Andrés mojaba su cabello, tratando de recomponerse en el diminuto baño del avión. Las náuseas lo habían acompañado durante todo el camino. El cansancio se hacía presente, así como los temblores en sus manos. Contempló las píldoras y decidió aumentar la dosis. Debía verse hermoso, resplandeciente, y sería imposible de otra forma. No sabía cuánto tiempo pasaría en Ciudad del Cabo. Los instantes que estuviera allí debía hacerlos memorables.
—¿En serio esperabas que te dejara llenarme de tu verga? Estás demasiado equivocado si piensas que alguna vez le permitiré a un hombre hacer eso. Eres un idiota, un tipo que no merece el cariño de nadie.
Un golpe seco sobre la pared en aquel espacio que provocaba claustrofobia lo hizo descargar la tensión y la rabia que recorría sus venas. Estaba convencido de que debía apartarse de Kellan, de que era peligroso para él. Aun así, era consciente de que el trato cruel que le había dado había dejado de todo, menos un buen recuerdo. Era justo eso lo que borraría. Necesitaba mostrarle que lo amaba y hacerlo feliz cada vez que lo recordara. Lo había planificado muchas veces en su mente, pero al momento de contrastar las hipótesis con los hechos la cosa cambiaba radicalmente.
—¿Estás bien? Te demoraste una eternidad en el baño.
Nadia le brindó una botella de agua y un pañuelo para secar la transpiración.
—No debimos venir.
—Ya te lo dije, es mi última oportunidad de tenerlo, Nadia.
La rubia asintió con angustia y se acomodó en el asiento. La anciana de al lado roncaba a más no poder.
—Prométeme que la próxima vez no me tocará el asiento del medio.
Andy sonrió y volvió a toser.
—Te lo prometo.
***
Chris fue a recibirlos al aeropuerto. Nadia babeaba, literalmente. Andrés contuvo las ganas de reír.
Era tan gracioso cómo los pobres mortales se inclinaban ante ese hombre, e Ignacio, con calidez y bondad, lo había hecho suyo.
Ciudad del Cabo lucía igual que años atrás, imponente, con aquellos edificios modernos que se mezclan con estructuras más antiguas, el paisaje salvaje y las costas llenas de vida. La pluralidad de etnias recorría cada calle. El bullicio cotidiano al que se había acostumbrado y aprendido a amar.
Era aquella ciudad la que le había robado el corazón y las ganas de vivir al mismo tiempo.
—Chase y Lautaro llegarán mañana.
Andy llevó su vista al hombre que iba manejando y que le contaba las novedades.
—Lo sé. No consiguieron vuelo antes. Están tan ocupados últimamente...
—¿Todavía follan en cualquier sitio?
—¡Oh, sí, lo hacen! Los malditos adoran sonrojarme contándome sus encuentros sexuales.
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
RomanceEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...