Andy se asombró al ver los jardines exteriores, que eran mucho más imponentes que los que se encontraban en la parte delantera de la casa. Un bosque con árboles altos y frondosos, de un verde profundo, y un camino de rosas rojas, azucenas blancas y amarillas acompañadas de luces tenues, faroles, que hacían que los diversos colores resaltaran. Un poco más lejos se encontraba un pequeño lago ornamentado con calas blancas y amarillas a su alrededor. En él se reflejaba la luna.
Miró hacia todos los puntos cardinales. Nadie estaba allí, por lo que empezó a caminar. No se hallaba cerca de la piscina —todo el mundo estaba en ese sitio— ni tampoco al lado de las tres barras de tragos que habían montado para el evento.
¿Dónde se había metido? No pudo haberse marchado. Hayden aún estaba en la fiesta, y Andrés supuso que se marcharían juntos.
Recorrió un estrecho camino que conducía hacia los árboles más alejados de la casa, tomó asiento en uno de los bancos de madera cerca del lago y cerró sus ojos. Sus dedos estiraban el mar de rizos, que estaba fuera de control, peinándolos. ¿Qué carajo hacía? Era patético, y no se había equivocado.
—¿Te diviertes?
El sonido tronó en sus oídos.
Allí estaba, con una copa de champaña en su mano. Lo esperaba, invitándolo a refugiarse en él.
No lo pensó dos veces. Andy corrió hacia él y se abrigó en su pecho, apretando su estrecha cintura. De un momento a otro, tomó el coraje suficiente y lo besó. Apenas alcanzó sus labios con su escaso metro setenta. Kellan no oponía resistencia, de hecho, se encontraba inerte, sin mover un músculo de su formidable estructura.
Andrés se detuvo y trató de encontrarle sentido a lo que sucedía.
—¿Kellan?
—¿No tienes vergüenza? Has venido aquí con tu prometida y de repente te restriegas en mí sin el mínimo respeto por mi pareja o por la tuya.
—Lo lamento.
Sus manos abandonaron los contorneados brazos. A pesar de que solo habían sido unos segundos, el frío lo envolvió. El calor que emanaba de Kellan era avasallante.
—¿En serio crees que el tiempo se ha detenido? ¿Piensas que todavía espero por ti?
—Realmente no sé qué pensar. Para mí el tiempo se ha tornado difuso desde que nos separamos.
—¿Qué significa eso?
«Puedes hacerlo», se dijo a sí mismo una y otra vez.
Se daba fuerzas para lo que estaba a punto de hacer.
—He perdido el sentido, la claridad... Solo estás tú en cada pensamiento. Tus caricias, tus besos, tu cuerpo...
El rostro de Kellan no mostraba emoción. Sin duda, no era el hombre de hacía dos.
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
Lãng mạnEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...