El lugar estaba colmado de gente. Ignacio llevaba mucho tiempo sin salir, así que encontrarse en medio de un tumulto fue una experiencia agradable y paralizante a la vez. Era tímido. El hecho de que mucha gente lo observara, en especial las mujeres, lo hacía sentirse contrariado.
—¿Estás cansado?
—Estoy bien. Veo que hoy han ganado —señaló a varias personas con la tradicional camiseta de rugby.
—Sí, barrimos a los All Blacks. Ya era hora. Esos bastardos son demasiado aguerridos a veces —añadió Kellan, orgulloso—. ¿Te gusta el rugby?
—Para serte sincero, nunca entendí completamente los partidos, pero sé que los Springboks son de los mejores.
—Nosotros lo amamos, al igual que ustedes el fútbol, aunque debo aceptar que han mejorado mucho en estos últimos años. Se han convertido en un buen rival.
—Sí, al menos no nos hacen papilla en un tiempo de cuarenta minutos.
—Nop, ahora necesitamos los ochenta para hacer eso. —Kellan rio y bebió un trago de cerveza.
Ignacio también lo hizo ante el comentario burlón.
Chris se acurrucaba con las dos mujeres que los habían esperado allí. Ambas lo acariciaban pasando sus manos posesivamente sobre él, cautivadas, mientras el tipo derramaba toda la seducción en cada gesto y mueca que dibujaba.
Kellan no entendía qué diablos le ocurría. Resultaba obvio que sus consejos habían sido en vano. La arruinaba una vez más.
Nacho no quería mostrar cuánto lo afectaba la escena. Debía resistir y tomar el consejo que su madre le había dado.
Ignorarlo. Sí, tenía que ignorarlo, demostrarle que lo había superado, que sus caricias habían quedado atrás, sepultadas en el frío de Irlanda.
Era absurdo, rozando lo patético. Nada había quedado atrás. El fuego ardía en su interior cada vez que sus ojos se encontraban con los de él, que parecían un pedazo de cielo de la tierra que lo había visto nacer, tan grises, con pinceladas índigo que lo impulsaban a querer ahogarse en ellos y morir allí si fuera posible.
Tragó saliva y se enfocó en la multitud que gritaba en la barra.
Era un maldito error estar allí.
—¿Quieres molestarlo un poco?
Nacho volvió su rostro hacia Kellan, sin comprender lo que le proponía.
—Te gusta, ¿o me equivoco?
Había echado a perder todo yendo allí. No había nada malo en hablar con franqueza, aunque el hombre fuera hermano de su «príncipe azul».
—Me gusta mucho, pero no voy a ser solo un agujero para él, ya no más.
Kellan sacó un cigarrillo de su bolsillo.
—Me parece justo. No lo seas. Entonces ¿me sigues el juego?
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
RomanceEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...