Capítulo XX

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Cuando desperté Creig me miraba fijamente y me sonrojé.

-¿Por qué te sonrojas?- me preguntó besándome la frente.

-No sé, no me gusta que me miren así- dije removiéndome en sus brazos y con cuidado me apoyé del lado del tatuaje, ya no dolía tanto.

El me abrazó por detrás y respiró en mi nuca.

-¿Así como?

-Así de intensamente- dije tapándome con la almohada.

-No te escondas- dijo quitando la almohada- arriba que nos espera el avión.

-No quiero- dije remolona.

Después de organizar la maleta con todas las compras que había hecho, fuimos al aeropuerto y allí tomamos el vuelo directo a París, menos mal que era tan solo una hora. Llamé a Ana y le conté todos los cambios y me dijo que ya lo estaba organizando todo. Le di las gracias y colgué

Al aterrizar nos esperaba Pierre, el asistente de Amalie, y con las maletas de Christina, que enseguida vino a abrazarme.

-Dios pero mi guapísima jefa- dijo abrazándome un quejido escapó de mi boca. Me había apretado en todo el tatuaje. Creig me miró preocupado, le dirigí una sonrisa tranquilizadora y relajó la cara. En el fondo ya no me dolía tan solo tenías las costillas un poco lastimadas.

-Vale Christina, no hace falta apretar tanto.

-Señoritas la señora Amalie nos espera- dijo Pierre en un perfecto inglés.

-Por supuesto- dije cogiendo mi maleta. Enseguida Creig me la quitó de la mano y Paul me miró extrañado.

Mientras caminábamos por la terminal Paul y Christina bombardeaban a Pierre con preguntas sobre dónde ir a comprar o si había algún desfile esos días. Yo iba más atrás con Creig. Extrañamente me sentía protegida, aunque sabía que tan solo lo iba a tener conmigo dos días en París.

Un pensamiento cruzó mi mente: “Tendría que estar aquí con Alex, la ciudad del amor”…

-La ciudad del amor- repetí en voz baja y tono triste.

-¿Te duele?- preguntó Creig mientras llegábamos a los coches que nos llevarían al estudio de Amalie.

-No tranquilo, gracias por preocuparte- le dije

-Es mi deber y todo un placer- dijo él metiendo mi maleta en uno de los coches.

-¿Aunque te lo ponga difícil?- dije yo juguetona mientras esperaba que él subiera por el otro lado del coche.

-Aun así, es un placer.

Pierre, Paul y Christina iban en un coche, mientras que Creig y yo los seguíamos en otro. Pasamos cerca de la torre Eiffel y no pude reprimir un suspiro. Y saqué a Buster del bolso para que pudiera ver por la ventana.

Al llegar al estudio de Amelie todos nos quedamos de piedra, era un espacio abierto y muy luminoso, con grandes ventanales y una pared llena de rollos de telas de todos los colores y texturas.

Una mujer más bien bajita y con ropa holgada corrió a nuestro encuentro.

-Ya habéis llegado- dijo quien supuse que era Amalie- Pierre ve a llevar las cosas de las señoritas al hotel, yo les enseñaré el estudio.

-Amalie, no sabes cuánto me alegra poder estar aquí- dije tendiéndole la mano.

-Mujer la alegría es mía- dijo sacudiendo enérgicamente mi mano.

Emily Wolf ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora