Chris y Nacho se encontraban en la oficina junto a Andrés. Ellos no estaban de vacaciones. Por lo general, el chico saldría y se divertiría, pero ahora prefería ayudarlos en la oficina. Cielos, sabía que extrañaba el lugar, pero lo que nunca se imaginó es a qué punto.
—Andy, ¿por qué carajo estás aquí? ¡Vamos! ¡Sal! Ve con Nadia y Sara.
—No, está bien. De todos modos, ellas han salido de compras y solo Dios sabe cuánto demorarán.
—O a cuántos vendedores dejarán llorando —agregó Chris, y tecleó en la computador.
Causó risas en los muchachos.
—¿En serio? ¿Lo dices por experiencia personal?
El sudafricano dejó una carpeta sobre la mesa y frunció el ceño.
—¿De qué hablas? No voy de lugar en lugar, ¿cierto?
—Por supuesto, cariño.
Ignacio le lanzó un beso, a lo cual Chris respondió mostrándole el dedo medio.
—Amor, me gusta estar convencido de algo cuando lo compro. Y sí, puede que demore un poco, pero de ningún modo le complico la vida a la gente.
—Si tú lo dices.
Ignacio leía uno de los informes.
Chris se levantó de la silla y tomó la chaqueta.
—Voy por un café. ¿Quieren?
—Claro. Sin cianuro para mí, por favor.
Andy se había pasado, y Chris estaba a punto de enfadarse en serio.
—No voy a traerles nada. Si quieren, deberán ir ustedes mismos, bastardos.
—Hermoso —Nacho se levantó y llevó sus manos al cuello del hombre para arreglar la corbata—, solo es una broma, ¿sí? Vamos, sé bueno y tráenos un café a cada uno.
—Bien. Supongo que puedo hacer un esfuerzo por ti.
—Eso es.
Ignacio dejó un beso corto en los labios y Chris salió de la oficina. Luego de eso se detuvo en Andy.
—Y te sigues sonrojando, maldita sea.
—Eso es culpa de ustedes. Son tan cursis o promiscuos.
—¿En serio?
—Nacho, ¿has notado cómo todo el mundo los mira a donde llegan?
—Sí, pero realmente no me importa.
—¿Y cómo logras eso?
El moreno dio un largo suspiro.
—Escucha, cuando estés preparado para el verdadero amor, te darás cuenta de que lo único que importa es la opinión de esa persona y la tuya.
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
RomanceEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...