Kellan se encontraba en el vestíbulo del hotel. Chris le había recalcado diez millones de veces que fuera puntual. Lo había sido, por lo tanto, ¿por qué carajo ni él ni su novio aparecían?
—¿Es una broma? Llevo media hora esperando. ¿Dónde se supone que estabas?
El rubio no se disculparía con su hermano.
—Tranquilo, hombre, ya estoy aquí. Ignacio viene en un segundo. Mírate. Te esmeraste hoy, ¿eh?
Christopher siempre destacaba por su porte y elegancia, todo lo contrario a su hermano, quien siempre lucía informal pese al empleo que tenía. Sin embargo, hoy se sentía avasallado por la vestimenta de Kellan, con un traje negro y una corbata azul eléctrico, que combinaba con sus ojos. Se había recortado su barba y olía increíblemente bien.
Ambos hermanos reían cuando Ignacio llegó. No estaba solo, y Kellan agradeció por ello.
Debía ser algo de familia. El castaño estaba seguro. La sonrisa que robaba corazones no podía ser casualidad en los primos.
La mandíbula cuadrada en la que el hombre había amado arrastrar sus dientes y los labios rosa pálido, el inferior apenas más grueso que el superior, y allí estaba de nuevo esa pequeña joya metálica adornándolos.
El instinto cazador de Kellan activado no pasó desapercibido para Chris, pero no emitió sonido.
—Kellan, ¡ya estás aquí! —exclamó Ignacio con alegría, para lo cual no hubo respuesta.
Los ojos entre café y miel miraron hacia arriba.
—Hola, Kellan. —Cohibido, Andrés se rascó la mejilla derecha y levantó su mano.
—Pensé que me llamarías.
Chris golpeó el brazo de Ignacio y le hizo seña para dejarlos solos. Sobraban allí, estaba claro.
—¡Te esperamos afuera, Kellan! ¡Te veo más tarde, Andy!
Ignacio se consideró un completo idiota. Ninguno de los dos lo habían escuchado.
Andrés se sentía tan extraño en torno a Kellan, como si no pudiera ser él mismo. Se quedó en silencio, apesadumbrado. El castaño, al no encontrar respuesta, giró sobre sus talones y empezó a caminar hacia la salida.
—¡Quería hacerlo!
Kellan se detuvo en seco y volteó sobre sí.
—¿Y por qué carajo no lo hiciste?
Andy estaba atónito. El atisbo de molestia en el hombre hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo.
—Estuve... atento al puto teléfono todo el día. ¿Entiendes eso?
Sin saber la razón, Andrés sonrió. La felicidad desbordó en su pecho. Jamás había logrado que alguien estuviera pendiente de un llamado suyo. De repente, este hombre tan fantástico colmaba su ego.
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
RomanceEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...