Capítulo 51

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Virginia Beach.
03 de julio 2019.

Elina.

Niklaus se había encerrado en la habitación principal como si las paredes fueran a prueba de ruido sin embargo podía escuchar lo molesto que estaba por no haber hecho lo que había ordenado, sentí una presión en el pecho cuando el nombre de Eric salió de sus labios con rabia, en ese momento la realidad me volvió a golpear y supe que en algún momento tendríamos que regresar. Me senté en la arena mirando como la olas subían hasta rozar las puntas de mis dedos y cerré los ojos dejando que las lágrimas corrieran por mis mejillas sin hacer algún esfuerzo en detenerlas.

Tranquila.

Enterré mis dedos en mi cuero cabelludo y mi cabeza entre mis piernas creando una cortina para que nadie me pudiera ver el rostro. El mar era inmenso, parecía infinito tanto como el dolor que comenzaba a calmarse o tal vez era que comenzaba a acostumbrarme a vivir con el.

Tienes que ser fuerte.– pensé mientras mis propios sollozos me llegaron hasta los oídos, aquel pensamiento se borró con la oleada de viento que me revolvió el cabello pegando unos cuantos en mi mejillas. Pensé en como hace justo un año la vida era totalmente distinta a como era ahora, pensé en como habían sido los últimos meses y el llanto me ahogo, pensé en Strom y Kai que esperaban por nuestro regreso y el alma me ardió con intensidad, pensé y pensé y en un impulso me levanté de la arena entrando a la casa yendo directamente al baño donde abrí un cajón de la losa del lavamanos y saque unas tijeras que brillaron con la luz, fue un impulso lo que me hizo cortar el primer mechón de mi largo cabello, cada mechón iba cargado de rabia, tristeza, culpa, impotencia, tantos sentimientos que me habían estado ahogando, al dejar caer las tijeras a mis pies sentí como si me hubiera quitado un peso de encima pero solo por unos segundos.

–¿Qué haces?–su voz me sobresaltó y un par de lágrimas silenciosas hicieron su recorrido hasta mi mentón.

–No lo sé.–mi voz tembló y mire el piso donde mi cabello se encontraba alrededor de mis pies, quise gritar como si eso fuera a liberarme pero me calle y él lo noto.

–Hazlo.–susurró dando un paso hacia mí tomando mis mejillas entre mis manos– Grita Elina–sacudí la cabeza sollozando, la garganta me ardió cuando aquel grito fue imposible de liberarse.–Grita

Pegó su frente a la mía y me miró fijamente esperando a que lo hiciera pero cuando se dió cuenta que no lo haría dió un paso hacia atrás y soltó un largo grito que lo dejo con la respiración acelerada, volvió a mirarme y ambos gritamos, gritamos con fuerza y pude escuchar como mi grito se mezclaba con mis sollozos y su grito entrecortado.

Fue liberador hacerlo porque después de que los gritos se detuvieran la paz que había sentido antes había regresado, sentía el cuerpo como una pluma y me acerque a él pasando mis brazos por su cadera pegando mi mejilla derecha a su pecho dejando que las últimas lágrimas silenciosas cayeran.

–Gracias.–sorbí de mi nariz sintiendo sus manos recorrer lo largo de mi espalda. Sabía que esa calma no iba a durar mucho, era cierto que Niklaus me había ayudado sin embargo no podía brindarme la ayuda que realmente necesitaba.

–Me gusta tu nuevo corte de cabello.–se mofo aliviando un poco más el ambiente tan decaído en el que nos habíamos envuelto.

–Necesito ir a una peluquería.–me tome un mechón de cabello mal cortado e hice una mueca de disgusto.

–Pues vayamos entonces.–beso mi frente.

Me puse los zapatos y me hice una coleta baja antes de salir de la casa subiendonos al descapotable rojo que Niklaus había rentado para nuestra estancia en Virginia, no sabía cuánto tiempo íbamos a quedarnos pero tampoco iba a preguntar. Condujo hasta un mall algo retirado de la casa, no me importó porque disfrute el viaje en silencio con el viento golpeándonos, fue entonces cuando lo mire con aquellos Rayban negros cubriendo sus ojos del poco sol que quedaba aquella tarde y sentí como si la vida volviera a tener sentido, como si todo el dolor hubiera desaparecido y solo existieramos nosotros dos en aquel mundo tan injusto.

Amargo Paraíso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora