Capítulo 32: Ser parte.

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Salió corriendo de ahí, huyó con todas sus fuerzas, con las escasas que tenía y salió a las afueras del edificio.

Cuando sintió que había corrido lo suficiente, cuando el oxígeno ya no llegaba a sus pulmones y sus piernas se habían cansado, paró de un momento a otro en medio de la acera. Se recargó en la pared para después terminar agachado en la orilla de la banqueta.

¿Qué estaba haciendo? Después de que Usagi lo hubiera, de alguna manera, enfrentado, pidiendo una respuesta acerca de lo que estaba pasando con su jefe, su cerebro dejó de responder. Fue como si otra persona hubiera tomado control de él y comenzó a hacer estupideces sin sentido.

En lugar de ir a buscarlo, descargó sus frustraciones en otra persona. Se cegó y decidió ignorar el verdadero problema. La verdad era que tenía miedo de ver el mismo rostro desilusionado, sentir el dolor de su pareja al verse con el corazón roto. Pero lo que más temía era ver un rechazo hacia él mismo, y que todo acabara así sin más.

No tenía el valor de enfrentar su verdadero problema porque tenía miedo. Ni siquiera sabía como ni donde comenzar.

Jadeante, recuperaba el aliento y con ello la compostura, su razón y su cordura. Sin duda alguna el dejar las cosas en claro con Takano era algo que debía hacer, pero desde mucho antes, ese error lo tenía muy presente. Lo hecho, hecho estaba y salía sobrando lamentarse o decir lo que hubiera podido cambiar, lo único que le quedaba era tratar de reparar el presente que lo atormentaba.

Debía recuperar a Usagi, debía hablar las cosas y escuchar su historia, pero era difícil conseguir que accediera a simplemente quedarse con él en la misma habitación. Después de notar la decepción en sus ojos, después de sentir su tristeza.

Habían pasado un par de horas, el asunto pendiente aún seguía muy presente en la mente de ambos y cada vez le parecía poco probable que pudieran arreglarlo, pero iba a intentar todo para hacerlo, no se iba a quedar solo de espectado, viendo como su vida se derrumbaba por las acciones que había tomado.

No, iba a actuar, por primera vez estaba decidido a aceptar lo que viniese, con miedo, pero lo iba a hacer.

No lo iba a llamar porque una llamada no era suficiente, porque el sólo escuchar sus voces podía alejarlos todavía más. Tenía que encontrarlo y estaba seguro que sabía donde podía estar, pero el miedo volvía a su interior al darse cuenta que era un lugar muy obvio y que quizá el escritor lo había desechado por la idea de que lo fuera a encontrar.

Si no estaba ahí, significaba que no lo quería volver a ver y eso lo aterraba. Que lo hubiera herido a tal punto de ignorar su existencia.

Sus piernas seguian moviéndose por inercia en una carrera contrareloj bajo el cielo nocturno de Tokio. Aún así, esa velocidad no era suficiente, y llamó al primer taxi que vio sobre la avenida.

Incluso con todo lo malo del día, había una pizca de suerte pues no se le complicó encontrar un auto que lo llevara a su destino. De inmediato subió, el chófer lo vio extrañado al notar su semblante de preocupación y su tono de voz agitado, Misaki le dió la dirección donde debía dirigirse y el taxista asentó con la cabeza dando marcha al motor. De vez en cuando el conductor daba una vista rápida por el retrovisor al chico al cual denominó por "raro".

Misaki contaba los minutos que lo separaban de su Akihiko, porque sí, a pesar de aquel inconveniente seguía teniendo en mente que el escritor seguía siendo parte importante de él, pero acaso, ¿él seguía considerándolo de la misma manera? Cada minuto, cada segundo incluso era una tortura, pues su mente se llenaba de pensamientos tormentosos que no lograba disipar, cosa que no lo dejaba concentrarse entre lo que debía hacer o decir una vez que estuviera frente a Usagi.

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