Allí estaba Andrés, cómodamente acostado al lado de la piscina mientras bebía un mojito. Su primo y su novio se habían marchado hacía una hora, y el bastardo de su acompañante seguía sin aparecer. ¡Qué diablos! No iba a arruinar su noche. Cruzó sus piernas y afirmó el vaso en su abdomen. Cerró los ojos unos instantes cuando una figura se acomodó a su lado.
—Eres Andrés, ¿verdad?
Aquella voz grave la había escuchado antes. Dirigió su vista chocolate solo para toparse con el enorme hombre que lo había atravesado con los ojos en la mañana.
—¿Te conozco?
—Soy Kellan Janssen. Los empleados me dijeron que estabas aquí.
—Tú eres...
El temor lo recorrió, sin comprender el motivo. El hombre era escalofriante, tan enorme que podía sostenerlo con una mano y quebrarlo como un mondadientes.
—Sí, hermano de Chris. Mucho gusto. —Estiró su mano hacia el rubio, quien la miró sin reacción. Al cabo de unos segundos, el castaño la alejó.
—Vaya, qué educado eres —dijo Andrés con fastidio—. Muévete, tengo hambre.
El hombre se puso de pie rápidamente. Andrés lo siguió en silencio. Sí, había cometido una estupidez, pero trataría de subsanarlo, eso si no lo enfurecía y el mastodonte trataba de golpearlo.
—Genial. Esto es genial —murmuró el rubio mientras observaba cómo Kellan se saludaba con tipos tan enormes como él en el bar.
Se concentró en los poderosos brazos, en los pectorales, que se dejaban apreciar con la camiseta de algodón color púrpura. Estaba tan concentrado en esa masa de músculos que, cuando su vista ascendió, solo pudo encontrarse con unos ojos de un color azul intenso.
Kellan dejó a los muchachos y tomó asiento a su lado.
—¿Qué quieres comer?
Y Andrés, que siempre se había comportado tan relajado y amable, se encontraba tan tenso que el castaño no sabía si reír o preocuparse.
—¿Se puede saber qué rayos te sucede?
—Nada, estoy perfectamente bien... bien.
—Pues no lo parece, chico listo. Tienes tu vista fija en mí a cada instante. ¿Hay algún problema?
—No quiero que lo tomes a mal, es solo que... me siento algo...
El castaño acercó la cerveza al muchacho.
—Toma, bebe algo. Tal vez borracho seas más divertido, ya que atractivo no te falta
Las gotas de agua escurrían en el envase de vidrio. Andrés se concentró en la cerveza, tratando de olvidar que el hombre le había mencionado que era... ¿atractivo? La bebió rápidamente, como si eso disminuyera la fascinación en su pecho al escuchar esos fonemas.
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
RomanceEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...