiente.
Habían pasado dos días desde que Abigail había llegado al Hogar junto con Gianna; dos días en los que la muchacha no había salido de su habitación y en los que la niña había pasado todo su tiempo jugando con mis hermanos pequeños. El día anterior se había decidido un plan de acción que constaba de dos etapas: la primera consistía en recorrer las ciudades más importantes en busca de los Centros para poder informar a todos los anfitriones sobre la historia de Brodock y que al menos supieran más aproximadamente a qué se enfrentaban; la segunda era la preparación y realización de una misión en el edificio principal de la Guardia Infantil, en la Isla más grande. Por su parte, mamá y Olivia continuaban intentando hacerles creer a los escépticos la verdad sobre los Recogedores. Era hora de golpearlos donde más les dolía. La razón de que en ese momento yo estuviera parada en el tercer andén de la estación, siendo solo una entre cientos de personas que se movían casi en un frenesí, era cumplir con la primera parte de la estrategia; ya había estado en tres Centros de dos ciudades diferentes en lo que iba del día, y el sol brillando en lo más alto del cielo solo dificultaba más la travesía con sus rayos ardientes. Había sido un arduo trabajo convencer a la gente de que la historia de Abigail era terriblemente cierta, sobre todo cuando no podían ver a Gianna, pero no había podido llevarla al viaje (si bien en algún momento fue una posibilidad) por el simple hecho de que su madre la había traído al Hogar para protegerla; no habría tenido mucho sentido si la paseábamos libremente de ciudad en ciudad, ¿No? Así y todo, la mayoría había decidido creer en mis palabras a pesar de la falta de pruebas. Eso era algo bueno.
El tren se adentró en la estación con un resonante traqueteo acompañado de un silbido que lastimaba los oídos, y la multitud que esperaba esta formación se puso alerta para, apenas tener la oportunidad, abalanzarse dentro de los vagones. Yo solo podía pensar en una mujer de largo cabello rubio y mirada desquiciada corriendo con una versión pequeña de ella misma en los brazos, intentando alejarse de unos fantasmas que vivían en su propia mente; si cerraba los ojos incluso podía imaginarla saltando a las vías ante las miradas horrorizadas y los gritos ahogados, el llanto de Vera al no comprender por qué estaba allí, por qué el tren no se detenía. Y entonces todo se volvía rojo en el recuerdo de la sangre y el dolor, un solo nombre flotando perdido antes de que todo se sumiera en la oscuridad. Lisbeth. Parpadeé varias veces para despojarme del mórbido e involuntario pensamiento. En ocasiones como esta me asaltaba la gran duda sobre si era mejor saber o permanecer en la ignorancia.
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Sobrevivir sin ti [#2]
General FictionSegunda parte de "Sobrevivir de tu mano" "Y el dolor que sentía, como si un cuchillo se estuviera enterrando en mi corazón agotado, prácticamente gritaba aquello que no quería escuchar. Que él no volvería." Cuando fuiste parte de la pesadilla, ¿Cómo...