Capítulo XXXVII

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Me desperté de un mal humor notable, no sabría decir si era por el hecho de cómo me había tratado Alex ayer o porque no me hubiera llamado, lo que sí sabía era que la culpa era de él.

Bajé a desayunar y mientras todos charlaban yo permanecía callada, con la vista fija en el líquido naranja que contenía mi vaso.

-Hija, estás muy callada- me dijo mi madre y acto seguido todas las miradas se posaron en mí.

-Estoy cansada- dije frotándome la cara con la mano.

-Anda que no pegabas vueltas ayer- dijo mi hermano antes de dar un largo trago y beberse mi zumo.

-¿Qué hacías en la cama de tu hermana?- le recriminó mi madre volviendo a servirme zumo.

-Fue ella la que vino- dijo alzando las manos- la consentida no sabe dormir sola- dijo estirándome del moflete.

Lo aparté de un manotazo y apreté la mandíbula. Tenía ganas de quedarme y de volver a casa a la vez, una sensación rara.

Al menos había conseguido mi objetivo, que Paul se olvidara de su ex. Por ahora se mantenía distraído con mi madre, que lo tenía postrado en el taburete contándole historias de cuando yo era pequeña.

Después de una ducha interrumpida por los manotazos de mi hermano contra la puerta pidiéndome que me diera prisa, me vestí y nos fuimos todos a pasear por la ciudad.

Yo seguía con mi mala leche adquirida de esta mañana mientras Paul y mi madre se volvían locos dando vueltas por el centro comercial.

Marc y Gabriel se echaban miradas cómplices, uno a cada lado mío, y yo seguía fingiendo que no los había visto.

Nos sentamos en un bar a media mañana los tres y sabía que el interrogatorio comenzaría en breve. Pero me sorprendió que tardaran menos de lo que me esperaba, nada más apoyar el culo en la silla estalló la bomba.

-¿Qué te ha hecho?- preguntó mi hermano mirándome serio.

-No me ha hecho nada- dije bufando.

-¿Y por qué estás así?- preguntó Marc.

-No lo sé, mi vida está un poco patas arriba, eso es todo- dije jugueteando con el anillo de compromiso- me  cuesta hacerme a la idea de que dirijo una revista, estoy prometida y encima estoy embarazada por partida doble…

-Pero tú siempre has sido valiente y has luchado por lo que querías, querías llegar algún día a dirigir y lo has conseguido. No dudes ni por un momento que serás una buena madre. Todos te apoyamos- me animó Marc apretándome con cariño la mano.

-Gracias- dije sonriendo desganadamente- pero yo quería hacer las cosas diferentes, no es que no desee tener hijos, pero en el fondo Alex tenía razón, aún viajamos mucho, ni siquiera nos hemos casado- dije suspirando.

-Así que es eso- interrumpió Gabriel- él no quiere- protestó gruñendo.

-Sí que quiere- y mirando la nada me acuerdo de la discusión que tuvimos aquel día en el restaurante por ese mismo tema- pero en un futuro un poco más lejano. Yo viajo bastante y él también, tenemos horarios diferentes, nuestros trabajos requieren mucho sacrificio y no se aún cómo voy a hacer cuando tenga además a dos criaturas que atender- todo esto me superaba, intentaba no pensar en ello, pero en ocasiones me asustaba mucho la situación- no sé qué hacer- dije apoyando los codos en la mesa y hundiendo la cara entre las manos- ni siquiera vivimos juntos, no sé cuándo nos vamos a casar, todo es muy precipitado…

-¿No vivís juntos?- preguntó Marc.

-Bueno, sí pero no- le expliqué mientras él me  miraba extrañado- a veces yo necesito mi espacio y soledad para pensar, y me voy a mi piso; cuando él no está de viaje, estoy con él en el suyo.

Emily Wolf ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora