Capítulo 29

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22 de abril 2019.

Elina.

La cama parecía enorme en este momento o tal vez solo éramos nosotros que intentabamos estar lo más lejos del otro quedando en la orilla de la cama dentro de aquella habitación oscura y silenciosa dónde podía jurar que nuestros pensamientos comenzaban a pelar entre ellos, como si fuéramos un espejo ambos nos sentados al borde de la cama al mismo tiempo soltando un suspiro.

—¿Sabes? En algún momento vamos a tener que hablar.–me levanté de la cama y me dirigí al baño.

En el baño recargue mis manos en el borde de la loza del lavamanos mirando mi reflejo en el espejo notando como el parche en mi brazo tenía una pequeña mancha de sangre, bufé y me sujete el cabello en un moño para lavarme el rostro con el agua del grifo logrando así despertar por completo.

–¿De qué quieres hablar?–se recargo en la pared.

Puse los ojos en blanco en tanto ponía un poco de pasta dental en mi cepillo para comenzar a cepillarme los dientes con su mirada encima de mí.

–Creo que ya hablamos todo.–siguió.

Escupí la espuma y me enjuague la boca.

–No. Tú diste por sentado que todo había sido hablado.–volví a meter el cepillo a mi boca.

–Así es, vamos a discutir y dirás lo de siempre y luego volverá a pasar algo similar. Estamos en un círculo que no estás dispuesta a romper.–se dirigió a la ducha.

Lo observé deshacerse de su ropa y entrar a la regadera.

–Bien, aceptó que quedarme sola con él ha sido una pésima idea y lo siento pero esta puta guerra no es contigo Schwarz.–lo mire por el cristal empañado– él no quiere a Niklaus Schwarz, quiere a Elina Archer.

–¿Entonces que mierda esperas? Ve y corre a sus putos brazos.–me regreso la mirada.

La furia por ambas partes flotaba en el aire.

–A veces pienso que solo nos casamos para que todo el mierdero no fuera en vano.–gruñí enfurecida.

–Si no te gusta puedes irte que la puerta es muy grande.

Apreté los dientes, debería quedarme callada pero la furia no me lo permitió.

–Si me quedo no es por ti ni mucho menos por esto.–nos señalé– sino por mi hijo.

–Por supuesto que sí porque sabes que si te vas me encargaría de quitartelo.–dijo con crudeza.

¿Sería capaz?

Deje de mirarlo sintiendo como los ojos se me empañaban.

¿Qué estábamos haciendo?

–¡Eres un hijo de puta!–le lancé mi cepillo de dientes.

–Podré ser lo que quieras pero no voy a dejar que mi hijo viva como una mujer tan impulsiva.

¿Era mala madre?

Detuve una lágrima en mi pómulo derecho.

–Jamás pondría en peligro a mi hijo.–chille.

–Ya lo haz hecho.–salió de la ducha y envolvió una toalla en su cadera.

El vapor por el agua caliente se esparció por todo el baño casi logrando que mis lágrimas se evaporaran, lo seguí de nuevo a la habitación mirando como se vestía.

–¿Soy mala madre?–fue un pensamiento en voz alta.

Me miró sobre el hombro y pude jurar que iba a retractarse de sus palabras pero no fue así, volvió su mirada al frente sin decir nada logrando que las lágrimas se desbordaran.

Claro que era mala madre, ni siquiera pude cuidar a mi bebé cuando se suponía que yo soy el lugar más seguro para que se desarrollará.

–Mierda.–me limpie las lágrimas– siento ser una carga para ti Schwarz.

Pude ver cómo abría la boca para decir algo sin embargo salí de la habitación antes de que logrará decir algo, baje las escaleras con rapidez sintiendo la dura madera bajo las palmas de mis pies, tome mi abrigo del perchero y las llaves del coche de Niklaus antes de salir de la casa yendo directamente al coche.

–¡Elina!

Arranque el coche con el corazón destrozado, gire el volante y las llantas levantaron una pared de tierra que deje atrás luego de pisar el acelerador dejando atrás el bosque donde habíamos estado ocultandonos, pensé y pensé en mi trayecto a la ciudad a dónde podría ir sopesando mis opciones pero ninguna parecía la mejor.

Le subí el volumen a la radio sintiendo como los oídos me dolieron al instante de que la letra de aquella canción me atravesará la cabeza, mire mis manos un segundo observando lo tensas que se encontraban sujetando el volante.

Eres mala madre.

Eres mala esposa.

Eres mala hermana.

Eres mala hija.

Eres mala persona.

Detuve el coche a la orilla de la carretera.

–¡Ah!–grite sintiendo como el pecho me dolía.

Deje caer mi frente en el volante llorando como si me hubieran arrancado el corazón del pecho, aún con el alma adolorida volví a poner el coche en marcha sabiendo a dónde es que debería ir.

Las personas me miraban con desagrado aunque me cuestionaba si era por ir descalza o por mi aspecto en general, decidí tomar las escaleras antes que el ascensor aunque en el piso número quince me cuestione si era buena idea seguir haciendo eso.

–Un segundo.–gritaron del otro lado de la puerta.

Mire mis pies tomando un respiro antes de mirar sus ojos café oscuro cuando abrió la puerta.

–Espero que no estés ocupado porque necesito tu ayuda.–susurré temblorosa.

Se hizo a un lado dejándome entrar a su habitación de hotel.

–¿En qué puedo ayudarte?–me invito a sentarme.

Las plantas de mis pies se encontraban sucias, me avergonce.

–Supongo que es algo muy urgente.–se recargó en el sillón.

–Si no lo fuera no hubiera acudido a ti.

Asintió de acuerdo con un toque de diversión.

–Soy todo oídos.

No sabía si lo que estaba a punto de hacer era lo correcto.

–Necesito que te olvides por un momento de tu alianza con Schwarz y seas mi aliado.–dije con firmeza.

–¿Ya estamos en el punto de elegir bandos?–se burló.

–Estamos en el punto en el que Cohen está logrando lo que quiere.

Me miró en silencio, me sentía patética.

–¿Y qué es lo que necesitas?–preguntó curioso.

Mentalmente me había abofeteado mil veces.

–Desaparecer para todos y eso incluye a Schwarz–dije con seguridad– ya mismo pero me gustaría pasar mañana por Moscú a resolver algo.

Se quedó pensativo.

–Bien, hagámoslo.–me extendió su mano.

–Hagámoslo.–estreche su mano.

Amargo Paraíso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora