Pasaron cuatro días hasta que pude regresar al Hogar y una noche en vela hasta que me animé a dormir en mi propia cama: aún me dolía ver su lugar vacío y frío, inhabitado. Todos me recibieron con sonrisas en sus caras y expresiones de aliento, y de haber sido por ellos me hubieran organizado una fiesta de bienvenida; pero en el fondo todos sabíamos que todavía no estábamos de humor para festejar, no tan pronto de nuestra pérdida. Porque yo no había sido la única que había perdido a Quinn, todos lo habíamos hecho. Todos habíamos perdido a un hombre bueno y valiente que había luchado por todos los habitantes de la mansión, y también por todos los que no estaban en ella.
En ese tiempo retomé mis actividades diarias y continué con mi vida tal y como mi abuela me había dicho que tenía que hacer; y no lo hacía solo por los demás, sino que lo hacía por mí misma, también. Con mucho esfuerzo lo estaba logrando. No podía decir que ya me estaba sanando, eso tardaría bastante en suceder, pero podía decir que había comenzado a intentarlo al menos.
No me sorprendió notar que durante los días que había estado fuera, la vida había seguido su curso tranquilamente; si bien habían esperado mi regreso, nadie se había detenido por mí. Tampoco así lo había pretendido. Liv se había hecho cargo de la cuestión administrativa del Hogar: todo lo que implicaba el correcto abastecimiento de provisiones y, lo más importante, la organización de adopciones y reencuentros de los niños con sus familias. Dorian, por su parte, había continuado el proceso de planificación de las siguientes misiones a las Islas; esa sería una tarea de la que se encargaría él de ahora en adelante, en lugar de Quinn. Me aliviaba saber que contaba con ellos incondicionalmente. Lo que sí me había sorprendido, aunque de una manera grata, era la presencia de Rachel y Maisha colaborando en las tareas diarias y hasta incluso entreteniendo a los niños más pequeños. ¿Qué más podía pedir? Una punzada en el pecho fue como un cruel recordatorio que me hizo reformular mi pregunta. ¿Qué más podía pedir, dentro de lo que fuera posible?
Sin embargo no todo era esa pseudo alegría, por decirle de alguna manera, que flotaba en el ambiente. Había otras cuestiones menos agradables que atender, y la más importante y paralelamente despreciable tenía un nombre y estaba viviendo en una de las habitaciones de la mansión: Bastian. Sabía que tarde o temprano tendría que ir a verlo, aunque todo mi ser respondiera con rechazo y repulsión ante esa idea; no importaba lo que hubieran dicho los demás, aún tenía ese presentimiento de que él había tenido algo que ver con la muerte de Quinn, o al menos sabía algo. Aquella mirada torturada que me había dedicado días atrás había aparecido en algunas de mis pesadillas, las cuales habían regresado con más intensidad que nunca, y me hacía dudar. ¿Qué era lo que le había sucedido en esos dos años que habían pasado desde la última vez que lo había visto, en este mismo lugar? ¿Qué era lo que había hecho para que lo castigaran, si en verdad había sido así? ¿Por qué había vuelto? ¿Por qué lo habían dejado volver?
¿Por qué a Quinn lo habían matado y a él lo habían dejado vivir?
Por más que intentara expulsar esa idea mezquina, no dejaba de volver una y otra vez a mi mente; y aunque intentara convencerme a mí misma de que no era así, me sentía una persona tan horrible como cualquier Recogedor. Jamás le había deseado tan fervientemente la muerte a alguien, y por eso tenía que hablar con Bastian: para despejar mis torturados pensamientos de aquellas cuestiones tan peligrosas. Era por eso que decidí que, aunque quizás estuviera cometiendo un grave error, debía visitarlo lo antes posible. Y así lo hice.
Cuando me acerqué a la puerta, una más de las muchas que se encontraban cerradas en aquel pasillo silencioso, la mano me temblaba. Estuve a punto de dar media vuelta y huir de allí. ¿Qué sentido tenía seguir metiendo el dedo en una herida que apenas estaba dejando de sangrar profusamente? ¿Por qué quería seguir reviviendo mi dolor? Sin embargo debía hacerlo si en verdad quería sanarme, así como me había dicho mi abuela. Era algo necesario, y cuanto antes lo hiciera más tiempo tendría luego para intentar superar a Quinn. Claro que encontraba muy poco agradable el hecho de que la única persona que podía proporcionarme información e incluso cierto consuelo fuera Bastian, el mismo que me había traicionado vilmente dos años atrás y que casi había acabado con mi vida. ¿Cómo haría para mirarlo a los ojos luego de todo lo que había pasado? ¿Cómo haría para contenerme a mí misma de lanzarme sobre él y descargar todas mis oscuras emociones en forma de golpes que él mismo me había enseñado? Al menos de aquello último no debía preocuparme, ya que para ello estaba conmigo Alan.
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Sobrevivir sin ti [#2]
General FictionSegunda parte de "Sobrevivir de tu mano" "Y el dolor que sentía, como si un cuchillo se estuviera enterrando en mi corazón agotado, prácticamente gritaba aquello que no quería escuchar. Que él no volvería." Cuando fuiste parte de la pesadilla, ¿Cómo...