Capítulo 31

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01 de mayo 2019.

Niklaus.

Nueve días sin ella era como estar en una habitación en llamas que poco a poco me consumían, con tanta lentitud que respirar ardía. Su carta se encontraba al lado de la botella de Jack Daniels medio vacía, me preguntaba cuánto alcohol podía soportar mi cuerpo antes de colapsar.

–Señor.–Kol abrió la puerta.

Lo mire esperando que trajera alguna noticia de mi esposa.

–¿Alguna novedad?–dije esperanzado.

Sacudió la cabeza.

–Tiene una visita.–aviso.

–Sino es Elina no quiero ver a nadie.–tome la botella de la boquilla.

–Pues que lástima.–Greta hizo a un lado a Kol.

Gruñi y gire la silla dandole la espalda esperando que se marchará pero sus pisadas me afirmaron que un gran sermón por su parte me esperaba.

–No ahora Greta.–me empine la botella.

Tomo el respaldo de la silla para poder mirarme.

–Bogdan no mentía al decir que tienes un terrible aspecto.–hizo una mueca– hueles horrible, ¿te has duchado?

–¿Vienes a hacer el papel de madre? Porque sinceramente no te queda.–le di otro trago a la botella.

–Oh... Cierra la boca Niklaus.–me arrebató la botella.

La mire mal aunque eso no pareció importarle demasiado.

–No sé dónde está mi esposa Greta, puedo ahogarme en alcohol si así lo deseo.

Intenté alcanzar la botella de nuevo pero la movió dejándola lejos de mi alcance, bufé.

–Te escribió una carta Niklaus...

–Si, una carta de despedida. Solo le faltó meter la demanda de divorcio.–mire la carta con recelo.

–Dios mío.–puso los ojos en blanco– solo está tomándose un tiempo de...

–De mí, he sido un cabrón con ella.–la interrumpí.

–¿Puedes dejar de interrumpirme?–golpeo la mesa.

Puse los ojos en blanco.

–Es un tiempo para que las cosas entre ambos se calmen, es la forma de demostrar que aún su matrimonio tiene futuro.–susurró.

–No necesito tiempo Greta, la necesito a ella.–la voz se me rompió– ¿Alguna vez has sentido que te ahogas y necesitas un respiro de aire fresco?

Asintió.

–Ella es mi aire fresco.

Greta se acercó a mí pasando su mano por mi espalda cuando comencé a llorar como un niño pequeño al que le habían negado comprarle un caramelo.

La necesitaba.

–¿Sabes que le dije la última vez que la ví?–sacudió la cabeza– que era una mala madre, Dios, debe odiarme.

Si pudiera regresar el tiempo lo haría y enmendaria todos los errores que habíamos estado cometiendo.

–Creo que ambos estaban furiosos en ese momento Niklaus, sabes que las palabras llenas de furia solo son dagas cubiertas de veneno que buscan herir a las personas que más amamos.

–Ni siquiera pude disculparme...–me lamenté.

–Hablas como si hubiera muerto.–hizo una mueca.

Me limpie las lágrimas repentinamente rabioso como si la idea de que estuviera muerta fuera mejor que la idea de que me había abandonado pero ambas dolían de la misma manera. Había intentado mil formas de encontrarla, intenté rastrear mi coche pero lo había abandonado en un callejón, intente con su celular pero había logrado desactivar el localizador, no había ni una sola señal de ella era como si la tierra se hubiera abierto y se la hubiera comido.

Al final decidí hacerle caso a Greta y tomar una ducha que logro despejarme de todo eso que me tenía perdido, me afeité la barba que me hacía lucir como un vagabundo y me puse ropa limpia recorriendo las dos habitaciones de la casa del bosque totalmente vacías. Después de que Bogdan me hubiera dado luz verde para transladar a Kaira a Moscú junto a Zel y Strom que se puso feliz al ver a Milo corriendo hacia él, todo había sido color oscuro para mí aunque ver a mi hijo logro alegrarme el tiempo que estuve con él.

En la nevera había un par de fotos pegadas con imán entre ella había una de Elina con nuestro hijo en su tercer cumpleaños, intenté que Zel me dijera todo lo que sabía pero sus únicas palabras referente al tema fueron «no sé nada», ni siquiera recordándole el código de hermanos logré sacarle alguna otra palabra.

Decidí transladarme a una habitación en mi hotel donde no tenía recuerdos con ella y así logré descansar un poco sin embargo el cuerpo me seguía doliendo y al girar en la cama esperaba que ella estuviera al otro lado mirándome con esos ojos azules que tanto amaba, amaba todo de ella.

Todo. Su impulsividad, su terquedad, su necedad, era cierto que había momentos en los que me sacaba de mis casillas pero siempre la iba a amar con todo eso que ella creía que ahora no soportaba.

Kara me había llamado en la semana para preguntarme por Elina que no había respondido ningún mensaje suyo pero no pude darle una respuesta, ¿qué debía decirle? ¿las mejores amigas se contaban todo, no? ella debería saber dónde estaba pero si lo sabía fingia muy bien que no.

Mire la pantalla de mi celular observando una fotografía de ella, lucía un lindo vestido azul cielo que resaltaban sus ojos, tenía el cabello sujeto en una coleta alta con un par de mechones sueltos y una enorme sonrisa en los labios que mostraba sus dientes.

¿Dónde estas amor?

Elina siempre había demostrado ser alguien fuerte, cada vez que la vida le daba un golpe ella se levantaba con más fuerza. Aquella mañana cuando apareció radiante después de tan solo cuatro días de tener el aborto me sorprendió la fuerza que tenía de actuar como si nada hubiera pasado, quisiera tener la fortaleza de ella en estos momentos.

Intenté llamarla pero aquella voz robótica volvía a responder diciendo las mismas ocho palabras «el número que usted marco está fuera de servicio», ¿cuánto había tardado en planear su escapé? ¿escapaba de mí? ¿la abrumaba?, me talle el rostro con frustración queriendo respuesta para mis preguntas pero no había.

Caí agotado una vez más en la cama deseando que ella estuviera a mi lado, que me mirara cuando creía que estaba dormido, que me besará antes de levantarse, que me sonriera.

¿Dónde estás Elina?

Amargo Paraíso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora