Ignacio trataba de encontrarse a sí mismo, perdido en una espesa neblina de deseo y enojo. Sin embargo, la voz dubitativa y lastimera lo hizo que de inmediato moviera sus brazos y envolviera al hombre que estaba todavía dentro de él. Chris hervía. Olía tan bien. Hasta su sudor era abrumador.
—Quisiera mandarte a la mierda, decirte que no deseo que estés en mi vida, aunque eso sería mentirme a mí mismo, y no estoy dispuesto a hacerlo. Sé que eres peligroso y que quizá volverás a lastimarme, pero, te lo dije una vez, soy incapaz de vivir sin ti.
—Ignacio, no ocurrirá de nuevo. No volveré a ponerte en peligro.
—Esa imbecilidad fue mía. ¿En qué estaba pensando? Ni siquiera vales la pena.
Chris rio con amargura. Ese había sido un buen golpe.
—¿Sabes qué es lo gracioso? Que tienes toda la razón. No obstante, no estás echándome de aquí, por el contrario, me estás estrechando en tus brazos, permitiéndome que permanezca en tu interior.
—Eso es porque soy un tarado sin remedio. Mira mis brazos. Ni siquiera voy a pensar en la cicatriz de mi cuello. Voy a matarte...
El sudafricano tomó una de las muñecas y la besó con dulzura.
—Lo siento, no podía arriesgarme a que me golpearas, y estabas molesto. No ibas a dejar que me acercara. Lo vi en tus ojos la última vez que nos vimos. Supe que te estaba perdiendo. Soy demasiado posesivo, y no puedo cambiar eso. Lo entiendes, ¿verdad?
—Chris...
—He pasado toda mi vida a la sombra de mi padre, obedeciendo, haciendo todo lo que él quería, graduándome de la carrera que eligió para mí, tratando de moldearme a su imagen y semejanza, y en parte lo logró. Por eso hui a Gran Bretaña. No quería ser como él, solo en un país distinto. Él perdería un poco el férreo control sobre mí.
Las manos del moreno recorrieron su espalda en ese instante.
—Kellan me contó sobre tu padre, sobre lo que hizo con Thabo.
—Nacho, si te pasaba algo, yo...
—Debiste decirme. Eres mi pareja. Eso es lo que se hace cuando se ama a alguien. Se ama y se sufre junto a él, no se abandona.
—¿Todavía te duele?
—Teniéndote aquí no puedo evitar sentirme feliz. Te amo. Sabes que eso no ha cambiado.
—Yo también te amo, Ignacio. Soy libre ahora. He roto con el pasado. Te pertenezco en cuerpo y alma.
Los ojos de Nacho resplandecieron con una sonrisa. Chris lo inundaba de besos.
—Cariño, creo que... deberías salir. —El miembro duro y la fuerte embestida lo hicieron temblar—. Dime que es una maldita broma.
—Lo lamento. Al estar dentro de ti volvió a endurecerse.
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
RomanceEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...