Capítulo 44

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19 de junio.

Elina.

Estar aquí me traía malos recuerdos. La hierba estaba más crecida y la madera de la casa prometía caerse a pedazos con tan solo un roce, el rechinido de la puerta seguía igual de escalofriante como la primera y última vez que estuve aquí.

–Parece que han estado aquí recientemente.–el olor a alcohol estaba impregnado en el aire– hagamos esto: Ethan quédate afuera alerta a cualquier anomalía mientras Theo y yo vamos a registrar la casa.–indique mirando a Ethan que se limito a asentir regresando al exterior de la casa– revisa aquí abajo, yo iré arriba.–me dirigí a Theo empuñando el arma.

La madera de las escaleras crujía cada que mis pies se movían. Al llegar al pasillo apunté a ambos lados asegurándome de que no hubiera nadie, al ver que era así seguí caminando yendo a la habitación principal registrandola de extremo a extremo viendo solo una cuchilla usada que me afirmaba que alguien había estado aquí, la primer habitación de invitados estaba completamente vacía como las otras dos, el único lugar que me faltaba revisar era aquella macabra biblioteca al final del pasillo.

El olor a sangre se impregnó en mi nariz logrando que la comida me subiera a la garganta, camine mirando la pared delante de mí esperando encontrar alguna pista pero estaba vacía, el crujido de cristal bajo mi zapato me hizo mirar la madera donde se encontraban los restos de la jeringa que había roto.

Una jeringa.

Solo significaba una cosa: droga.

Seguí el recorrido por el piso de madera hasta detener mi mirada en las recientes manchas de sangre, me puse en cuclillas pasando mis dedos por aquella manchas. Mire las dos paredes laterales que al igual que la frontal se encontraban limpias, me levanté girando sobre mi eje sintiendo el aire abandonando mis pulmón al ver las palabras escritas en la pared.

–¡Theo!–mi propio grito me atravesó la cabeza.

«Donde todo comenzó, todo va a terminar»

Theo repitió las palabras escritas en la pared en voz alta cinco veces como si intentará encontrar sentido a lo que decía al igual que yo, obligue a el hamster en mi cabeza trabajar con todas mis fuerza para poder entender las palabras.

«Donde todo comenzó...»

Un foco se prendió en mi cabeza saliendo de prisa de la biblioteca con Theo siguiéndome preguntándome qué pasaba pero las palabras no lograban salir de mi boca.

–¿Qué pasa?–Ethan nos miró salir de la casa de prisa como si alguien se nos hubiera aparecido.

–Tenemos que irnos de aquí.–dije yendo al coche subiendo al asiento de atrás sacando mi celular con mis manos temblorosas.

No sabía cuánto tiempo tenía para encontrarla aún con vida.

–¿Puedes decirnos que pasa?–dijo Theo mirándome por el espejo retrovisor.

Donde todo comenzó.–cite las primeras palabras de la oración– todos creerían que todo comenzó en Staten Island en la mansión de los Cohen pero todo comenzó en Nueva Jersey, en Greenville en mi viejo vecindario.

–Donde todo comenzó, todo va a terminar.–Theo cito la oración completa  como si de pronto todo tuviera sentido.

–Llamen a Malek y a Luciano, díganle que los planes han cambiado.–envie la dirección al número de Ethan– hazles saber la nueva ubicación, llamaré a Niklaus.

Un pitido después Niklaus respondió a mi llamada.

–Se dónde está, te mandaré la ubicación.–deje de respirar cuando las palabras salieron con rapidez de mis labios– necesito que Bogdan lleve un kit de primeros auxilios y necesito que vayan rápido.

–Vamos de camino.–de fondo pude escuchar como se movían– mándame la dirección, nos vemos ahí.

–Perfecto, adiós.–colgué la llamada y mande la dirección de mi viejo vecindario en el sur de Nueva Jersey donde Xavier Cohen había asesinado a mi abuela.

\•\•\•\

Kara.

El nuevo lugar en el que nos encontrábamos era en un vecindario al sur de Nueva Jersey donde todas las casas estaban perfectamente intactas pintadas de un color claro manteniendo una armonía entre todas ella sin embargo la casa en la que me encontraba retenida parecía vieja y descuidada con un olor a humedad y polvo, supe donde estábamos por los descuidados retratos colgados en la pared aunque no sabía si eran reales o solo eran alucinaciones por la otra dosis de heroína que Cohen había filtrado en mis venas.

Los muebles estaban algo dañados y cubiertos de polvo al igual que todos los rincones de aquella abandonada casa, las telarañas estaban formadas en cada espacio de las cuatro paredes de la habitación en la que estaba encerrada.

–¡Ella no me va a joder!–aquel grito al otro lado de la puerta me estremeció, intenté incorporarme pero mi cuerpo no respondía. Levanté la mirada cuando la puerta se abrió y la sangre de me helo cuando el cañón de su arma me apunto.

–Si este es tu plan para recuperarla, vas a fracasar.–arrastre las palabras sintiendo la saliva salir por las comisuras de mis labios.

–Nadie quiere recuperar a esa zorra.–le quitó el seguro a su arma con los ojos inyectados en sangre. Tenía que pensar en algo para ganar tiempo.

–Ella te amo.–mentí logrando que mi cuerpo reaccionará, apoye mi peso en mis brazos.

–¡Mientes!–su pie golpeó mi abdomen sacando el aire de mis pulmones que me era imposible recuperar–  ¡Eres una perra mentirosa y traicionera!

Su ira la descargo en más golpes que mi cuerpo resintió, después del quinto golpe deje de ser conciente que parte de mi cuerpo estaba siendo lastimado, sentía dolor por todas partes.

–Solo tú sabes que digo la verdad, las miradas no engañan.–escupí la sangre a sus pies manchando sus desgastados zapatos pero no pareció importarle– tú sabes que ella te amaba.

Bajo el arma con la mirada perdida en mi cuerpo semidesnudo, las mentiras que habían salido de mi boca consiguieron surtir efecto en aquel hombre que parecía querer llorar, no me interesaba si lo hacía solo importaba ganar tiempo.

Si Eric estaba tan alterado es porque ellos estaban respirandole en la nuca.

–Ella me amo.–en su voz había emoción como si se aferrara a aquella mentira para poder tenerla de nuevo. Jamás iba a poder tenerla de nuevo.

Yo sabía que nunca lo amo, jamás pudo dejar de odiarlo por lo que le había hecho. No importaba si él me había creído, siempre había sido muy ingenuo cuando se trataba de ella y eso yo lo tome para comprarle tiempo a Elina.

–¿Crees que me voy a tragar tus putas mentiras?–se colocó en cuclillas delante de mí tomando mi mandíbula con fuerza– tu intento de comprarles tiempo no funcionará, jamás vas a volver a verla y ella morirá cuando la culpa se la coma.–su voz gélida me helo hasta los huesos o tal vez era el cañón apuntandome directo al corazón.

Amargo Paraíso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora