Capítulo 33: Contigo.

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—¡Usagi-san, apúrate! —con emoción, Misaki tomaba con ambas manos la mano de su novio mientras caminaban por la acera de la avenida principal—. Vamos a llegar tarde.

Los cantos y vuelos de las aves eran opacado con el bullicio de la ciudad, los autos iban y venían con prisa, no importando que apenas eran las 9 de la mañana.

—Misaki, creo que vamos muy a tiempo —decía Akihiko en un tono muy calmado.

—Quizás, pero... de alguna manera me siento muy inquieto —expresaba el castaño quien se notaba muy nervioso.

Soltando al escritor, ahora caminaba un poco lento, reflexionando mientras veía sus pies. Se encontraba unos pasos alejado del escritor, quien se apresuró para poder abrazarlo por el cuello continuando aún su andar.

—Saldrá bien, Misaki. Verás que sí, sólo... Espero estar presentable.

— ¿Bromeas? —una risa incrédula escapaba del castaño quien una vez más lo veía de reojo.

Un traje negro impecable que hacía juego con su corbata color vino resaltaban el atractivo de Akihiko, sus zapatos lucian relucientes, su peinado perfectamente acomodado y el olor favorito de Misaki: el perfume de Usami. La cereza sobre el pastel eran los lentes de sol negros que no podían faltar para darle ese aspecto de modelo de revista. Sin duda Akihiko ese día se había lucido al sacar su mejor estilo. Además, Usami cargaba un bello ramo de rosas rojas. Las chicas que pasaban a su lado quedaban prendadas a él preguntándose quién sería la afortunada que recibiría el ramo que llevaba consigo.

Misaki tampoco iba tan mal, portaba un traje grisáceo oscuro junto con una corbata azul marino. El ese estilo formal lo hacía lucir tan propio, como el adulto de 23 años que ya era. Sus zapatos lucian igual de limpios y hacían una combinación ganadora con el conjunto que había escogido Akihiko por él.

Ambos vistieron y se prepararon de la mejor manera posible pues era un día distinto a lo habitual, dónde ambos tenían una mañana muy ocupada.

Los dos se dirigieron a la entrada de un camposanto enorme y hermoso, rodeado de pasto verde y naturaleza por florecer. Cruzaron el portón corredizo negro y una vez dentro, Misaki guió a su novio entre los tantos caminos por tomar. Tras unos cinco minutos de búsqueda, ambos llegaron al lugar acordado. Se encontraban frente una lápida grisácea, estaba un poco sucia a causa de los cambios climáticos, pero aún así el nombre "Takahashi" podía leerse sin problemas.

—¿Listo? —preguntaba Usami impaciente, pero de la misma forma nervioso. Retiró sus lentes y los guardó en el bolsillo principal de su saco.

Tras un largo suspiro, Misaki confirmó asentando con la cabeza, al mismo tiempo que tomaba la mano libre de Akihiko y la sostenía con fuerza.

—Hola, papá, mamá —saludaba el castaño a la tumba de quienes fueron sus padres en vida—. Ha pasado un tiempo.

Para Misaki aún era triste recordar y visitar la lápida de sus padres, muchos recuerdos se le venían de golpe y la tristeza de no tenerlos lo hacían sentir mal; pero no estaba solo, Usami estaba ahí con él y eso de alguna manera lo hacía sentir fuerte. Porque ya no debía cargar con el sentimiento solo, había alguien más dispuesto a ayudarlo en el proceso.

—Lamento no haber venido el último mes, han pasado tantas cosas que me han hecho faltar —explicaba—. No volverá a suceder, lo prometo.

Usami le daba el ramo de rosas al castaño y este lo recibió con sumo cuidado. Eran en total 48. Misaki se hincó para poder depositarlas frente la lápida de cemento.

—Es un regalo para ustedes, es mío y también de Usagi-san —Misaki sonrió nostálgico y una vez entrado en confianza comenzó a hablar de una manera más fluida—. Sé que no se los he presentando, los modales, los modales —se repetía divertido.

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