20 Cuatro años🔥💖

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A veces lo imposible solo tarda un poco más

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A veces lo imposible solo tarda un poco más.

Gracias por poner en mi cabeza el tornillo que faltaba.

Te amo.

A. E.

Kellan leyó la frase varias veces. Se había olvidado de aquella infantil dedicatoria cuando cumplió junto a Andy tres meses juntos. La había encontrado ahora, mientras armaba las maletas para su viaje. Lo había besado una y otra vez hasta el cansancio. Esa había sido su respuesta a esa declaración, confirmándose que todo era posible si se tenían ambos.

—Kellan... —Chase golpeó su pierna y se sentó a su lado en el aeropuerto.

Esperaban el vuelo a Buenos Aires.

—¿Y Lau?

—Ni lo digas. Está en el free-shop. Debe estar comprando hasta la vendedora. ¿Qué hay de ti? ¿Estás listo?

—Claro que no.

La angustia y la incertidumbre dominaban a Kellan. ¿Y si Andy decidía no perdonarlo? ¿Y si continuaba empecinado en llevar adelante este proceso solo?

—¿Puedo preguntarte algo?

—Seguro.

—¿Alguna vez te pensaste sin Lautaro?

Chase cruzó su pierna y se detuvo en un punto fijo en el piso.

—Desde el momento en que lo conocí supe que le pertenecía. Él es mi destino, todo lo que necesité desde siempre.

—Después de cuatro años...

—Kel, podrían haber pasado cuarenta. Para mí es exactamente lo mismo. No se trata del tiempo, sino de la persona con la que lo compartes.

—Yo... le fallé a Andy. Lo busqué en tantas personas, no solo en Hayden, mientras que él...

—Hey —el hombre lo abrazó, infundiéndole fuerza—, deja de atormentarte con el pasado.

—Es que es difícil perdonarme, Chase. Yo...

—Entonces dale esa oportunidad a Andy de volver a encontrar tu raíz, de ir a tu centro, de hacerte renacer.

—«Como una rosa del desierto».

El murmullo hizo a Chase fruncir el ceño.

—¿Qué?

—Olvídalo. —Kellan negó y sonrió—. Solo una analogía tonta. No me hagas caso.

—¡Amor! ¡Conseguí el perfume japonés del que te había hablado!

Las manos de Lautaro apenas eran capaces de sostener todas las cosas que había adquirido en un abrir y cerrar de ojos.

—¿No te cansas de pagar por exceso de equipaje?

Lau hizo una mueca como si estuviera ofendido.

—Disculpa, pero vivimos en medio de la nada. ¿Qué? ¿Acaso no disfrutas que mi cuerpo huela bien?

Chase se acercó y musitó algo a su oído. Lau negó sin demasiada confianza.

—Te mostraré cuando lleguemos.

Kellan estaba absorto. Nadie creería que emanarían ese fuego interno después de cuatro años juntos. Un lazo inquebrantable sin importar la edad o que pertenecieran a mundos diferentes. Lo habían logrado. Habían alcanzado la felicidad. Y sí, vivían en un lugar desolado, pero se bastaban con ellos mismos.

—Traje algo para ti también. —Lautaro le entregó la bolsa a Kellan.

—Gracias. ¿Qué es?

—Te serán de ayuda. Es el preferido de Andrés.

—¿Dulce de cereza?

—Cereza de Barbados. —Lau le guiñó un ojo—. Poca dulzura, mucha acidez... justo como tú.

—Esto solo se te puede ocurrir a ti.

Kellan agarró el paquete y lo guardó en su bolso de mano. Era un obsequio que le gustaría a su amor.

—Vamos, debemos embarcar.

—¿Cuál es la prisa? —preguntó Chase—. Estaremos suspendidos en el aire por diecisiete horas.

—Ni me lo recuerdes. Por eso odio los viajes largos.

—Espero que puedas viajar con nosotros a Tolhuin. Te va a gustar. Es hermoso.

Las esmeraldas de Lautaro brillaban cuando hablaba de su lugar de origen como si fuera un pedacito de paraíso en los confines de la tierra al tiempo que caminaban a la zona de embarque.

—Vamos a ir. No sé cuánto tiempo Andy deba estar en el hospital, pero iremos. Ten por seguro que llegaré allí.

—Bueno, si los viajes largos te desagradan, estarás en un grave problema.

—Mierda, ni siquiera me lo digas. Esto es... claustrofóbico

—Y eso que viajas en primera clase —afirmó Lautaro, y subió las escaleras del avión—. Ya quisiera verte en clase turista, pero, para traerte un poco de tranquilidad, no necesariamente debes viajar en avión a la Patagonia. Mi hermano prefería las rutas. Decía que le permitían pensar y relajarse. Kyle adoraba viajar con él. —Una punzada de dolor golpeó su rostro.

Chase lo llevó hacia él, arropándolo, y dejó un beso en la sien. El moreno enredó su mano con la de su pareja y la colocó en su regazo. Sí, todavía le resultaba difícil hablar de Marcos y Kyle.

Kellan se detuvo en el gesto protector de Chase y luego se enfocó en el paisaje del exterior. El avión despegaba. Su aventura apenas estaba por comenzar. Las turbinas se encendieron y la adrenalina fluyó en su cuerpo. Sí, el encierro no era lo suyo. No obstante, este era un pequeño sacrificio, y el premio era demasiado grande para acobardarse.


OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora