Capítulo 48

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25 de junio 2019

Niklaus.

El reloj marcaba las tres menos diez de la madrugada con grandes números rojos sobre la mesita de noche junto a la cama que tantas veces había compartido con ella y en ese momento se sentía enorme sin su presencia, suspiré girando sobre la cama mirando el techo con un montón de sentimientos atorados en el pecho cuando las palabras de De Santis me atrevesaron el cerebro con la misma fuerza de la primera vez.

Esta en el punto más bajo de su vida.– esas fueron sus palabras después de soltar el humo del puro. La misma sensación de impotencia me abrazo, pude haber evitado todo esto pero él había demostrado ser más ágil e inteligente en esta batalla.

Cuando el reloj marco las cuatro de la madrugada salí de la cama exhausto tomando un pantalón de chandal y una polera, alcance mi calzado de deporte y tome mi celular junto las llaves de mi Maserati incapaz de seguir dentro de aquella suite sin ella, necesitaba verla.

Había intentado darle su espacio, sabía que la muerte de Kara la había destrozado y por un momento pensé que estando sola podría sobrellevarlo mejor pero nadie merecía pasar por esto solo; conduje por diez minutos hasta aparcar delante del alto edificio donde Rob me dió la bienvenida con un saludo corto que fue susurrado detrás de una mueca triste.

Esperaba encontrarla dormida pero cuando entre al penthouse mis ojos la localizaron en la cocina sentada en el comedor mirando una botella de vodka casi vacía con recelo, no noto mi presencia hasta que estuve más cerca de ella, sus ojos azules me miraron y sentí como me desgarraban el alma.

Su piel bronceada estaba pálida, sus ojos se encontraban rojos y hundidos en dos círculos oscuros, sus labios estaban secos y partidos y su mirada, joder, su mirada era tan clara que podía ver el dolor en su interior. Quise abrazarla pero cada paso que daba hacia ella era un paso en falso, no sabía si quería que la tocará o si quería que me marchará.

El silencio entre nosotros era terriblemente agonizante, podía escuchando su respiración entrecortada salir por sus labios entreabiertos, podía escuchar mi sangre circular por mis venas y cuando estaba dispuesto a romper el silencio ella decidió hacerlo con tres palabras que me dejaron helado sin saber que decir.

—Kara está muerta.–su voz fue un golpe directo al corazón, tan rota y llena de dolor que se mezclaba con culpabilidad, quise abrazarla una vez más pero mi cuerpo no respondía a las ordenes de mi cerebro– Kara está muerta–repitió como si quisiera convencerse de aquello que había estado evitando aceptar.

Escuché el sonido de la saliva pasar con fuerza por su garganta, mire sus ojos cristalizarse y sus labios temblar por la fuerza que ejercía por no romper en un llanto que prometía ser desconsolado. La primera lágrima cayó viajando hasta su mentón con tanta lentitud que podía sentir como quemaba su piel, cerro los ojos y otra lágrima cayó por su otra mejilla, no fui capaz de seguir viendo su sufrimiento y sin saber muy bien que hacer me acerque a ella y la estreché en mis brazos dejando que el llanto la golpeara haciendo que mi alma ardiera en llamas.

–Yo... yo...–sollozo sobre mi hombro apretando la tela de mis polera en los puños de sus manos con fuerza.

–Lo sé amor, lo sé.–lo cierto es que no lo sabía. No sabía el dolor que se sentía al perder a alguien que considerabas tu hermano, pensar en perder a Bogdan o Greta de la forma en que Elina había perdido a Kara me formó un nudo en el estómago. No tenía la menor idea.

–Arde como el puto infierno.–sentí como apretaba la mandíbula para que su voz no temblará, la apreté con más fuerza sin saber que decir pero a ella no parecía importarle mi silencio.

Deseé saber en qué momento Eric había sido más inteligente que todos nosotros: rusos, árabes, italianos y alemanes detrás de él y solo le basto cinco hombres vendidos para poder volver todo en una tragedia, cinco hombres y él.

Tome su cuerpo en mis brazos yendo al sofá donde me deje caer con ella en mi regazo con sus brazos alrededor de mi cuello y su rostro enterrado en mi pecho con las lágrimas cayendo una tras otra sin tener intensión de detenerse, acaricie sus piernas desnudas intentando darle algo de consuelo pero nada parecía traerle calma en aquella tormenta que la azotaba y entonces decidí que lo único que podía hacer por ella era quedarme a su lado dejando que llorara hasta cansarse, que llorara hasta que aquel dolor que parecía ahogarla disminuyera un poco.

¿Qué podía decirle? ¿Qué todo estaría bien? ¿Qué no era su culpa? ¿Qué todo pasaría?

Sabía que dijera lo que dijera ella se sentiría igual, no habría nada en este momento que la ayudara a aliviar el dolor de aquella perdida que nos había dejado a todos en pausa, como si le hubiéramos entregado nuestra vida a cualquier persona delante de un televisor y él hubiera decidido pulsar el botón de pausa, así se sentía la vida después de la muerte de Kara Wood.

Tan amarga, tan triste, tan inconsolable.

Su llanto se detuvo cuando el cansancio la venció quedándose dormidas en mis brazos con las lágrimas aún frescas en sus mejillas, me levanté del sofá y camine por el pasillo donde se encontraban las habitaciones mirando la puerta de la habitación de Kara entreabierta pero pase de largo hasta la habitación de Elina dónde la dejé descansar en la cama cubriendo su cuerpo con el grueso edredón, me acosté al otro lado sin pegar el ojo decidido a velar por su sueño.

El reloj en la pared marcaban las cinco menos quince de la mañana avisando que pronto iba a amanecer, la mire a ella retirando el cabello de su rostro con cuidado de no despertarla. Volteó su rostro al lado contrario arrugando ligeramente las cejas, me incorpore en la cama cuando su respiración comenzó a acelerarse y supe que estaba teniendo una pesadilla.

–No... no... por favor...–sus labios comenzaron a temblar mientras las palabras salían de su boca con sufrimiento, quise despertarla pero se sentó de golpe en la cama gritando con desespero.

–Ellie...–toque su hombro con delicadeza pero ella pareció no sentirlo, miró a su alrededor desorientada hasta que su mirada se detuvo en mí mostrando un gran alivio al instante.

–Estas aquí.–saltó encima de mí escondiendo su rostro en el hueco de mi cuello, le envolví la espalda con sus brazos dejando caricias intentando que se tranquilizara– por favor... Por favor nunca me dejes.

Era una súplica llena de dolor y en ese momento mis ganas por saber que era lo que estaba soñando aumentaron.

–Jamás voy a dejarte amor.–separe su rostro de mi cuello sujetandola por las mejillas, besé su frente, besé sus mejillas donde lágrimas silenciosas caían, besé la punta de su nariz y besé sus labios.

–¿Lo prometes?–sus ojos brillaban por las lágrimas que contenía.

–Lo prometo.–respondí limpiando sus lágrimas con mis pulgares. En ese momento con ella estando tan vulnerable en mis brazos solo quise llevarla lejos de todo el dolor pero también quise que Nueva York ardiera hasta encontrar a Eric, no tuve que pensar mucho, hice lo que parecía correcto.

Amargo Paraíso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora