—Escúchame bien: no lo verás, no lo tocarás, no estarás ni a cien kilómetros de él. ¿Te quedó claro?
Andrés no solo estaba molesto, la ira consumía. Quería golpear y hacer sangrar al maldito bastardo que tenía en frente.
—Andy, ¡por favor!
Kellan lo sujetaba de la cintura. Era cómico ver cómo lo manejaba, como si se tratara de un muñeco de trapo.
—¡Kellan! ¿Me estás pidiendo calma? Mi primo casi muere por amar a este idiota, ¡¿y tú me pides calma?! Está descansando, está bien. ¿Qué más necesitas saber, Chris? No se murió, así que despreocúpate, tu consciencia sigue limpiecita.
—No puedes prohibirme estar aquí.
—Vete, o ten por seguro que llamaré a seguridad para que te saquen de este lugar. No me importa si eres el mejor amigo de uno de los dueños del hotel. No me hagas enojar más de lo que ya estoy. Hasta nunca, Janssen. Vuelve al hueco de donde nunca debiste haber salido.
Chris tuvo que retirarse en silencio. Kellan estaba dolido con la situación, pero sabía que era lo mejor. Ambos chicos ingresaron a la habitación del moreno. Ignacio dormía apaciblemente. Andy lo observó en detalle; no había cambiado mucho a lo largo de los años. Su rostro tenía facciones pueriles, rostro de niña, «de niña buena», como solía decir su madre, haciéndolo sonrojar y enfadarse la mayor parte del tiempo. Se oía la calma de la habitación, algunas risas y charlas a lo lejos.
—Lo odio —lanzó el rubio.
Kellan lo contempló petrificado.
—¿Qué?
—Sí, lo odio. Quiso abandonarme. Es lo único que tengo, maldita sea, el único que me comprende y sabe realmente quién soy. ¿Cómo puede hacer algo así?
—Tranquilo, amor, él no hizo esto tratando de dañarte. Está demasiado triste y agotado para salir. Por fortuna, se detuvo. No creo que hubiéramos llegado a tiempo si decidía dejarse abatir en medio de las aguas.
—¿Crees que aún...?
El cuerpo de Andy hormigueaba. El torrente de preguntas y temores afloraba.
—¿Piensas que va a necesitar acompañamiento psiquiátrico o algo así?
—Es posible. Entiendo que tenga pavor a los médicos, pero lo que sucedió debe ponernos en alerta. Ahora lo dejaremos descansar. Una vez que despierte, hay que hablar.
—¿En serio piensas que aceptará ver a un loquero?
—Claro que no. Está demasiado cansado para ello... para todo. Kellan...
Andy se abrazó al hombre a su lado, quien lo atrajo a la silla donde estaba y lo sentó en su regazo.
—Yo estoy contigo, amor, siempre. Sé que la palabra de un Janssen valen poco, pero te pido que confíes.
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
RomansaEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...