Capítulo 28

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Elina.

Bogdan examinaba mi brazo bajo la intensa mirada de Niklaus aunque ambos sabíamos que esa mirada era más para mí que para él sin embargo lucía algo incómodo como si fuera un niño pequeño a punto de presenciar la pelea del año, se mantenía de pie en el umbral con los brazos cruzados y la mirada oscurecida.

–Estoy técnicamente bien.–murmuré.

Mis heridas constaban de el labio partido, inflamado y ya suturado por Bogdan y un rozon de bala que parecía no causar mucho problema.

–¿Cierto Bogdan?–pedí ayuda con la mirada.

–La inflamación del labio bajara pronto y la herida es muy probable que no cause problema.–dijo casi por inercia– la rozadura no es grave, es como un raspón. No hay de que preocuparse.

–¿Ves? Estoy bien.–me dirigí de nuevo a Klaus.

Sus ojos me miraron con furia.

–Gracias Bogdan.–dijo y se fue.

Bogdan limpio la herida y colocó un parche para proteger el «raspón» como lo había denominado hace un momento, reviso mi espalda donde había algunos morados y mi cabeza asegurndose de que no tuviera algo de que preocuparme.

–A veces siento que actúa muy exagerada.–susurré acomodando mi blusa.

Me miró en silencio un momento pensativo.

–Es normal que quiera mantenerte a salvó Elina.–se quitó los guantes de látex.

–Se cuidarme, no soy una damisela en apuros.–respingue.

–Él no te ve como una damisela en apuros, te ve como su esposa y la madre de su hijo.–hizo una pausa– no se si estés enterada pero Niklaus te ama de una forma que es difícil de explicar, no te ama de una forma posesiva pero como su mejor amigo de toda la vida se que tiene miedo de perderte y que no pueda hacer nada para evitarlo.

Sus palabras lograron tocarme el corazón.

–Eric Cohen no es el hombre que conocías, así que te aconsejo que se sienten a hablar de todo lo que está pasando.–sabía que Cohen no era el mismo, no tenían que decírmelo cada nada.– si tienes algún malestar ya sabes que medicamento tomar.

–Gracias.–murmuré.

–Te acompaño.

Me baje de la camilla y seguí a Bogdan fuera de la habitación mirando solo a Theo al salir de pie con el rostro serio y la mirada perdida en la pared, mire la sala de espera creyendo que Niklaus se encontraría ahí pero no estaba y por un momento creí que se había marchado.

–¿Te ha despedido?–murmuré mientras caminabamos a la salida.

–No señora.–regreso a la formalidad.

–Lamento meterte en problemas.–lo seguí por el estacionamiento.

Mire el Maserati de Niklaus estacionado al lado de la camioneta que Theo conducía.

–¿Hay posibilidad de que vaya contigo?–detuve mi paso.

–Lo siento pero no es posible señora.–se mantuvo firme.

Solté un suspiro y seguí con mi caminata hasta el Maserati abriendo la puerta de copiloto para deslizarme por el asiento manteniendome en silencio en tanto Niklaus se ponía en marcha con los músculos tensos, jugué con el cinturón de seguridad intentando en vano no llorar.

–Lo siento.–me cubrí la cara.

Escuché como soltaba el aire con fuerza.

–Deja de disculparte.–gruñó– al final vuelves a hacer lo mismo Elina.

Atrapé un sollozó en mi garganta antes de que saliera sintiendo como sus palabras me golpeaban en seco, me acomode en el asiendo y mire por la ventana sin detener las lágrimas que caía en silencio por mis mejillas. Se adentro al bosque después de unos minutos conduciendo por el camino de tierra, el único sonido que se escuchaba entre nosotros era el golpeteo de su dedo con el volante como si eso lo ayudará a pensar con claridad.

Detuvo el Maserati delante de una casa pequeña construída de madera dándole un aspecto viejo, el portazo del lado de Niklaus me hizo dejar de observar la casa y bajar del coche para seguirlo mirando a los hombres que merodeaban por el exterior.

–¿Vamos a hablar?–me detuve en el living.

Se detuvo y se giro mirando detrás de mí.

–Theo a mi despacho.–ordeno.

Theo paso de largo obedeciendo a Niklaus que me miraba aún con la mirada envuelta en fuego.

–Estoy bastante furioso como para mantener una conversación razonable contigo.–se dirigió a mí con sequedad.

–¿Y eso es todo?–me mordí la lengua.

–Si.–se dió la vuelta.

Suspiré con el corazón dolido.

–¡Lo siento! ¿Vale? ¡Lo lamento mucho!

Se volvió a girar y con dos zancadas llegó hasta mí.

–¿¡Lo sientes!? ¿¡Dime de qué carajos me sirve que lo sientas si sigues poniéndote en peligro!? ¿¡Acaso crees que estoy jugando Elina!?

–No... yo...–balbuce.

–Deja de ser tan testaruda. Cohen no es el hombre que conocías, no sabes cómo me jode que no entiendas lo peligroso de esto.–dijo entre dientes conteniendo la furia– ¿¡Qué más tiene que pasar para que seas razonables!?

Me limpie las lágrimas y retrocedí.

–Kaira está en la segunda habitación.–informó antes de marcharse.

¡Genial Elina! ¡Genial!

Subí las escaleras de madera llegando a la segunda planta que solo contaba con tres puertas, camine al final del corto pasillo y abrí la puerta mirando a mi hermana acostada en la cama posicionada en el centro de la habitación, entre silenciosamente yendo a la ventana para abrir las cortinas que mantenían la habitación oscura.

–Hola mi vida.–acaricié su cabeza.

Sus ojos se abrieron y me miraron con temor pero inmediatamente se relajó al darse cuenta de que era yo.

–Nina... Ella...–intentó decir.

«Shh». Su mano atrapó mi antebrazo.

–¿Qué te ha pasado?–miro mis labios.

–No importa, estoy bien.–le sonreí ligeramente.

Guardamos silencio y yo quise llorar de nuevo.

–Siento tanto que hayas tenido que pasar esto mi vida, lo siento mucho.–la voz me tembló.

–Él no fue malo conmigo, no quería lastimarme solo quería... Tenerte a ti.–dijo lo último en un susurró.

La franqueza con la que decía las cosas me seguía sorprendiendo. Kaira solo tenía doce años, era una niña muy inteligente sabía que ahora entendía lo que pasaba a su alrededor con más precisión.

–Esúchame corazón.–le sujete la mejilla– voy a llevarte con Strom para que estés segura, se que adoras el colegio y a tus amigos pero no puedo dejar que te quedes aquí cuando hay tanto peligro, lo entiendes ¿no?.

Afirmó con su cabeza y yo me incliné dejando un beso en su frente.

Amargo Paraíso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora