Capítulo XXXVIII

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Llegamos a NY bien entrado el mediodía. Gracias a David todo fue llegar, dejar el coche, subir y “relajarse” en el asiento. Verdaderamente tenía ganas de cenar con él, parecía un hombre divertido y muy simpático.

Al aterrizar quedamos en que cuando él tuviera un descanso y estuviese por la zona, me llamaría. Nos despedimos y yo nos subimos al coche.

Yo venía adelantando acontecimientos, me estaba preparando un guion mental de todo lo que le soltaría a Alex una vez llegada a casa. Dejé a Paul en su casa.

-Nos vemos mañana en la reunión- dijo él saludándome.

-Besos y ya sabes- dije poniéndome las gafas de sol- cualquier cosa, me llamas- y arranqué.

Lo tenía todo preparado, las imágenes de las posibles situaciones al enfrentarme a Alex pasaban como flashes en mi mente.

Pero una vez llegué y aparqué frente al edificio me quedé en blanco mirando el volante. Poco decidida subí y el conserje me saludó amablemente.

El trayecto en ascensor se me hacía eterno. Jackson me abrió la puerta y Jana me recibió encantada.

-Menos mal que llega usted- me dijo quitándome el bolso de las manos y colgándolo junto a mi chaqueta dentro de un armario- el señor ayer regresó muy perjudicado- dijo llevándome hacia el sofá- pero usted no se preocupe.

-Ya lo sé- dije mirando a mi alrededor, parecía algo cambiado el apartamento- me llamó y por eso adelanté mi regreso- seguía inspeccionando aquel lugar, faltaba algo- Jana ¿Qué ha pasado con la mesita de vidrio?- pregunté curiosa.

-El señor…- dijo simplemente.

Pero será imbécil, encima se dedicó a destrozar su propio piso.

-¿Se ha levantado?- volví a preguntar dirigiéndome a la cocina.

-No, ni siquiera lo he intentado- dijo mirándome con miedo-¿Quiere que prepare algo?

-No, tranquila. Ve a descansar yo me encargo- dije sonriéndole y ella se retiró silenciosamente llevándose a Buster.

Me apoyé en la encimera y miré la brillante superficie de acero del lavaplatos. ¿Cómo se puede ser tan tonto? ¿En qué estaba pensando?

Preparé una sopa simple y junto una jarra con agua y aspirinas me encaminé hacia la habitación.

Abrí despacio y estaba a oscuras, dejé la bandeja en una mesilla y cerré las cortinas y con el mando levanté apenas las persianas.

Alex se removió y gruñó. Negué con la cabeza y un sentimiento de amargura me subió hasta la boca. Me senté en la cama, Alex estaba abrazado a mi almohada.

No sé por qué hacía estas cosas, no lo comprendía. A veces todo parecía idílico y otras parecía estar viviendo un infierno personal.

Le acaricié la cara deslizando el pulgar desde su frente, pasando por la recta nariz, por su mejilla y por último el labio inferior.

Él parecía indiferente ante los mimos y seguía respirando hondo, sumido en un pesado sueño.

Hice el intento de irme, pero algo me aferró de la muñeca, me asusté y miré horrorizada la mano que me retenía. Tenía los nudillos ensangrentados, las sábanas estaban ensangrentadas también. Tiró de mí hasta que estuve recostada cara a cara.

Emily Wolf ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora