—¿Se puede saber qué pretendes hacer?
—¿Te refieres a vivir mi vida? —preguntó Chris en tono desafiante, cruzándose de brazos.
—¿Por qué me haces esto?
—Papá, esto no tiene que ver contigo. ¿Por qué lo tomas personal? Me gusta un tipo, ¡supéralo!
El hombre, colmado de ira, se acercó estrepitosamente y barrió el rostro de su hijo de una bofetada.
—Soy tu padre. Cuando te dirijas a mí, lo harás con el respeto que me merezco.
La risa socarrona de Chris lo hizo enfurecer más.
—¿Respeto? Ni siquiera sabes lo que eso significa. A propósito, ¿dónde está mamá? No la he visto junto a los invitados.
—Ella... se encuentra indispuesta.
—¿En serio? ¿Cuántos golpes le has dado ahora?
La mano de Damon sonó estruendosa en la madera del escritorio.
—¿Quieres otro más tú también?
—No me importa si me envías al hospital. Ya no soportaré esto. Se acabó, papá. Todavía no puedo creer que haya venido hoy.
—Estoy muriendo.
Chris frunció el ceño. Su boca se secó. Era eso, el último segundo buscando redención. Ahora entendía todo.
—Y supongo que quieres que te perdone todo el daño que nos has hecho, ¿verdad?
La sonrisa ladeada del hombre frente a él le mostró que eso estaba muy lejos de ser realidad.
—Tengo un lugar asegurado en el infierno por todo lo que he hecho en mi vida, al igual que lo tuvo tu abuelo y que... tú también tendrás.
—¿Entonces? ¿Qué mierda quieres?
—Tengo un tumor en el hígado, el cual se expande rápidamente. Es fulminante. Tengo tres meses de vida, máximo un año. Por ello he dejado preparado todo para mi muerte. El testamento lo hice hace una semana. Eres el dueño de todo, mi único heredero.
Chris respiró lento, resignado. Por un segundo creyó que su padre podía cambiar. Era tan iluso.
—¿Y Kellan? ¿Danisa? ¿Mamá? ¿Es que acaso no tienes límites?
—Dejo lo mío en manos del único merecedor de tenerlo, de mi orgullo.
Christopher colocó sus manos en la cintura, meditando lo que sucedía, de lo que formaba parte quisiera o no.
—Esto se acabó. Déjame en paz. No voy a dejarte interferir en mi vida ni tampoco condicionarla. Lo has hecho demasiado tiempo.
—Eres mi orgullo, así que debo protegerte. Por eso no aceptaré ninguna locura tuya, empezando por la que está ahora en mi fiesta.
Chris se relamió los labios. Sí, estaba siendo especialmente emocionante retar a su padre.
—¿En serio? Te lo agradezco. Lo recordaré en una hora... cuando esté montado sobre su erección.
—¡Christopher!
El rubio giró sobre sus talones para abandonar el lugar, dándole la espalda a su padre.
—Hubo un tiempo en el que esa voz me hacía mear en los pantalones. Ha pasado demasiado de eso. —Agarró la manija de bronce para abrir la puerta y terminar con los fantasmas, que lo alejaban de la felicidad—. No quiero que me protejas. Soy un hombre, y no te debo nada.
—Mocoso arrogante, vas a obedecerme y dejar a ese imbécil con cara de niña buena.
—No voy a dejar a Ignacio sin importar cuánto te empeñes en que lo haga.
—Es por su propio bien, ¿o quieres que le pase lo mismo que a Tahbo Ramesh?
La sangre de Chris dejó de fluir en ese instante y dejó a su corazón sin emitir latidos. La realidad lo golpeó y le recordó quién era el monstruo a quien llamaba padre.
—Lo sabía, siempre lo supe. Cada vez que miraba a su madre y veía el miedo en sus ojos... Tú lo mataste.
—Thabo se ahogó. Era un pésimo nadador, tú lo sabes. Fue un trágico accidente. Es lo que ocurrió.
Las lágrimas comenzaron a fluir y crear senderos en la cara de Chris. Hacía tanto tiempo que no se entregaba al llanto, un dolor que partiría su pecho en cualquier momento.
—Era un niño...
—Un negro frente al cual tenías sentimientos antinaturales. Te lo dije, eres mi orgullo, y haré todo lo que esté en mis manos para que lo sigas siendo, no importa cuánto te empeñes en huir. Graba eso en tu mente. Recuerda quién es tu padre y el enorme amor que tiene hacia ti.
Chris cerró los ojos un instante, antes de mover el picaporte y salir del despacho.
El destino y su padre habían decidido por él de nuevo.
—Chris, ¿qué ha sucedido? ¿Estás bien? —Ignacio observó el pálido rostro de su acompañante una vez que regresó a su lado.
—Sí, estoy bien. Kellan, necesito que nos vayamos.
—Claro, no hay problema.
Chris le dio un beso a su hermana, agarró de la mano a Ignacio y se retiraron de allí a toda prisa. Extrañamente, se sentó en el asiento trasero de la camioneta acurrucado junto a Ignacio.
—Oye, ¿quién crees que soy? ¿Tu puto chofer?
—Déjame en paz y conduce, Kellan.
El castaño sabía lo que había sucedido. Le había advertido, pero su hermano había hecho oídos sordos. Nadie jugaba con fuego sin sufrir algunas quemaduras.
Las manos de Chris se movieron codiciosas sobre el moreno, acariciando cada parte de su cuerpo.
—Me encanta tu aroma.
Su nariz se desplazaba sobre el cuello mientras su mano desataba el nudo de su corbata.
—Chris, tranquilo, espera que lleguemos al hotel, y tú, ¡los ojos en el camino! —espetó Nacho, convencido de que el castaño estaba atento a todo lo que pasaba en el asiento trasero.
—Te amo, Ignacio. Jamás olvides eso.
El moreno sonrió confundido para luego darle el beso más apasionado que se habían dado en mucho tiempo.
Fue la última vez que Chris estuvo entre esos brazos, abrigado por ese maravilloso cuerpo, antes de regresar a su monótona vida en Belfast.
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OCÉANO - S.B.O Libro 3 (Romance gay +18)
RomanceEl silencio del océano, la adrenalina recorriéndolo mientras el magnífico tiburón de cuatro metros paseaba a su alrededor... Christopher Janssen amaba el peligro, aquella sensación de vitalidad que le otorgaba, mostrándole al mismo tiempo que era vu...