¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Quizá más de dos años? ¿Por qué todavía lo confundía pensar en él? ¿Por qué no se olvidaba del simple muchacho que lo había hecho estremecer con su toque? ¿Cuántas mujeres habían pasado después de ese encuentro en Belfast? ¿Cincuenta? ¿Acaso tenía sentido atormentarse con algo sobre lo que no podía volver atrás?
Llegó a su casa tarde ese día y decidió tomar una ducha. Sintió cómo el agua recorría su cuerpo, trayendo a la mente todo lo que había deseado enterrar para siempre, que nunca debió suceder y que, irónicamente, y contra toda su voluntad, deseaba que volviera a pasar una y otra vez.
—Esto es una pésima idea.
—Lo es, pero no me voy a detener ahora.
Chris abrió la camisa y se deleitó con la belleza que se le ofrecía esa noche fría de Belfast. Resultaba inverosímil, inconcebible para su mente estrecha. Siempre había criticado a su hermano mayor por no decidirse por uno de los bandos. Había hecho lo mismo con Chase, pero allí estaba, y, maldita sea, hacía mucho tiempo que no se sentía así de feliz, con un mar de nervios que recorría cada fibra de su cuerpo.
Quería hacerlo. Ansiaba acostarse con ese hombre, hundirse en él hasta el fondo y ver su rostro, que parecía una sinfonía de emociones.
Ignacio lo tomó del cuello y lo besó con tanta pasión, enroscando la lengua contra la suya, al punto de dejarlo sin oxígeno. La efusividad y la pasión se adueñaron de sus cuerpos. La forma en que las caderas de Ignacio ascendían y se acoplaban a su vaivén, llevando placer a todo su cuerpo.
Chris se había encontrado en una especie de limbo, debatiéndose en retirarse o ceder y entregarse al placer infinito que ese cuerpo perfumado le entregaba. Y solo aconteció. Chris se olvidó de quién era, de todo lo que implicaba estar con alguien de su mismo sexo, y embistió una y otra vez en el cuerpo del simple y sensual moreno que se deshacía en gemidos.
Los reiterados golpes en la puerta hicieron a Chris volver en sí.
—Oye, tarado, llevas una hora ahí. ¿Qué haces? ¿Te estás masturbando?
—¡Ya voy! —gritó fuerte, y sintió que los pasos se alejaban.
—Pues apresúrate. ¡Hoy saldremos a conquistar la noche!
El rubio golpeó las blancas baldosas de la pared con fuerza. No tenía ánimos, pero tampoco aguantaría un nuevo interrogatorio de su hermano si se quedaban en casa.
***
—Bien, amor, ¿tienes todo listo?
La madre de Ignacio le ayudaba a terminar de armar su equipaje. Había un atisbo de tristeza e incertidumbre en su rostro. Contendría esos sentimientos. Su hijo ya no era un niño, sino un hombre de 27 años que había tomado la decisión más importante de su vida.
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
RomanceEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...